Pimiento, calabaza, berenjena, jitomate y aceite de oliva. Es curioso que uno de los platillos más emblemáticos de la gastronomía francesa —una de las más complejas del mundo—, requiera de tan pocos ingredientes para elaborarse y sea todo un arte elaborarlo.
El ratatouille es un plato originario de La Provenza, un territorio francés que resalta por su buen clima y sus paisajes. El nombre de este platillo proviene del verbo touiller, que significa remover o agitar, ambos pasos básicos en su elaboración.
El término “ratatouille” se usó por primera vez en el siglo XIX por las fuerzas militares. Los soldados buscaron una palabra para nombrar un caldo “vegetales muy diluidos, entre los cuales flotaban algunas costillas raquíticas de ternera o de oveja”. Esta descripción antiquísima es muy diferente a la que conocemos hoy en día, que, de entrada, no lleva ningún producto cárnico entre sus ingredientes. ¿Cómo pasamos de eso a una de las delicias culinarias más importantes del mundo?
El origen de este plato es relativamente reciente. Para darse cuenta, hay que tomar en cuenta las épocas en las que los ingredientes del ratatouille comenzaron a cultivarse en La Provenza. Aunque la berenjena llegó en el siglo XV, aproximadamente, el jitomate comenzó a cultivarse en Francia hasta el siglo XVIII, y las calabazas, hasta principios del siglo XIX. Sin embargo, los orígenes del platillo actual siguen siendo inciertos. Mientras que algunos dicen que es una creación nizarda, otros le atribuyen su origen a las gastronomías española e italiana.
Esta misma incertidumbre ha creado un debate sobre la verdadera receta original, creando tres versiones diferentes. En la primera, los vegetales se saltean juntos. En la segunda, se acomodan en capas y se hornean. En la tercera, cada ingrediente se saltea por separado, se combinan y se hierven a fuego lento.
El ratatouille suele disfrutarse como una guarnición. Sin embargo, es el platillo perfecto para dejar volar tu imaginación y usarlo en combinación con toda clase de platos, desde complemento para una pasta, hasta usarlo como cama para unos huevos estrellados.
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