Arizona: Lo que se esconde en el desierto
Paisajes sobrenaturales y un acercamiento a la historia ancestral del pueblo navajo son algunas de las joyas de este recorrido.
POR: Mariana Castro
Cuando era niña y regresaba a la escuela después del verano, la pregunta obligada sobre qué había hecho en las vacaciones siempre tenía el mismo desenlace:
— Fuimos a ver a mi tía a Scottsdale.
— ¿Y dónde está Scottsdale?
— En Arizona.
— ¿Y qué hay en Arizona?
— Desierto.*
* Dependiendo de la poca o nula reacción del público, recurría a la anécdota de encontrar alacranes dentro de mis zapatos para darle tantita emoción al relato.
Mi visión del desierto de Arizona como un lugar “aburrido” cambió radicalmente 20 años después. Y es que, entre toda la oferta cultural, gastronómica y natural que tiene el vecino del norte, hay varios destinos que suelen quedarse en una especie de limbo turístico. No son Nueva York, Los Ángeles o Las Vegas, pero tampoco Idaho, Iowa o Indiana.
No es usual que sean la primera opción al planear un viaje a Estados Unidos, pero, al mismo tiempo, ese encanto inadvertido es el que suele provocar mayor sorpresa a la hora de la hora.
La realidad es que Arizona tiene su buena dosis de cheerleaders discretos, la mayoría de ellos motivados por la fama de sus spas y campos de golf. Sin embargo, para ser testigo de la verdadera riqueza de este destino, vale la pena alejarse de las ciudades y explorar algunas de las áreas naturales más espectaculares de todo el país (y la herencia indígena que esconden).
Éstas son tres paradas imperdibles que, curiosamente, encuentran su mejor momento durante distintas horas del día.
Monument Valley/amanecer
Entre 1940 y 1960, el género western —en especial las películas dirigidas por John Ford y protagonizadas por John Wayne— hizo de Monument Valley el escenario perfecto para destacar al vaquero —siempre bien parecido y con un dominio absoluto de su caballo— como una de las postales más poderosas de la cultura pop estadounidense.
Tristemente, el lugar que muchos conocemos gracias a Hollywood es en realidad territorio sagrado para los navajos, la población de nativos americanos con mayor presencia en Arizona.
Si uno conduce en línea recta por la ruta 163 hacia Utah, no hay manera de no pasar por Monument Valley, ubicado dentro de la Navajo Nation Reservation. Aquí no hace falta ser muy espiritual para sentir una energía muy fuerte, en ocasiones abrumadora, desde el minuto uno.
El silencio es imponente y el viento se hace sentir de tal manera que produce un canto muy especial al chocar con las rocas color rojo. En Monument Valley uno puede sentir que invade una tierra que no es suya, pero que es suficientemente generosa para enseñar su poder si se muestra respeto.
Tras un tour en jeep o a caballo por los puntos más populares del valle, hay que dirigirse a alguno de los hoteles o de las áreas para acampar dentro de la reserva e intentar descansar, ya que el espectáculo al amanecer no espera por nadie.
Recomendación: las cabañas y habitaciones del hotel The View facilitan mucho el esfuerzo por madrugar, ya que todas cuentan con balcones privados que miran directamente hacia las tres formaciones rocosas más populares del lugar, conocidas como mittens.
Hay que poner la alarma a eso de las 6:30 a.m. y darse el tiempo para preparar el café y la chamarra generosa (en invierno, Monument Valley suele amanecer bajo cero).
A eso de las 7:00, el sol comienza a salir de a poco y se alcanzan a escuchar clics de cámaras y cámaras, y wows discretos (comúnmente de los vecinos de habitación). A las 8:00, el valle está por completo iluminado y vuelve a reinar el silencio.
Antelope Canyon + Horseshoe Bend/mediodía
A poco menos de dos horas de Monument Valley está Page, la ciudad que sirve como punto de partida para las siguientes maravillas naturales del conteo. Una vez más, sin temor a equivocarme, la mayoría de los viajeros que llegan aquí comparte una misión: tomar un tour por Antelope Canyon, el cual, al encontrarse dentro de una reserva navajo, únicamente permite recorridos a cargo de guías de dicha comunidad.
Aunque son varias las compañías que brindan estos recorridos, hay que reservar con anticipación, sobre todo en temporada alta.
Como pasa con la mayoría de los atractivos naturales de la región, Antelope Canyon es el resultado de la erosión; en este caso, una fisura provocada por las corrientes de agua que han pasado por el cañón desde tiempos remotos.
Las miles de fotografías que hemos visto de este lugar corresponden a un estrecho sendero que permite a los visitantes recorrer el cañón, de un extremo al otro, en poco más de 200 metros. En el interior, el tiempo y el agua se han encargado de esculpir increíbles formas espirales de hasta 40 metros de altura que, combinadas con la luz, brindan un espectáculo distinto dependiendo de la hora del día.
Recomendación: llevar a un fotógrafo de cabecera, ya que no permiten la entrada con selfie sticks (para prevenir que los #influencersinthewild puedan dañar los surreales remolinos de roca color naranja).
A menos de 15 kilómetros de Antelope Canyon está Horseshoe Bend (de hecho, muchos tours te ofrecen el recorrido por ambos lugares, lo cual resulta muy conveniente). Horseshoe Bend forma parte de Glen Canyon —que no es un parque nacional como tal, sino un área recreativa nacional protegida por el mismo sistema— y se trata de un meandro, una curva muy marcada en la trayectoria lineal de un río, en este caso, el Colorado.
Bautizada así por su parecido con una herradura, esta gran formación rocosa está rodeada de agua color turquesa, la cual baja desde el lago Powell para resaltar los tonos rojizos de los cañones y montañas que la cobijan.
La vista desde el mirador es espectacular y el mejor momento para apreciar el contraste de color entre roca y agua es, probablemente, el mediodía.
El Gran Cañón/atardecer
Según datos del National Park Service de Estados Unidos, Arizona es hogar de 22 parques nacionales, los cuales reciben alrededor de ocho millones de visitantes al año. Sin temor a equivocarme, no hay ninguno más famoso y concurrido que Grand Canyon National Park, que, además de haber sido uno de los primeros parques nacionales en todo Estados Unidos, fue nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979.
Si bien siempre está la opción de contratar un tour completo —y así ahorrarse cualquier complicación más allá de estar a equis hora en tal lugar—, llegar al parque por cuenta propia es muy sencillo.
Saliendo desde la ciudad de Flagstaff, la entrada por el extremo sur (South Rim) está aproximadamente a una hora y media en coche.
El ingreso también puede hacerse por el extremo norte (North Rim), sin embargo, éste permanece cerrado a partir de octubre y durante todo el invierno por el clima. En ambos casos, la entrada es de 35 dólares por vehículo.
Más que un parque, este lugar es un destino completo. Tiene hoteles, restaurantes, tiendas, oficina de correos, clínica, taller mecánico, banco, supermercado, zona para RV y varias líneas de camiones (gratuitos) que hacen paradas en distintos puntos de interés del parque (el cubrebocas es obligatorio al subir).
Vale la pena tomar el Visitor Center como base y decidir cuál será el recorrido y cómo se hará: a pie, en bicicleta o en coche. Con un permiso especial que se tramita en la página del parque, los más aventureros y experimentados incluso pueden dar un paseo en bote o hacer excursiones de varios días por el río Colorado.
Sin embargo, si uno decide mantener el paseo a la altura de los miradores, éste no deja de ser igual de impresionante. Con unos 450 kilómetros de largo, 29 de ancho y casi dos de profundidad, el Gran Cañón te hace sentir diminuto desde donde lo mires.
Su relieve —formado por distintas capas de roca que han quedado expuestas como consecuencia de millones de años de erosión— no se parece en nada a lo que uno haya contemplado antes (si acaso asemeja la idea del típico paisaje extraterrestre que hemos visto hasta el cansancio en las películas).
Sin importar el momento del día (aunque ojo, definitivamente el atardecer es un espectáculo multicolor que no hay que perderse), no hay foto que le haga justicia a este lugar, en el que es fácil perder la noción del tiempo mientras se intenta dimensionar dónde o cuándo termina lo que tenemos enfrente.
Otras joyas naturales en Arizona
– Canyon de Chelly
– Petrified Forest National Park
– Saguaro National Park
– Wupatki National Monument
– Chiricahua National Monument
– Vermilion Cliffs National Monument
(Recuadro 2)
America’s Best Idea (por mucho)
El primero de marzo de 1872, el presidente Ulysses S. Grant decretó a Yellowstone como el primer parque nacional en Estados Unidos (por cierto, este año, en su aniversario 150, tendrá todo tipo de actividades para celebrar la ocasión).
Desde entonces, el National Park Service se ha convertido en un sólido organismo que busca que estas áreas sean accesibles para toda la población y, al mismo tiempo, se preserven para las generaciones futuras.
Como parte de la era COVID-19, el NPS ha trabajado de manera conjunta con el CDC para asegurar que todos los visitantes, empleados, voluntarios y socios de los parques nacionales se mantengan seguros.
Por ende, sin importar el estatus de vacunación, los cubrebocas son obligatorios en todos los espacios cerrados (tiendas, centros de visitantes, etc.) y sistemas de transporte dentro de los parques.
Si bien la mayoría de los 432 parques nacionales ya opera de manera regular, algunos han modificado ciertos lineamientos o servicios durante la pandemia, por lo que se recomienda verificar la situación específica de cada lugar que se planee visitar.
Toda la información práctica que se pueda necesitar antes y durante el viaje está disponible en nps.gov o en la app de NPS.
Futbolista frustrada y entusiasta del antojo, Mariana Castro es escritora y project manager. Fue coordinadora editorial de Travesías y ha editado y colaborado en múltiples proyectos enfocados en viajes, cultura y gastronomía. Vive en Ciudad de México.
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