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Tejiendo México: el algodón coyuchi en San Juan Colorado y la lana de Teotitlán

De la mano de Lincoln, recorrimos el estado de Oaxaca para conocer las historias detrás de sus maestros artesanos textiles.

POR: Marcella Echavarria

Viajar por México y adentrarnos en sus secretos mejor guardados nos lleva a entender la nueva definición de lujo: apreciación por lo local, lo hecho a mano, el talento de nuestros artesanos, la belleza del paisaje, los sabores locales, las texturas de los textiles y la calidez de la gente.

De la mano de Lincoln, la serie Tejiendo México propone un recorrido por el estado de Oaxaca y su riqueza artesanal a bordo de la nueva SUV Aviator Grand Touring Híbrida Conectable, que inicia el camino hacia la nueva era de electrificación y abraza la sustentabilidad en todos los aspectos. 

Foto: Frank Coronado.

Tradición y estilo propio en San Juan Colorado

Según la cosmovisión mixteca, los primeros hombres descendieron de las nubes, y es por esto que los huipiles, pozahuancos y rebozos están tejidos en franjas verticales que representan ese primer cielo donde habitan las nubes. Sobre las franjas, los brocados simbolizan los animales, los símbolos y las fiestas más importantes de cada comunidad. Con semejante herencia, no es casualidad que San Juan Colorado, un pequeño pueblo mixteco ubicado en la Costa Chica, sea uno de los principales productores de tejidos en telar de cintura en México.

Foto: Abisai Navarro.

Aquí, las mujeres visten tradicionalmente con el tsehe o posahuanque (una falda tejida a mano que se lía alrededor de las caderas), mientras que el xicun o huipil se reserva para los días de fiestas. Sin embargo, los posahuancos son tejidos por sus vecinas de Pinotepa de Don Luis, mientras que los lienzos finos para huipil se compraban a las mujeres de San Cristóbal, otra localidad, también mixteca, en la costa de Guerrero. Lo que distingue a San Juan Colorado es su prolífica producción de tejidos multicolores adornados con estilo propio. Gracias a que el telar que emplean cuenta con un aditamento especial de la región, aquí se pueden tejer figuras geométricas y animales de manera rápida y precisa. Entre los motivos más recurrentes se encuentran las grecas tradicionales de la comunidad y los motivos vegetales o animales, como la raíz de flor (yoho ita), el ala del pollo (nditsin ndivi), el ciempiés (coo ndaha), el alacrán (tujuhma), el conejo o el cangrejo.

Todos los textiles de esta zona son realizados con hilos que las mujeres tiñen artesanalmente utilizando tintes naturales como el añil, la cochinilla, la hoja de guayaba y la corteza de árboles como el roble, la caoba o el nanche, el zapote negro, el guapinol, el sacatinta, el almedro de playa y el Palo de Brasil. De esta gran variedad, surgen los principales colores que se emplean para colorear los textiles de aquí: azul y marrón en diversos tonos, pero también rosa, amarillo brillante y verde pálido. 

Foto: Abisai Navarro.

En el año 2000, cinco tejedoras de esta comunidad decidieron unirse para formar el grupo Las Sanjuaneras. Veinte años después, la iniciativa hoy está formada por 16 mujeres unidas por el intercambio de conocimientos, talentos y experiencias. De hecho, la mayoría de Las Sanjuaneras son mujeres jóvenes que fueron invitadas a unirse por las mujeres de mayor edad.

Junto con las diseñadoras Maddalena Forcella y Ana Paula Fuentes, el grupo ha desarrollado un estilo propio gracias a la introducción de un hilo más delgado, que ha logrado transformar la densidad del tejido para crear piezas más ligeras. Otras de sus innovaciones incluyen el uso de tintes naturales y la introducción de nuevos materiales para teñir (y, por ende, crear nuevos colores y combinaciones). También han creado huipiles de dos lienzos con cuello V y acabados de crochet. El algodón coyuchi, una de las fibras de mayor uso en la época prehispánica, se usa principalmente para los brocados, y las San Juaneras lo compran a otras artesanas que se dedican a sembrarlo e hilarlo. 

Foto: Abisai Navarro.

Si bien han logrado crecer, las Sanjuaneras están conscientes de que la sustentabilidad es primordial para la continuación de sus tradiciones. Entre sus mayores desafíos se encuentran el acceso al hilo de algodón delgado y a tintes naturales, como el añil. Otro reto importante es lograr una demanda constante de sus productos. De este modo, llevar un huipil de las San Juaneras es un verdadero lujo, pues representa la identidad viva de un pueblo y la fuerza de un grupo de tejedoras que insisten en continuar con sus tradiciones en el presente y con la mirada puesta en el futuro.  

Foto: Abisai Navarro.

Alquimia Auténtica

A 30 kilómetros de la ciudad de Oaxaca se encuentra Teotitlán del Valle, una comunidad zapoteca con cerca de 2,500 años de tradición textil. La entrada al pueblo está llena de tiendas grandísimas y cada casa parece tener un letrero de entrada a un taller artesanal. Sin embargo, pocos van más allá de un simple show para turistas que se repite puerta tras puerta. En contraste, está el taller de Porfirio Gutiérrez.

Foto: Marcella Echavarria.

Parte de una familia de 11 hermanos de tradición tejedora y matriarcal, Porfirio salió de su casa rumbo a Estados Unidos a los 18 años persiguiendo el sueño americano, pero a los 25 regresó a Oaxaca. Gracias a su liderazgo innato y a la certeza de que su destino estaba entre los hilos y colores de estas tierras, reunió a su familia para armar un taller y reconstruir de la mano de sus padres y los abuelos de su comunidad, cada receta, cada significado, cada técnica y cada motivo que habían comenzado a perderse. Desde entonces, su taller se ha dedicado a rescatar y continuar el teñido con tintes naturales usando insectos, minerales, hojas y flores de la zona. Su trabajo es minucioso y, gracias a sus labores de investigación y experimentación, ha logrado extraer casi 100 colores naturales. “Estoy enamorado de mi cultura y de mi trabajo. Me siento comprometido a conservarlo y continuarlo”, afirma Porfirio.

Foto: Marcella Echavarria.

Como incansable defensor, investigador y embajador de la comunidad zapoteca, viaja mucho para exhibir su arte, dar conferencias y demostrar su técnica. Su historia se ha publicado en medios como The New York Times, Vogue y Selvedge, y en documentales de PBS y del Smithsonian Institute. Además, cada año participa en el Folk Art Market de Santa Fe, Nuevo México, una de las ferias de arte popular más importantes del mundo.

Foto: Soraya Matos.

Para Porfirio, utilizar tintes naturales es un proceso espiritual, pues los colores que provienen de las plantas están conectados a fuentes vivas que trabajan en armonía con la naturaleza y van más allá de la belleza. Cada una de las plantas, minerales e insectos de los que están hechos los tintes debe ser recolectado en la huerta familiar o en en las montañas que rodean al pueblo. Algunas plantas pueden tardar hasta cinco meses en madurar, los árboles en dar frutos y los insectos en poderse cosechar, y cada uno requiere su propio método único para resaltar los colores, pues el tipo de suelo y la cantidad de lluvia pueden variar su intensidad.

Entre las plantas que usa la familia Gutiérrez está el musgo, la granada, el pericón, el zapote negro y la madera de roble. Cientos de tonos de rojo son extraídos de la cochinilla, y el azul se obtiene del añil.

Foto: Allison Hadar.

Todos estos colores después se plasman sobre lana, la fibra por excelencia de la zona y la cual llegó a Oaxaca en el siglo XVI junto con los españoles y los telares de pedal. Una vez que la lana ha sido limpiada e hilada, pasa por el proceso de teñido. Los hilos son después colgados al aire para que se sequen y, posteriormente, se tejen en los tapetes que caracterizan a Teotitlán del Valle. En ellos, Porfirio expresa sus temas de interés, desde el sincretismo entre su cultura zapoteca y la europea hasta el simbolismo del petate. 

Dado que actualmente reside entre Oaxaca y California, la vida estadounidense también ha influido en su trabajo. Nuevos diseños más minimalistas con imágenes simplificadas sintetizan símbolos zapotecos antiguos y funcionan, como lo han hecho por casi cinco siglos, como un puente entre dos mundos.

Foto: Javier Lazo.

Foto: Frank Coronado.

 

El regreso a los tintes naturales es parte de una filosofía de vida que busca reducir el impacto sobre el medio ambiente. Los vehículos híbridos, como Lincoln Aviator PHEV, participan en esta búsqueda, pues son una alternativa tecnológica que consiste en combinar el motor de combustión interna convencional con uno eléctrico. De este modo, se superan las limitaciones generadas por la autonomía y potencia de los vehículos eléctricos y reduce la emisión de CO2 de los coches convencionales.

La sustentabilidad se ha convertido en una tendencia que incumbe todos los aspectos de la vida: salud, alimentación, moda y transporte, entre otros. Lincoln Aviator PHEV es el auto que responde a estos retos. Su diseño parte de la  sustentabilidad como principio fundamental, pues forma parte de la nueva generación de vehículos híbridos que, al combinar un motor de combustión interna convencional con uno eléctrico, reducen la emisión de CO2 de los coches convencionales. 

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