No importa si se trata del cristianismo, judaísmo o budismo, lo cierto es que las religiones han sido responsables de los templos más impactantes que existen en la actualidad. Basta con recorrer la ciudad del Vaticano o entrar a las enormes sinagogas repartidas por Europa para darse cuenta de esto. El sureste asiático y sus cientos de templos budistas no son la excepción, y uno de los templos que más vale la pena visitar es el complejo de pagodas de Kakku, en Myanmar.
Un laberinto de stupas
Una stupa es un templo budista que contiene reliquias y se venera como sitio de meditación. Los templos de esta religión, al menos en Myanmar, se componen de una sola stupa inmensa. Sin embargo, Kakku no solo tiene una de estas construcciones sino que se conforma de 2.478 de ellas.
La más alta –mide 40 metros– está a un costado del recinto y las más pequeñas se despliegan en largas hileras que crean una perspectiva simétrica e hipnotizante. La mayoría se encuentran en buen estado de conservación pero hay otras más descuidadas de las que incluso llegan a crecer árboles y plantas.
Gracias a su ubicación en las laderas que enmarcan en valle de Hopon, este sitio construido entre los siglos XVII y XVIII es relativamente poco frecuentado por viajeros. Desde Taunggyi, la ciudad más cercana, hay que conducir una hora hacia el sur por caminos sinuosos que atraviesan bosques de bambú y pequeños poblados de casitas de madera.
El festival de la primavera
Si uno visita este santuario durante marzo, podrá presenciar el festival Kakku Paya Pwe. Esta celebración sucede durante los tres días anteriores a la luna llena de tabaung (el último mes del calendario birmano, el cual simboliza el fin de la época fría). En esta ocasión, peregrinos de la cultura Pa-O acuden a las stupas con vestuarios tradicionales y hacen ofrendas a Buda.
Myanmar es más que templos
Aunque se encuentra algo lejos de Kakku–10 horas en auto o una hora de vuelo desde Heho–, la capital birmana es una parada indispensable en un viaje por el país. Rangún es una ciudad que se encuentra entre dos ríos, el Yangón y el Bago, y su cultura es tan variada como fascinante, desde parques tranquilos hasta bazares que no descansan.
Por un lado, se puede visitar el mercado de Bogyoke Aung San (llamado Scott’s en tiempos de la colonia inglesa) donde uno encuentra desde antigüedades hasta los más finos textiles y joyería de Myanmar. Para quienes buscan disfrutar la ciudad de noche, existen varias terrazas y bares en el centro, como Atlas o Esperando, que ofrecen una vista increíble a la pagoda de Shwedagon: un templo de 100 metros de alto cubierto de oro.