Alaska desde altamar
Ballenas, glaciares y, sobre todo, paisajes espectaculares. Así se vive una semana a bordo de uno de los cruceros de Disney.
POR: Jordi Mariscal
No fue exactamente emoción lo que sentí en un principio. La idea de un crucero organizado por Disney me parecía una combinación extraña. Pero sólo unos minutos después de haber abordado Disney Wonder, mi percepción cambió por completo, tanto que estas vacaciones en altamar se convertirían en una de mis experiencias preferidas.
El recorrido que hicimos fue de siete noches. Pero este barco también ofrece paquetes de nueve noches. Ambos planes pueden hacerse por alrededor de mil dólares por persona. Partimos de Vancouver por la tarde en un día de agosto. El sol resplandecía y tras zarpar pasamos por el hermoso parque Stanley, uno de los más grandes de Canadá con una extensión de 405 hectáreas. Los siguientes dos días, el barco navegó por el fiordo Tracy Arm sin detenerse, a lo que los cruceros le llaman day at sea.
Para los niños, la Goofy’s Pool y el AquaLab eran los puntos de reunión favoritos; para los adultos, la Quiet Cove Pool, donde sólo entran mayores de edad y sirven los mejores cocteles. Las albercas de los buques Disney se calientan de forma automática si la temperatura cae por debajo de los 24 grados, así que no hay pretexto para no disfrutarlas.
Los espectáculos nos reunían a todos, sin importar la edad. Por las tardes, antes de cenar, asistíamos al Walt Disney Theater, un espacio que ocupa tres cubiertas y que tiene una capacidad para 977 espectadores. Ahí comimos palomitas, compramos disfraces y disfrutamos de diferentes shows, como Frozen y Dreams – An Enchanted Classic. Disney es la única línea de cruceros con una cartelera que incluye títulos de Walt Disney Pictures, con estrenos simultáneos en el barco y en cines. Además, sus teatros están adaptados para emitir contenidos en 3D.
El cuarto día llegamos a Skagway en Alaska, un pueblo del siglo XIX, creado gracias al Gold Rush, la carrera por la búsqueda de oro. La localidad cuenta con apenas unos mil habitantes, que en el verano se duplican debido a la enorme cantidad de turistas que arriban en cruceros. En la calle principal hay una gran variedad de restaurantes, tiendas y casas de madera, típicas del Viejo Oeste. Este lugar llegó a ser un pueblo sin ley, con buscadores de oro, mineros, forajidos y prostitutas. Para no perder el mood, la recomendación es comer en el Red Onion Saloon, un restaurante-bar que en la parte superior recrea un burdel de aquella época.
Dentro del barco las opciones para comer no se agotan nunca, pues hay infinidad y para todos los gustos y antojos. El barco cuenta con cuatro restaurantes con una gran oferta gastronómica internacional, desde cocina americana hasta francesa, pasando por italiana, mexicana e india. Uno de ellos es el Cabanas, ubicado en la popa, el cual ofrece un buffet para el desayuno y la comida; la vista al mar rodeado de montañas y frondosos bosques desde la terraza trasera es impresionante. Un paraíso de tierra y agua. No hay nada mejor que tomarse un café mientras se observa este paisaje y se respira el aire fresco y puro. Otro de los restaurantes es el Triton, que tiene una decoración estilo art déco y motivos de la película La Sirenita. Aquí se pueden probar platillos de cocina americana y francesa. En las noches ofrecen carnes, pescados y un extenso menú de postres.
Para la comida la mejor opción es el Tiana, un restaurante que asemeja a un local del barrio francés de Nueva Orleans. Colores verde y crema decoran el espacio, en el cual se pueden degustar platillos criollos y cajún a base de pescados y mariscos, como los camarones jambalaya, mientras se escucha jazz en vivo. También cuentan con menú para niños. El cuarto restaurante, de menor tamaño, es exclusivo para adultos. El Palo sirve cocina italiana con un toque moderno.
Para el entretenimiento de los niños hay varios clubes que ofrecen diversión y diferentes actividades. El principal es el Disney’s Oceaneer Club. Aquí sólo pueden entrar aquellos que tienen entre 3 y 12 años. Además, para mayor tranquilidad, los menores llevan pulseras electrónicas que les permiten el acceso al lugar, pero no la salida, a menos que vayan acompañados de sus padres. El sitio cuenta con múltiples juegos y amenidades. Los espacios incluyen sets con temas de películas de Disney, como The Avengers y Toy Story, y tienen pantallas para ver películas animadas y computadoras con juegos. También hay un par de mesas donde pintan o colorean figuras de Mickey y otros personajes, al igual que varias actividades de convivencia organizadas por los monitores, quienes forman parte de las 950 personas de más de 60 nacionalidades que componen la tripulación del Disney Wonder. Además, los niños pueden comer y cenar ahí. De esta manera, los padres pueden disfrutar de una cena romántica, ya sea en un restaurante o en su propio camarote.
A pesar de ser un crucero de Disney, las opciones de convivencia para los adultos son igual de buenas. Para tomarse una copa, hay que ir al Cadillac Lounge y al pub inglés Crown & Fin. El primero asemeja a un bar hollywoodense de los años cincuenta, tiene una gran barra y asientos de cuero con vista al mar. El segundo es ideal para tomarse una cerveza y ver alguno de los partidos en una de sus múltiples pantallas. Otra opción es la discoteca Azure que ofrece cocteles inspirados en temas del mar, como Le Grand Bleu que está preparado con vodka y lima.
El quinto día, el barco siguió hacia el norte para llegar a Juneau, la capital del estado de Alaska, donde la población es menor que en Anchorage y Fairbanks. Esta ciudad fue bautizada a finales del siglo xix en honor al minero Joseph Juneau. En este punto una de las mejores actividades es el viaje en helicóptero a uno de los glaciares. Alaska es una inmensa llanura que le da hogar a osos, lobos, alces, cabras y águilas calvas. También a 700 000 personas que se reparten en un millón y medio de kilómetros cuadrados. Una distribución que lo hace uno de los territorios más despoblados del planeta. El crucero también pasa por Glacier Bay, una reserva natural que se extiende por Alaska a lo largo de 105 kilómetros. Bañada por aguas del océano Pacífico, es lugar de paso de las famosas ballenas grises que en primavera inician su migración. Un impresionante espectáculo natural que nos tocaría presenciar un par de días después.
El sexto día llegamos al puerto de Ketchikan. Las actividades aquí van desde una aventurera experiencia en kayak hasta un tranquilo paseo en un gran catamarán. Con sus profundos valles formados por glaciares y la lava que fluye del volcán en actividad, Misty Fjords ofrece unas preciosas vistas de las formaciones naturales que se reflejan en las tranquilas aguas de los estuarios del Pacífico. Pero lo mejor de esta parada, aunque parezca increíble, son las deliciosas patas de cangrejo que puedes comer en el Florida Bill’s Crab Cracker, uno de locales más famosos de comida del mar.
Tristemente, el viaje llegaba a su fin. El séptimo y último día, mientras nos dirigíamos hacia el sur, de regreso a Vancouver, un grupo de ballenas grises nos regaló un gran momento al nadar cerca del barco, como si supieran que era nuestra última oportunidad para verlas. Sin duda, fue la mejor despedida que pudimos tener tras una semana inolvidable a bordo del Disney Wonder.
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