Foto: La atolería. Arturo Lavariega. 2021.
Cuando se construyó Oaxaca, el color de las piedras cercanas le dio su personalidad cromática. Ahora, arquitectos y artistas están inventando una nueva paleta de colores.
El color de la cantera
Antes, el color de una ciudad dependía de sus piedras. Usadas en calles y construcciones, las piedras cercanas le daban su personalidad cromática. Por eso París es crema, Verona es roja, y Oaxaca es verde. “Oaxaca es una ciudad de jade”, escribió el historiador Manuel Toussaint, refiriéndose al color de la cantera al mojarse.
Pero hasta las piedras cambian. ¿De qué color es Santo Domingo? “Amarillo”, respoderá la mayoría de oaxaqueños. Sin embargo, no siempre se vió así. El amarillo es una capa de arcilla que se formó sobre las piedras.
Esto se confirmó en 1994 cuando, al limpiar la fachada del ex-convento, se dejó descubierta la cantera verde. La iglesia continúa siendo amarilla porque no se contempló dentro de los trabajos de restauración.
Incluso algunas piedras quedaron a medio limpiar, dejando una línea que delimita el amarillo-arcilla de la iglesia, del verde-cantera del ex-convento. (Esto fue expuesto por la investigadora Fernanda Martínez Camacho en su plática “El cambio del color de la cantera verde de Oaxaca ¿suciedad o pátina?“)
En la arquitectura, la dureza de las piedras predice su función. En Oaxaca, la cantera verde se usaba para construir, mientras que la rosa —que es más blanda— se utilizaba para ornamentar: los trabajos detallados requieren de piedras que sean fáciles de cincelar.
Por eso, las cornisas y estatuas de los edificios verdes son casi siempre rosas.
Las pinturas industriales
Luego vino el cemento y las pinturas industriales y fue posible cubrir grandes superficies con colores uniformes. Ahora, los habitantes de Oaxaca pintan sus casas y negocios con cada uno de los treinta y nueve colores aceptados por el municipio.
Casi todo está permitido excepto los fluorescentes. Y mientras que en otras ciudades se valora la uniformidad (en Taxco todas las construcciones son blancas), en Oaxaca se busca la diferencia. Los límites de las propiedades coinciden con los cambios de colores, y los habitantes rara vez permiten que se confundan.
Frecuentemente aparecen cuentas de instagram, como @wallsofoaxaca que muestran la variedad de colores de las fachadas y fotógrafos como Alejandro Echverría usan esta diversidad como parte de su obra.
Inventando colores
Recientemente, arquitectos y artistas han creado sus propios colores usando materiales singulares capaces de evocar ideas y sensaciones distintas. En el 2019, la arquitecta Flor Gutiérrez Cantón usó veintiocho kilos de añil (la penúltima capa llevó ceniza) sobre cal apagada para crear la fachada de estuco azul de Café Café (M. Bravo 303, esquina Porfirio Díaz). “Es una continuación del cielo”.
El artista Luis Zárate utilizó el hollín de hornos de leña, que mezcló con tierra, sobre una base de baba de nopal para crear un color especial para el interior de Masea, un expendio de productos a base de maíz y trigo.
Quería que recordara la fabricación tradicional del pan. “Es como si te asomaras al horno de leña. No es negro; es un gris sordo”.
“Yo les llamo tonos perdidos”, dice Zárate, “no están en la paleta de colores de Comex”, refiriéndose a los tonos especiales que crea para sus proyectos. En el restaurante La atolería, Zárate quería evocar la tonalidad del maíz y las casas tradicionales de adobe. Para ello, buscó tierra de la mixteca.
“El color no es homogéneo. Yo le llamo confuso”.
Zárate tiene una sugerencia para los que vayan a pintar sus propiedades: “En Oaxaca había una regla que propuso Rufino Tamayo: que los habitantes pintaran con los colores que quisieran, pero que pintaran con base cal.
La cal hace que cualquier combinación sea agradable: baja los tonos, los apastela. Así ya no importa los colores que usen”.