Sak Tz’i, un reino maya descubierto por un vendedor de carnitas
El hallazgo pudo ser realizado únicamente por la afortunada intervención de un vendedor de carnitas
POR: Diego Ávila
En cualquier día normal, largas filas de autobuses y automóviles, cargados de turistas, se forman a la entrada de la zona arqueológica de Palenque. Miles de personas quieren visitar esta antigua ciudad maya y ver esas construcciones que parecen emerger de la selva. La misma historia se repite en Uxmal, Chichen Itzá y Tikal, que si bien se encuentran en diferentes estados, e incluso países, tienen algo en común: alguna vez fueron capitales de sus respectivos “reinos”.
De manera similar a las polis griegas, los antiguos mayas establecieron ciudades-estado que competían entre ellas por supremacía territorial, el control de rutas comerciales y la provisión de tributos. Y aunque los arqueólogos e historiadores han conseguido investigar más sobre el rol que desempeñaron grandes metrópolis como Calakmul, Copán, Chichen Itzá o Uxmal, el papel de las urbes pequeñas y medianas todavía es un misterio.
Los (pequeños) reinos mayas que la selva se tragó
Con el objetivo de averiguar cómo funcionaban las ciudades-estado medianas del período clásico (250-900), investigadores de las universidades de Brown y Brandeis en los Estados Unidos encabezan el Proyecto Arqueológico Busilá-Chocoljá. Una iniciativa enfocada en los Estados que alguna vez existieron en la cuenca del Usumacinta: Piedras Negras, Yaxchilan y Sak Tz’i. El objetivo es estudiarlos de manera comparada, ahondando en sus sistemas económicos, bélicos, políticos, ambientales y de subsistencia.
Sin embargo, para poder analizar los lugares, primero se tiene que encontrarlos. Y aunque la existencia del reino de Sak Tz’i se descubrió en 1994, pues su nombre aparece en numerosas inscripciones tanto en otras zonas arqueológicas como en estelas y esculturas, nadie sabía bien a ciencia cierta dónde se ubicaba. Todo esto cambió en junio de 2014, gracias a un vendedor de carnitas.
El vendedor de carnitas y la ciudad maya perdida
En ese año, un estudiante de arqueología llamado Whittaker Schroder recorría Chiapas en busca de yacimientos arqueológicos para su tesis. Durante su estadía, un vendedor de carnitas sobre la carretera le había hecho señas para que se detuviera. Tras pasarlo de largo varias veces, Schroder se estacionó y habló con él. Resultó que, en lugar de querer venderle comida, el hombre quería mostrarle una antigua estela tallada en piedra que su amigo Jacinto Gómez había encontrado en su rancho. Aunque incompleta, la estela se encontraba cubierta de jeroglíficos que contenían información sobre rituales, batallas, la danza del dios de la lluvia… ¡y la ubicación de la antigua ciudad capital del reino de Sak Tz’i!
Tras el hallazgo, el proceso de conseguir el permiso para excavar la propiedad y negociar que ésta no le fuera expropiada por el gobierno tardó cinco años. Finalmente, los trabajos arqueológicos pudieron empezar en 2019 y los primeros resultados de la expedición fueron publicados en diciembre pasado en el Journal of Field Archaeology. Pueden consultarse aquí.
Lacanja Tzeltal: la capital del reino de Sak Tz’i
La antigua ciudad fue bautizada como Lacanja Tzeltal en honor a la población más cercana, y en ella los miembros del equipo del Proyecto Arqueológico Busilá-Chocoljá han logrado identificar tanto su centro religioso como la zona del antiguo mercado, en donde los plebeyos y campesinos vendían sus cosechas, además de herramientas y cerámica. La metrópoli se encontraba organizada en torno a una plaza central de seis mil metros cuadrados que ha sido llamada Plaza Muk’ul Ton (o de los monumentos), y la cual albergaba el centro religioso y político del reino. En torno a ella, se localizaron plataformas que en su momento albergaron templos, salones de recepción, los aposentos de la familia real y las instalaciones de la corte.
Aunque muchos de sus monumentos han sido dañados por siglos de lluvia y crecimiento de vegetación, en este predio se encontraron los vestigios de una cancha de Juego de Pelota, una pirámide de 13 metros de altura y algunas estructuras de antiguas residencias de la élite.
Está previsto que las excavaciones continúen en junio de este año y, por lo pronto, el plan consistirá en estabilizar los edificios que estén en riesgo de colapso, documentar las esculturas y usar la técnica del LIDAR para explorar los yacimientos que aún se encuentran debajo de la selva chiapaneca.
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