En 1994, la UNESCO inscribió a catorce conventos en los estados de Morelos y Puebla dentro de su lista de Patrimonio Cultural de la Humanidad. Todos fueron construidos en el siglo XVI y se conservan bastante bien, pero su verdadera importancia radica en algo más: su construcción marcó la pauta para la colonización, el poblamiento y la evangelización de prácticamente todos los territorios de la América española: desde California, hasta los Andes.
Primeros Conventos del siglo XVI en las laderas del Popocatépetl
Ubicación: Estados de Puebla y Morelos
Fecha de inscripción: 1994
Categoría: Bien cultural
Historia
Apenas habían pasado tres años desde la caída de Mexico-Tenochtitlan, cuando comenzó formalmente la evangelización de la América continental con la muy simbólica llegada de 12 frailes franciscanos en 1524. La cristianización de sus nuevas posesiones americanas era una prioridad de la Corona Española, pues desde 1493, el Papa Alejandro VI había emitido una serie de bulas pontificias que le daban a España el derecho de ocupar los territorios que se descubrieran en el Nuevo Mundo, siempre y cuando evangelizaran a los pobladores de esas nuevas tierras.
Los franciscanos fueron seguidos por los dominicos y los agustinos. Cada vez más frailes comenzaron a llegar a América, y para poder evangelizar de la mejor manera, todos buscaron instalarse cerca de los principales núcleos de población indígena. Para su primera gran campaña religiosa, muchos escogieron la zona alrededor del Popocatépetl, y procedieron entonces a edificar grandes conventos que les ofreciesen un lugar donde bautizar y oficiar misa, pero en el que también pudiesen vivir, educar y contasen con todo lo necesario para apoyar su labor de conversión religiosa.
Sin embargo, y ante la enormidad de su tarea, y con los escasos elementos que tenían a la mano, los frailes idearon un tipo de complejo conventual novedoso que era diferente del europeo. El nuevo modelo se caracterizaba por contar con un enorme atrio rectangular, una imponente iglesia de una sola nave, y un convento tradicional construido en torno a un patio. El nuevo arquetipo probó ser práctico, se replicó por toda la región, y eventualmente por prácticamente todo el virreinato novohispano. Numerosos conventos del siglo XVI pueden encontrarse en diversos estados de México, y en el norte el modelo fue adaptado en las famosas misiones-presidio que se utilizaron para poblar y colonizar el desierto.
Con el paso de los siglos, y aunque las iglesias se mantienen como tales, la inmensa mayoría de los conventos han quedado desocupados Sin embargo, siguen conservando la importancia dentro de sus respectivas comunidades, y muchos albergan escuelas o clínicas de salud, y se mantienen como puntos de encuentro y socialización por excelencia. Además, y salvo por algunas adiciones, todos los antiguos complejos se han conservado de una manera muy buena, y algunos aún mantienen espectaculares ejemplos de pintura mural. De esta manera, la UNESCO inscribió a catorce de ellos dentro de su lista de Patrimonio Mundial en 1994.
Qué ver
Los 14 conventos que ostentan la denominación de Patrimonio Mundial comparten dos características principales: la relación entre los espacios abiertos y los cerrados; y la importancia que tiene el atrio dentro de todo el conjunto. Sin importar cual sea el que se esté visitando, hay que prestarle atención al atrio antes de entrar a la iglesia. Aunque sean de origen europeo, estos espacios adquirieron en América una importancia nunca antes vista, pues resultaron ser los espacios más prácticos y versátiles para la evangelización en masa. Los atrios americanos adquirieron así proporciones nunca antes vistas en el Viejo Continente y fueron dotados con espacios especiales.
En las esquinas de las bardas que los delimitan hay que buscar las capillas posas, que servían para ofrecer descanso y posar al Santísimo Sacramento cuando éste era sacado en procesión por el atrio. Asimismo, los muros suelen tener nichos que servían como señalética para realizar el viacrucis. Mención aparte merecen las capillas abiertas, impresionantes espacios semitechados que combinan el templo cristiano con el teocalli indígena, y las cuales no sólo eran capaces de alojar a públicos muy extensos, sino que también permitían la adoración religiosa al aire libre–una costumbre fuertemente arraigada en las sociedades mesoamericanas.
Aunque son famosos por su aspecto de castillo-fortaleza (con todo y almenas incluidas), varias de las iglesias cuentan con elementos de inspiración gótica, mudéjar, renacentista y manierista, y bien vale la pena buscarlos, sobre todo en el ábside, en el sotocoro o en las nervaduras de las bóvedas. Además, algunos conservan pinturas murales originales, sobre todo en la parte de los conventos. Uno de los muros del de Huejotzingo está decorado con una pintura que ilustra a los 12 frailes franciscanos originales, mientras que el claustro del de Tetela del Volcán igualmente resguarda frescos hermosos.
Cuándo ir
La cercanía de varios de los conventos entre ellos, es la excusa perfecta para realizar un road trip, y de paso recorrer varios de los más pintorescos pueblos morelenses. Una gran idea es planear la visita para febrero durante la época de carnaval, pues estas fiestas ocupan un lugar importante en el calendario de muchas de estas poblaciones, y aunque el de Tepoztlán suele acaparar los reflectores, los de Huejotzingo y Tlayacapan bien merecen ser considerados.
De la misma manera, la Semana Santa es probablemente el mayor evento del año en estas poblaciones. Ya sea con enormes procesiones, altares a la Dolorosa en casas locales, o pequeños calvarios erigidos a la mitad de los atrios de los conventos, esta época es la mejor para adentrarse y ver de primera mano una organización comunitaria que se ha transmitido de generación en generación, desde que los antiguos frailes instauraran el calendario de festividades cristiano en la primera mitad del siglo XVI.
Cómo llegar
De los catorce conventos que componen la ruta, once se encuentran en Morelos: Atlatlahucan, Cuernavaca, Hueyapan, Tetela del Volcán, Yautepec, Ocuituco, Tepoztlán, Tlayacapan, Totolapan, Yecapixtla y Zacualpan de Amilpas; los otros tres (Calpan, Huejotzingo y Tochimilco) están en Puebla.
Saliendo de la Ciudad de México, una buena idea puede ser planear una ruta que comience en Cuernavaca y termine en Tochimilco, Puebla. La gran mayoría de los conventos están muy cerca entre ellos, así que se puede comenzar en la capital morelense para seguir, en este orden, con Tepoztlán, Yautepec, Tlayacapan, Totolapan, Atlatlahucan, Yecapixtla, Ocuituco, Tetela, Zacualpan y Hueyapan, para terminar ya en Tochimilco. En total esta ruta abarca alrededor de 180 km. Huejotzingo está algo más retirado, pero puede visitarse junto con Calpan, como parte de una ida a Puebla.
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¿Sabias qué…?
Aunque se suele decir que el diseño de fortaleza que caracteriza a estos conventos se debe a que los frailes buscaban protegerse de ataques de los indígenas, su apariencia responde a una situación más bien simbólica. Siendo extranjeros en una tierra desconocida, los frailes buscaban que los monasterios se erigieran como ‘fortalezas de fe’ en un territorio no-cristiano.