Míkonos
Fiesta, fiesta, y pluma, pluma gay, cantaba años atrás el dúo español Los Morancos. Bien podría ser este el himno oficial (versión top) de Jackie O., un despampanante resto-bar sobre la playa Super Paradise de Míkonos, la isla que el Huffington Post ha descrito como “el destino gay por excelencia”: una inmensa terraza frente al mar donde se sirve vino blanco helado con dips de babaganoush y langosta fresca, una pileta prístina rodeada de reposeras donde echarse –elegantemente– al sol, dos barras circulares que sirven Mojitos y Mimosas, un DJ que mezcla David Guetta con Aretha Franklin, y habitués que pululan vistiendo sungas o trajes de baño Vilebrequin, sombreros Panamá y bolsos Prada.
Un paraíso sibarita gay, hetero-friendly. De noche, vale la pena reservar una mesa en Interni, un restaurante y bar en un jardín escondido en las laberínticas callejuelas del centro de Míkonos, tan sofisticado como sus platos: tartar de atún con manzana y jengibre, hamburguesa de langosta con wasabi, robalo al tamarisco (interni-restaurant.gr). Para terminar el agobiante día de sol, cerveza helada y toneladas de queso griego, conviene refugiarse en alguna de las villas con vista al mar del Hotel Belvedere.
Paros
Hay que llegar al atardecer, con la luz añeja que se cuela entre las calles de piedra y las enredaderas fucsias que trepan las fachadas de sus casas imposiblemente blancas, blanquísimas, de postigos y cúpulas azules: una visión de ensueño, más deslumbrante y perfecta que una postal.
La zona del puerto seguro estará invadida por aquellos hambrientos viajeros que con muy buenos ánimos llenan las mesas sobre las veredas, mientras que en los callejones que zigzaguean la isla –de apenas 15 000 habitantes- habrá parejitas caminando de la mano o tomándose fotos.
Entre las tiendas que venden túnicas estampadas y bolsas de playa, está el café y bar Sousoro, un buen sitio para hacer un alto, probar un trago fresco y conocer a otros viajeros. Al caer el sol será momento de buscar un sitio en Siparos, un restaurante sobre la playa de Naoussa que sirve pulpo grillado, ostras y demás delicias de mar, y volver con la panza llena a reposar en el Yria -al otro lado de la isla- un petit hotel de lujo.
Santorini
Como una princesa vanidosa, la isla de Santorini se erige con altura y desparpajo entre las Cícladas, confiada en ser la más hermosa del reino. Y tal vez lo sea: la mayoría de las fotos de Grecia que ilustran guías turísticas y sitios web son de allí, el típico paisaje con cientos de casitas blancas amontonadas en acantilados sobre el mar azul turquesa, que brillan con la luz anaranjada del atardecer.
Sí, es tan irritantemente perfecta y hermosa como en las fotos (o más) y uno queda en una suerte de estado catatónico con semejante paisaje, sobre todo visto desde la parte más alta de la isla, Oia. Allí, el bar del hotel Katikies sirve champagne helado y platos frescos frente a su alucinante infinity pool, y conviene alojarse ahí mismo o a pocos metros, en el hotel Kirini, que destila sofisticación con sus habitaciones y spa de lujo. Antes de dejar la isla es menester ver la puesta del sol en el Katharos Lounge, donde preparan una sangría descomunal.