Un zapatero en el fin del mundo
Calzados Correa es una zapatería en Buenos Aires a donde han ido Francis Ford Coppola, Hugo Chávez, Benedicto XVI y muchas otras celebridades.
POR: Patricio Lange
Calzados Correa es la historia de tres generaciones de zapateros argentinos. El centro emocional de una familia que, en 1955, abrió una pequeña casa de zapatos a la medida en el barrio porteño de Almagro y, medio siglo después, se convirtió en una tienda de culto en el mundo. Hoy, a este local pintado de azul y con techos altos llegan actores, jeques, príncipes y presidentes de todo el globo, buscando zapatos clásicos hechos a mano con los mejores cueros argentinos. Piezas con un valor que ronda entre los cien y los dos mil dólares.
Don Félix Correa, nacido en 1929 en la provincia de Corrientes, hoy la más pobre de Argentina, fue el artesano humilde que llegó a Buenos Aires y en los años del peronismo fundó esta tienda de calzado masculino tradicional al estilo inglés en un local pequeño de la calle Gascón, el primero que tuvieron antes de mudarse a la calle Mario Bravo, en el popular barrio de Almagro. Empezó remendando y vendiendo el producto a grandes casas de moda de la época, como Harrods, James Smart, Rhoders o Gath & Chaves. La dirigió hasta su muerte, en 1992, sin saber que en el siglo xxi Correa sería el último taller de zapatos hechos totalmente a mano en Argentina, y uno de los pocos que quedan en el mundo.
“Yo le prometí a mi papá que iba a hacer lo imposible por seguir. Antes de que cerraran el ataúd, le dije: ‘Viejo, le pongo el alma a esto’”, relata Félix Correa hijo, que aprendió el oficio con su padre. En 2020, a punto de cumplir 60 años, Félix, junto con su cuñado Héctor Pelizoli, sigue al mando de este taller que parece detenido en el tiempo y, a la vez, está profundamente vivo.
Aquí, Correa y Pelizoli trabajan con una decena de artesanos, hombres mayores, algunos ya jubilados, que dominan oficios hoy reducidos a una élite. Son cortadores, plantillistas, aparadores, fondistas, sueleros, taqueros y empaquistas. “Ni modelista ni diseñador —dice Correa—, yo soy zapatero”.
El eslabón joven de esta fábrica humana de zapatos es Juan Cruz, de 25 años, hijo de Félix y nieto de don Correa. Trabaja desde los 16, atiende al público extranjero, hace las pátinas artesanales y ya diseñó algunos bienes de cuero, como billeteras y bolsos, que sueña con sacar como una cápsula dentro de la marca.
Directores como Francis Ford Coppola; expresidentes latinoamericanos como Luiz Inácio Lula da Silva, Hugo Chávez o Alan García; príncipes como Felipe de Borbón; el papa Benedicto XVI, y miles de hombres de mundo, amantes de las piezas únicas, han caminado con zapatos que la segunda generación Correa hizo a la medida para ellos. “Yo me jubilé acá adentro —dice Pelizoli, de 70 años—. ¿Lo más grande que me puede pasar? Que ellos me llamen y me digan: ‘Me puse tu zapato y me encanta’”.
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