Albania vivió aislado 45 años bajo el régimen comunista más brutal de Europa. Cuando ese largo periodo llegó a su fin y este país balcánico de impresionante geografía volvió a abrir sus fronteras, los albaneses (no albanos, ojo) pudieron por fin viajar por el mundo para volver a casa con nuevas ideas y tendencias. Uno de los más grandes ejemplos de esta tardía pero acelerada renovación es Tirana, la capital, que hoy está ya muy lejos de ser la urbe gris y aburrida que el comunismo dejó.
Una de las principales señales de cambio se dio en los noventa, cuando Edi Rama, un extravagante artista contemporáneo, se volvió alcalde de la ciudad y decidió pintar sus lúgubres edificios de colores brillantes para despertar a sus habitantes a una nueva era. Rama inspiró a sus connacionales a imaginar una ciudad cuya arquitectura y vida cultural miraran hacia el futuro. Además, abrió una convocatoria internacional de proyectos de desarrollo urbano: espacios verdes, avenidas y un transporte público moderno. La ciudad se convirtió en un centro de competencia para grandes despachos internacionales, como 51n4e, Archea, BIG, Zaha Hadid, MVRDV, Grimshaw y DAR, entre otros.
El rediseño de la plaza Skanderbeg, por ejemplo, corrió a cargo del despacho 51n4e de Bruselas, y se hizo con la intención de traer un poco de la espectacular naturaleza de Albania al corazón de la capital. Piedras, árboles y plantas de todo el país se utilizaron para revitalizar la plaza. En las áreas de sombra se colocaron bancas de diseño contemporáneo y, en su punto más elevado, hay fuentes que recuerdan los ríos y lagos albaneses.
Aunque en Tirana aún se pueden encontrar grandes ejemplos arquitectónicos de un pasado comunista —como el Museo Nacional y el Teatro Nacional de la Ópera y Ballet—, la ciudad presume de torres nuevas por todos lados. El relieve está cambiando con edificios como el Toptani Center y la TID Tower, que aloja a The Plaza, el hotel más lujoso de la urbe. Otro ejemplo es el Millennium Building diseñado por Architecture Studio, que incluye un restaurante panorámico, cines y un centro cultural.
A lo largo de este año se inaugurarán otros proyectos importantes, como la torre 4 Evergreen del despacho florentino Archea, que provocará un diálogo entre los edificios que el arquitecto Armando Brasini construyó en los años veinte. Por su parte, los despachos Grimshaw y DAR están trabajando en un corredor verde que conectará ríos, lagos, bulevares y el nuevo centro de movilidad de la ciudad, mientras que el despacho Stefano Boeri de Milán está construyendo áreas verdes, escuelas y centros culturales, además de promover la utilización de energía renovable y la movilidad compartida para reducir el tráfico.
En el plano residencial también hay una evolución. Las familias jóvenes están migrando de los típicos edificios soviéticos a modernos desarrollos como Magnet, un complejo de viviendas con forma de media luna diseñado por el despacho alemán Libeskind, que permite disfrutar la vista de las montañas desde cualquier perspectiva.
Pero la evolución de Tirana no se da sólo en su arquitectura, ya que también proliferan los proyectos culturales. Los nuevos museos Bunk’Art, Bunk’Art 2 y la Casa de las Hojas ayudan a olvidar el pasado difícil con una museografía contemporánea. El arquitecto japonés Sou Fujimoto instaló su inmenso pabellón conocido como “Nube”, frente a la Galería Nacional, y el nuevo Teatro Nacional, obra el despacho BIG de Copenhague, es el nuevo kid on the block.
La energía de Tirana está contagiando a otras regiones en Albania, y cada vez hay más proyectos urbanos, residenciales y culturales en ciudades de playa y de montaña a lo largo del país. Este destino se ha convertido en una especie de tierra prometida para los arquitectos, quienes viajan hasta ahí de todas partes del mundo para dialogar con un pasado único, donde la tradición otomana e influencia italiana se encuentran con el brutalismo soviético, que si bien marcó su pasado, no es un obstáculo para mirar hacia un futuro de posibilidades infinitas.
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