Lo primero que hay que saber antes de visitar la Sima de las Cotorras, en Chiapas, es que madrugar es un requisito obligatorio. Es necesario ganarle a la luz y adelantársele al instinto de los miles de pericos que, desde los primeros momentos del sol, están listos para dejar sus nidos por el día.
En el sur de México, a las afueras de la Reserva de la Biosfera Selva El Ocote, reinan los exuberantes paisajes en los que la vegetación es tan vasta que sale de todos lados, hasta del suelo. No obstante, entre todo el verde que hay se tienen que cuidar los pasos, pues no vaya a ser que uno se tope con una formación natural hecha de piedra calcácea que lleva el nombre de la Sima de las Cotorras. Se trata de un agujero inmenso que es hogar de miles de pericos verdes.
Un ecosistema único a 140 metros bajo tierra
Se cree que dicho orificio de 160 metros de diámetro se formó por miles de años de erosión, aunque otra teoría considera que pudo tratarse de una caverna cuyo techo se desplomó. Sea como haya sido, el resultado evolutivo de la Sima de las Cotorras es fascinante. En el suelo de este hoyo crecen una gran cantidad de orquídeas y árboles –poco comunes en la región– que alcanzan los 30 metros de alto, como los caobas.
Viajar a la Sima de las Cotorras
Para poder contemplarlo todo sólo hay que esperar al amanecer. Es necesario llegar desde antes, cuando todavía no ha salido el sol; algunos viajeros llegan directo desde Tuxtla Gutiérrez –a 1:30 horas–, y otros optan por hospedarse en el hotel del sitio: una construcción de piedra con numerosas habitaciones que invita a salir a caminar por los alrededores y a hacer fogatas en el frío húmedo de la oscuridad.
El día del espectáculo es necesario hacer una pequeña caminata hasta los bordes de la sima –se recomienda llevar un buen suéter–. Cuando el cielo apenas se pinta de colores, se puede empezar a escuchar movimiento, piares inquietos. De repente, sale una cotorra. Después le sigue una pareja –esta especie de aves es monógama–, luego otra. En ese momento los ojos batallan para enfocar, pues la iluminación tenue y la velocidad de las aves hacen que más de una persona los confunda con murciélagos. Pero después no queda la menor duda: de un momento a otro, la parvada entera surge del subsuelo en forma de espiral.
Los primeros pares en salir son los que ya están “casados”, mientras que los últimos son los más jóvenes o aquellos ejemplares que siguen solteros. Hay que destacar que para poder atestiguar el espectáculo se necesita un poco de suerte, pues así como hay mañanas en las que aparece toda la comunidad de cotorras, hay ocasiones en las que solo vuelan algunas. Dicho eso, las posibilidades de tener un buen día son mayores entre marzo y octubre.
Descender por las rocas milenarias
El espectáculo es breve; una vez que las cotorras han salido de su guarida, no regresarán hasta el atardecer. Por eso, el sitio ofrece a los visitantes una gran variedad de alternativas de ecoturismo, entre ellas una bajada en rappel hasta el fondo de la Sima de las Cotorras.
Durante este trayecto es posible distinguir líneas horizontales, un tanto inclinadas, que son la prueba del paso del tiempo y del pasado sedimentario del suelo chiapaneco. Las personas pueden caminar por delgados pasillos naturales de roca y asomarse hacia abajo. Incluso hay algunas paredes en donde hay la oportunidad de apreciar algunas pinturas rupestres –manos, representaciones de humanos y animales– plasmadas en tonalidades rojizas y negras.
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Foto de portada: cortesía Turismo Chiapas
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