Para algunos el arte es la representación exacta de la realidad que nos rodea, para otros tantos es la forma de manifestar ideas políticas o de imprimir su visión de la sociedad y las relaciones. Lo cierto es que la gran mayoría de las que consideramos obras maestras no son necesariamente bellas, pero todas logran que de una u otra forma nos provoquen alguna sensación.
Para lograr esto varios artistas recurrieron al uso de la luz, estudiaron las propiedades terapéuticas del color y las formas. Algunos pintores preferían transmitir caos o ira; otros más bien evocaban lo divino del arte religioso. Pero en esta ocasión quisimos enfocarnos en aquellos cuadros que con su composición y escena nos transmiten cierta paz e incluso nos invitan a tomar un descanso y relajarnos.
36 vistas del monte Fuji: La gran ola de la costa de Kanagawa, Katsushika Hokusai
La imponente ola que se erige ante la mirada pasiva del monte Fuji es una de las imágenes más icónicas del arte. Este extravagante artista, gran maestro del grabado japonés, pintaba prácticamente todo el día: creó alrededor de 30 mil obras en toda su vida. Era dedicado y entusiasta, dos características que se pueden contemplar en La gran ola; un cuadro que nació 60 años después de haber empezado en este arte.
The Temptation of St. Anthony, Leonora Carrington
El Museo del Prado es una parada obligada en Madrid, y este cuadro es una prueba de ello. Se trata de una reproducción de la vida de San Antonia. Esta obra juega con el espectador y le permite crear sus propios sentimientos en torno a la famosa tentación.
Ophelia, Sir John Everett Millais, Bt
Esta pintura plasma la escena de Hamlet de Shakespeare, en la que Ofelia cae en un arroyo y se ahoga tras perder la razón por dolor de que Hamlet hubiera asesinado a su padre. Shakespeare una constante inspiración para los pintores victorianos y la figura trágica de Ofelia, era un tema muy popular.
Un domingo por la tarde en la Isla de la Grande Jatte, Georges Pierre Seurat
Chicago es una de esas ciudades en la que el arte está en todos lados y The Art Institude of Chicago es prueba de ello. Este recinto alberga obras de un valor incalculable como esta; un óleo sobre lienzo cuya técnica de puntillismo refleja un amplio conocimiento del color que tuvo durante su carrera de Seurat. Un ejemplo de esto es el profundo verde del pasto, compuesto por diminutos puntos amarillos y azules.
Arearea también llamado Jocosidades, Paul Gauguin
Durante sus viajes, Gauguin plasmaba una forma de vida lejana y desconocida para los europeos de esa época. El autor no buscaba retratar la realidad, más bien intentaba capturar las leyendas que tenían los pueblos que visitaba. Esta pieza fue realizada durante su recorrido por Tahití a partir de abril de 1891. En el cuadro se observa una mezcla entre dos escenas; en un primer plano se ven a unas mujeres sentadas al lado de un árbol. En un segundo se puede contemplar un instante en el que tres personas le rinden culto a una estatua.
El almuerzo sobre la hierba, Claude Monet y Édouard Manet
Esta obra fue una de las más controversiales de los artistas. Fue repudiada en 1863 y más tarde expuesta en el “Salón de los Rechazados” autorizado por Napoleón III. En la obra se ve una mujer desnuda que observa directamente al espectador y que está acompañada por dos hombres vestidos.
Las espigadoras, Millet
Esta pintura es una de las máximas representaciones del realismo francés.Este estilo se dedicó no sólo a recrear el presente en cuanto a proporciones y técnica, también buscó plasmar la vida cotidiana de las personas; en especial el de los campesinos, como en el caso de las espigadoras de este cuadro.
Vétheuil, Claude Monet
Al caer en una crisis financiera, Monet se mudó de París a Vétheuil, un poblado dedicado a la agricultura a la orilla del río Sena. Ahí adquirió un pequeño bote que le sirvió de estudio flotante, lugar en donde es muy probable que haya pintado esta obra junto con varias más; todas de 1878 a 1879.
Noche estrellada, Van Gogh
Vincent van Gogh pintó La noche estrellada en 1889, un año antes de su muerte. En una carta dirigida a su hermano Theo, el artista describía el cielo nocturno que veía por largos ratos desde su ventana en el asilo de St. Paul en Saint-Rémy, Francia, en donde se internó para tratar su depresión y otros padecimientos psiquiátricos.
Joy of life, Matisse
Con un paisaje repleto de personas desnudas, ya sea en reposo o en movimiento, esta pintura es considerada como como su mejor representación del fauvismo. La utilización de colores vívidos y el espacio bidimensional con figuras claramente delineadas produjo muchas protestas durante su primera exposición en 1906, pero también inspiró a muchos de sus contemporáneos, especialmente a Pablo Picasso.
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