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Tejiendo México: el caracol púrpura y la seda criolla

De la mano de Lincoln, recorrimos el estado de Oaxaca para conocer las historias detrás de sus maestros artesanos textiles.

POR: Marcella Echavarria

Viajar por México y adentrarnos en sus secretos mejor guardados nos lleva a entender la nueva definición de lujo: apreciación por lo local, lo hecho a mano, el talento de nuestros artesanos, la belleza del paisaje, los sabores locales, las texturas de los textiles y la calidez de la gente.

De la mano de Lincoln, la serie Tejiendo México propone un recorrido por el estado de Oaxaca y su riqueza artesanal a bordo de la nueva SUV Aviator Grand Touring Híbrida Conectable, que inicia el camino hacia la nueva era de electrificación y abraza la sustentabilidad en todos los aspectos. 

Foto: Frank Coronado.

El púrpura para conservar 

Junto con el azul del añil y el rojo de la cochinilla, el púrpura es uno de los tres colores sagrados de México. Las costas de Oaxaca son uno de los últimos lugares donde se ordeñan los moluscos para crear este tinte. Durante miles de años, los mixtecos han obtenido este color único de los caracoles llamados Tixinda o Púrpura Pansa (Plicopurpura pansa), cuyo tinte se extrae siguiendo los ciclos de la luna y sin dañar a los animales. 

Foto: Marcella Echavarría.

En Pinotepa de Don Luis nos encontramos con Don Mauro Abacucuc, maestro tintorero, quien nos cuenta que entre los meses de octubre y marzo, armados con madejas y un palo de madera puntiagudo, los tintoreros esperan pacientemente a que bajen las mareas y se vean los caracoles pegados a las piedras. “Los caracoles se ordeñan hasta que liberan la tinta que se aplican a las madejas. Los hilos toman un color verde amarillento y el púrpura, a medida que el oxígeno y el sol los abracen. Terminada la labor, regresamos el  caracol a las piedras para recuperarse e iniciar un nuevo ciclo” afirma.

Los tintoreros y tejedoras mixtecos representan una tradición cultural muy antigua. Las mujeres todavía usan el telar de cintura para tejer el posahuanco (enredo) y los huipiles y rebozos tradicionales, que visten con orgullo. Las tejedoras de Pinotepa de Don Luis surten de posahuancos a las mujeres de San Juan Colorado, Iztayutla, Tlacamama, Xicayan y Jamiltepec.  

Foto: Abisai Navarro.

Amada Sanchez, líder de la cooperativa Mexican Dreamweavers, nos explica la historia de los posahuancos que usan las mujeres mixtecas, elaborados con los tres colores sagrados y con profundos significados mágico-religiosos asociados con la fertilidad y la muerte.  “El caracol es símbolo de vida, maternidad, fertilidad y renovación para los pueblos antiguos”.

 Desafortunadamente, el caracol púrpura está en riesgo de extinguirse por varias razones. La primera es la falta de apreciación de un color natural mágico, maravilloso, único en el mundo y muy mexicano.  La extracción del tinte del caracol es un proceso arriesgado que toma mucho tiempo y conocimiento tradicional. Además, durante décadas la emigración ha afectado a estas comunidades.

Foto: Marcella Echavarría.

La segunda razón es la sobreexplotación causada por el desarrollo rápido y desorganizado en toda la costa oaxaqueña. La pesca indiscriminada de estos moluscos como ingrediente de ceviche en lugar de valorar su inmenso valor cultural es otro de los problemas graves. La tercera razón es el calentamiento global, ya que al  Tixinda no le gustan las aguas cálidas. El deterioro de la especie purpura pansa tiene serias implicaciones culturales y económicas. 

Afortunadamente, desde 1988, el caracol púrpura goza de protección federal, lo que significa que solo los tintoreros mixtecos autorizados pueden cosechar los caracoles. Hoy solo 15 tintoreros, liderados por Mauro Habacuc Avendaño, de 80 años y jefe de la Cooperativa de Tintoreros, se dedican a este oficio. Todos viven en el área de Pinotepa de Don Luis. “Antes caminábamos ocho días desde Pinotepa hasta las costas de Huatulco, donde permanecíamos durante la temporada. En aquel entonces, podíamos teñir cuatro madejas grandes en un día, al menos dos docenas en el transcurso de un viaje. El año pasado, fuimos por ocho días y solo trajimos tres madejas”. afirma Habacuc. Se necesitan cuatro madejas para tejer un posahuanco. 

Foto: Marcella Echavarría.

 La Cooperativa Mexicana Dreamweavers es una organización sin fines de lucro —liderada por la abogada Patrice Perillie— que busca apoyar a los tintoreros y tejedores de la zona. Mas allá de un color, la cultura del caracol representa una tradición con un equilibrio perfecto entre sociedad, naturaleza, cultura, religión y economía. “Es de crucial importancia salvar y conservar esta antigua tradición mixteca de más de 1000 años, patrimonio cultural de México, símbolo de identidad y resistencia” afirma con énfasis Don Abacuc.  

Foto: Abisai Navarro.

Seda criolla en San Pedro Cajonos

En un ciclo que respeta la naturaleza, los artesanos de San Pedro Cajonos transforman capullos de seda en textiles únicos. Esta comunidad zapoteca de 1600 habitantes, a unos 90 km de la ciudad de Oaxaca, está rodeada de los bosques de pino y encino de las dramáticas montañas de la Sierra Norte. 

En San Pedro Cajonos, 40 familias se dedican a la sericultura y el tejido. La mayoría se enfoca en la cría de orugas de seda, mientras otros hilan,  tejen, o tiñen, siendo el rapacejo o fleco una de las actividades más especializadas. Recientemente, estas familias artesanas se han organizado bajo la marca colectiva Seda Yagaa (montaña en zapoteco) para llegar a nuevos mercados, mientras se termina la construcción del primer Santuario del Gusano de Seda en México, el cual contará con un laboratorio de sericultura para la crianza de gusanos. 

Foto: Marcella Echavarría.

Visitamos a la familia del artesano Moisés Martínez Velasco, quien nos recibió con el tradicional caldo de guajolote y café de olla en una fría mañana de otoño. “Aunque se tiene registro del uso de seda silvestre desde la época prehispánica en esta zona de Oaxaca, esta tradición se consolidó durante la colonia. La seda Bombyx y la morera fueron introducidas en Oaxaca por los españoles en 1530; a mediados del siglo XVI, la Mixteca era el principal centro sericultor de la Nueva España; luego en 1541, la Mixteca Alta era la región sedera de mayor producción en el Virreinato, ya que junto con el valle de Oaxaca alcanzó una producción total de 9000 libras de seda hilada, hecha por gusanos alimentados con moreras silvestres. Los cronistas dominicos, por su parte, atribuyen la introducción de la seda a su orden, por medio de fray Domingo de Santa María y fray Francisco Marín”, asegura Moisés. 

Foto: Adriana Vasquez.

La historia de la seda no es continua, pues esta tradición se ha visto interrumpida en algunos momentos. “Entre 1982 y 1983 quedaban solamente en la comunidad cuatro señoras que sabían la producción de seda, por eso nos unimos para rescatar el hilado del capullo con el malacate, e hicimos una crianza muy grande con gusano criollo”, afirma Estela Zarate López. En 1985, la tradición fue recuperada y continúa desarrollándose como una de las fuentes de ingreso más importantes de la zona.  

 El trabajo alrededor de la seda es totalmente artesanal y requiere de hasta tres meses de principio a fin. Para empezar, está el nacimiento de las orugas, que se alimentan con las hojas más tiernas del árbol de mora mientras se desarrollan y alcanzan la edad adulta. A los 25 o 30 días de cría, la oruga empieza a realizar sus capullos y logra terminar el proceso en sólo cuatro días. Quince días después, empiezan a nacer las polillas que darán los huevecillos para la siguiente crianza. “Así como la oruga se transforma en mariposa, nosotros nos transformamos en artesanos,” afirma Moisés. 

Foto: Adriana Vasquez.

En San Pedro Cajonos trabajan dos tipos de capullo: criollo y mejorado. El primero tiene su nicho natural en la Sierra Norte, y los mejorados no nacen directo de la mariposa, sino que son adquiridos con un distribuidor. Sin embargo, los capullos formados por gusanos criollos tienen un color amarillo intenso, mientras que los “mejorados” son blancos. 

La familia de Moisés Martínez Velasco ha sembrado alrededor de 1000 plantas de moreras para la alimentación de las orugas de seda, las cuales, como todo trabajo agrícola, requieren de riego, abono y poda con el propósito de cortar hojas de mora para la cría, que se hace dos veces al año, entre abril-mayo y julio-agosto. Esta familia también se dedica al cuidado y manejo de los huevecillos, así como a la alimentación de las 60,000 orugas que crían al año aproximadamente.  

Foto: Marcella Echavarría.

El proceso del hilado comienza cuando se hierven los capullos del gusano para formar una greña. Aunque en algunas partes del mundo este proceso se hace cuando el gusano aún está dentro del capullo, la familia Martínez prefiere esperar a que naturalmente la mariposa lo abandone, sobre todo cuando son criollos, pues sólo éstos tienen la facultad de generar nuevos huevecillos. Durante el hervido y lavado, los capullos de gusano criollo pierden el color amarillo y se vuelven blancos.

Las artesanas llevan a cabo el proceso de hilado manualmente, con malacate o con un aparato mecánico de pedal. Poco a poco se van formando las bolas de hilo de seda, listas para pasar al urdidor. Posteriormente, los hilos se tejen en telar de cintura, creando piezas como rebozos, huipiles y bufandas con un terminado muy conocido como el rapacejo, que le da un efecto muy bello a estos lienzos.

Foto: Marcella Echavarría.

Foto: Frank Coronado.

 

Uno de los aspectos mas relevantes de la cultura del caracol, es que la extracción del tinte ocurre sin hacer daño al animal, en ciclos auto-renovables de 28 días. Lincoln Aviator PHEV comparte el principio de trabajar con energía renovable al tener un sistema de propulsión hibrido enchufable y la capacidad de recorrer hasta 34 kilómetros en modo 100% eléctrico a una velocidad de 135km-h.

El diseño de Lincoln está centrado en las necesidades y deseos de las personas. De hecho, Lincoln Aviator PHEV comparte con la seda de Oaxaca el enfoque en procesos artesanales únicos que generan una experiencia de santuario personal, un tipo de lujo silencioso y personal, accesible a conocedores de la verdadera belleza.

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