1. Muchos rumanos hablan español
El rumano es una lengua romance, de modo que es fácil descubrir similitudes entre ambos idiomas. Por otro lado, los rumanos —sabiendo que casi nadie habla su idioma—, son diestros aprendiendo los de los demás.
Casi toda la población domina, al menos, dos idiomas. Lo curioso, respecto a su habilidad con el español, es que muchos lo han aprendido viendo las telenovelas mexicanas que se transmiten allá. Debes preparate para, cuando menos una vez durante todo tu viaje, responder un par de preguntas sobre Thalía.
2. Bram Stoker nunca fue a Rumania
El autor de Drácula nunca visitó el país donde ocurre la novela. Sí, se inspiró en el sanguinario príncipe de Valaquia: Vlad Drăculea (alias Vlad Țepeș) para crear a su mítico conde vampiro, pero no tomó mucho del personaje histórico ni de los lugares donde éste habitó realmente. Debido a eso hay muchos turistas perdidos en busca de los lugares mencionados en la novela…
El lugar más visitado es el castillo de Bran —situado en Braşov, en la región de Transilvania—, al que todos toman por el castillo del Conde Drácula. La historia dice que lo más probable es que el verdadero Drácula nunca haya pasado el tiempo ahí, ya que su verdadero castillo era el de Poenari, ubicado en el distrito de Argeș.
3. Transilvania no es un lugar tenebroso
Quizá la neblina no ayuda mucho en invierno pero, el resto del año, esta región es un lugar luminoso lleno de gente amigable y comida deliciosa. Tiene maravillosas vistas a los montes Cárpatos y un buen número de ciudadelas medievales para visitar, una de las mejor conservadas es la de Alba Iulia, que es su capital histórica. El territorio transilvano se encuentra en el oeste de Rumania y continúa hacia Hungría.
4. Drácula se toma en serio
En Rumania la leyenda del vampiro no es tan exitosa. Eso tiene mucho que ver con dos cosas: una es que durante la dictadura de Nicolae Ceaușescu (1974-1989), la novela de Bram Stoker estuvo prohibida, la otra es que tienen muy claro quién fue Vlad Drăculea y lo consideran un héroe nacional. Eso no evita que algunos hayan decidido hacer negocio vendiendo souvenirs con motivos vampíricos (son escasos, pero los hay), aunque son objetos considerados de mal gusto.
5. Sus artistas y pensadores son más interesantes de lo que sabemos
Están, por ejemplo, la novelista Hera Müller — ganadora del Nobel de Literatura en 2009, quien en su obra da testimonio de los años de la dictadura—, el célebre filósofo Emil Cioran y el poeta y ensayista Tristan Tzara, sólo por mencionar a los más conocidos.
6. Puedes volverte adicto a la comida
Lo básico es maravilloso: ciorbă de burtă, que es una especie de menudo sin picante, sarmale —deliciosos rollitos de col que envuelven carne molida con arroz— y mucha, mucha mămăligă, una especie de polenta que se come con crema ácida y queso fresco. Los vinos rumanos, por cierto, también son una buena sorpresa.
7. El capitalismo sigue siendo una novedad
Cada vez más hay marcas internacionales y centros comerciales, pero ya que el capitalismo sólo tiene 25 años presente en las vidas de los rumanos, aún hay algunos deliciosos escapes de la homogenización global.
Esa es la parte buena, la mala es que hay rumanos cayendo bajo ese hechizo… digamos que se debe estar preparado para ver muchos looks en los que los logotipos son lo más importante.
8. No todo es Bucarest
Como siempre, las capitales son atractivas, pero en este caso no es lo único relevante. Todo el territorio rumano es interesante. Lo más recomendable, para una primera visita, es llegar a Bucarest, pero de ahí hay que viajar a las pequeñas ciudades de la región de Transilvania como la hipster Cluj-Napoca, la medieval Sighișoara —donde nació Vlad Drăculea—, la muy solicitada Braşov —donde está el castillo— y la tranquila Alba Iulia.
9. Todo está puesto para vivir como rey
Las cosas son sorprendentemente baratas: los boletos de tren, la comida, el buen vino… Después de pasar un periodo en Rumania, uno empieza a preguntarse cuánto costará rentar o comprar una casa. La buena noticia para quienes deciden aventurarse a cambiar de país es que los precios de los bienes raíces tampoco son demasiado altos.