Emma Camp se enamoró de los arrecifes y los corales desde la primera vez que su padre la llevó a esnorquelear. Debajo del agua, Camp descubrió un mundo lleno de vida y colores, algo que jamás hubiera imaginado si no se hubiera asomado a las profundidades. Fue por esa experiencia de su infancia que decidió estudiar biología marina y dedicar su vida al estudio de estos seres que conforman la estructura viva más grande de todo el planeta, la Gran Barrera de Coral.
Desgraciadamente, muchas cosas han cambiado en nuestros océanos y en la Gran Barrera por los efectos del cambio climático durante los últimos años. Entre 2016 y 2017 se perdieron dos terceras partes de la franja norte y se calcula que, en total, ya ha muerto 50 % de todo este ecosistema. “Si seguimos así, es muy posible que la Gran Barrera desaparezca del todo durante nuestra vida.” Es un pronóstico terrible que Camp no está dispuesta a dejar que ocurra, porque, como ella misma explica, “no puedo soportar la idea de decirles a mis hijos que nuestra generación sabía que los arrecifes estaban muriendo y no hizo nada para salvarlos”.
¿Cómo salvar a los arrecifes?
El trabajo de Camp —laureada asociada de los Premios Rolex a la Iniciativa 2019— se ha concentrado en estudiar una serie de corales extraordinarios que consiguen sobrevivir en situaciones muy adversas: altas temperaturas, aguas muy ácidas y muy baja disponibilidad de oxígeno. La gran mayoría de estos supercorales se encuentra en manglares y, aun en estas condiciones hostiles, consigue sobrevivir. Y ésas son las mismas condiciones que, debido al calentamiento global, están enfrentando todos los arrecifes. Al estudiarlos y entenderlos, Camp busca una clave para salvarlos a todos.
Como parte del proyecto de Camp, se ha comenzado a instalar una especie de viveros submarinos donde se busca que crezcan estas especies extraordinarias. Utilizando rejillas que se colocan estratégicamente en espacios degradados, se plantan pequeños pedacitos de coral que funcionan como esquejes. Poco a poco, éstos empiezan a crecer y a revitalizar una parte del arrecife que estaba muerta. A la fecha tienen más de 3 000 esquejes de distintas especies de coral y su desarrollo se monitorea cuidadosamente.
La educación
Camp, que estudió Administración Ambiental y Ciencias del Medioambiente y Química, sabe que otro elemento crucial en su proyecto es la educación y el trabajo con gobiernos, empresas, operadores turísticos y científicos, y que de esas alianzas y trabajo conjunto depende el éxito futuro de esta iniciativa. Hoy, en la Gran Barrera, los operadores que llevan a los turistas a explorar los arrecifes se encargan también de transmitir este conocimiento y explicar el efecto de la crisis climática y de la labor de Camp en ese contexto.
Este modelo, que Camp ha aplicado en Australia, puede replicarse en cualquier lugar del mundo y con cualquier arrecife en riesgo. En México, en la zona de la Riviera Maya, se ha empleado ya un programa muy similar gracias a Oceanus. En este sistema se crean también viveros a partir de los cuales se va restituyendo los arrecifes que han sido dañados. Al estudiar y entender, desde la biología y la química, cómo funcionan estos seres y cómo los afectan los cambios en su ecosistema, es posible que Camp y muchos investigadores consigan salvar los arrecifes para que sean también parte de la vida de las generaciones por venir.