Tres secretos en portugués
Desde un pabellón arquitectónico en Comporta hasta un viñedo minimalista en Évora, descubrimos tres parajes únicos en Portugal.
POR: Redacción Travesías
CasasNaAreia
¿Conoces la expresión “descubrir una joya oculta” o “quedarse en un lugar secreto”? Puedo asegurarte que CasasNaAreia pertenece a esa categoría. No importa que se encuentre apenas a unos kilómetros de Lisboa. Manejamos entre campos de olivos y árboles de corcho, entre pequeñas colinas e interminables planicies. Esto es el Alentejo, una región poco conocida de Portugal que muy pocos viajeros se toman el tiempo de descubrir.
Las instrucciones que nos dieron dicen que debemos dar vuelta a la derecha cuando encontremos un bote de basura en el camino. Cuando finalmente lo hallamos, un camino de terracería serpenteante nos lleva de la autopista principal hasta un campo abierto con arrozales, algunas casitas y, a lo lejos, el estuario del Río Sado. Entonces encontramos la joya oculta. No es nada más una casa de vacaciones cualquiera en una playa llena de turistas.
CasasNaAreia es un pabellón discreto en las dunas, cerca de Comporta, una playa muy de moda y popular entre los locales. En los meses de verano, es el paraíso de los ricos y famosos. Pero, CasasNaAreia está lo suficientemente alejado del bullicio de la playa, más cerca del pequeño pueblo de pescadores de Carrasqueira. El hombre detrás de este hermosos proyecto es João Rodrigues, piloto e instructor de vuelo de tap, la aerolínea portuguesa.
Es obvio que tiene una visión clara y aguda, y no solamente para volar sino para hallar algunos de los sitios más especiales de su país natal. João, junto a su joven familia, pasó varios años buscando el lugar ideal para construir una casa de vacaciones. Cuando encontró un par de casas deshabitadas en un terreno dentro de la reserva natural protegida a lo largo del río Sado, supo que era ahí.
CasasNaAreia fue primero una residencia privada pero cuando la casa fue elegida para representar a Portugal en la Bienal de Venecia y recibió muchísima atención de la prensa internacional, João decidió ponerla en renta, más específicamente a personas que comparten su visión y no buscan unas vacaciones sin alma sino una gema bien escondida que los inspire.
Minimalismo poético
Empecemos por la serena arquitectura de la casa. João quería preservar la esencia de la arquitectura tradicional de la zona, así que las chozas de madera con techos de paja, típicas de los pescadores de la región, sirvieron como inspiración. Comisionó al arquitecto portugués Manuel Aires Mateus para construir una casa que no dañara al de por sí frágil entorno.
La cocina y la sala de estar se esconden en una construcción moderna hecha de paja pero con enormes ventanas que permiten disfrutar del paisaje. Los pisos son de arena. “No sólo porque sirve para conectar el paisaje exterior con el interior sino también porque la arena hace más difícil caminar, te obliga a ir más despacio y relajarte”, nos explica João. El piso de arena se puede calentar para que la sala tenga una temperatura agradable durante las tardes de frío.
Las cuatro habitaciones están escondidas en otras casitas, más pequeñas, con pisos comunes de concreto, más prácticos para meterse a la cama sin llenarla de arena. Todas las habitaciones tienen el mismo tamaño, y son sencillas pero cómodas, con baños privados y amplios ventanales mirando hacia la naturaleza y la alberca.
CasasNaAreia es perfecto para ir con un grupo de amigos o con una familia grande, con niños. Hay mucho espacio, ningún vecino (excepto la amigable concierge, Dolores, que vive en la casa de junto) y suficiente silencio y soledad. Pero no faltan tampoco las comodidades del mundo moderno: una cocina con una cafetera espresso, docks para los iPods, Wi-Fi, tumbonas para acomodarse en el patio y alrededor de la alberca. Pero ninguna modernidad le resta carácter y poesía a CasasNaAreia.
Flamencos y pollo asado
El área alrededor de la casa es también fuera de lo común. Los arrozales y las dunas de arena que rodean CasasNaAreia, y a lo lejos brilla el estuario del río Sado. El hecho de que no sea la clásica imagen que uno esperaría de una casa de playa en Portugal (una playa larga con el océano detrás) es lo que lo hace tan especial. En su lugar están las vistas del peculiar puerto de Carrasqueira, con sus puentes de madera y sus sencillas construcciones donde se guardan las redes de pesca.
Los amantes de los pájaros estarán fascinados por la enorme variedad de aves migrantes, como las bandadas de flamencos. Mientras que Comporta está de moda y es muy animado, especialmente durante los meses de verano, Carrasqueira sigue siendo tranquilo y encantador.
Nos encantó el restaurante O Frango Assado, un local sencillo y sin pretensiones donde uno paga 1.8 euros por un litro de buen vino de la casa y los miércoles y domingos se puede pedir un suculento pollo asado, con papas cortadas a mano, ensalada, vino y postre por unos cuantos euros.
Los hombres de negocio, los pescadores y los albañiles del pueblo, todos vienen aquí a disfrutar de una sencilla comida gourmet. También hay que probar los pescados y los calamares, locales y súper frescos. Mientras disfrutamos de nuestra comida casera en O Frango Assado, un grupo de locales está viendo el futbol en una vieja televisión en la esquina del restaurante. Tal y como debería, nunca está tranquilo un local como éste. Y después de un rato con los sabores y colores del pueblo, es hora de regresar a la soledad y tranquilidad de nuestro refugio.
L’And Vineyards y hotel
El pueblo de Montemor-O-Novo fue alguna vez una fortaleza, rodeada de gruesas murallas y oculto para el resto del mundo. Los viñedos L’And fueron construidos siguiendo ese mismo modelo: un refugio de lujo y exclusividad. Altos muros de piedra rodean el área de campos verdes de 66 hectáreas donde crecen viñas y olivos.
Cruzamos las puertas de la propiedad e inmediatamente nos invade un sentimiento como de haber dejado el mundo atrás. Cuando L’And Vineyards abrió sus puertas el año pasado, inmediatamente fue reconocido por las revistas internacionales Condé Nast Traveller y Travel & Leisure como uno de los proyectos más interesantes de Portugal. No es nada más un hotel con un spa sino también un proyecto residencial donde las villas se pueden comprar y los dueños pueden producir vino propio, de sus viñas. De alguna manera es como si fuera un club de vino donde uno puede comprar su propio viñedo.
Diseño de primera
Ocultas entre la exuberancia del paisaje, las villas en forma de cubos contrastan dramáticamente con los intensos cielos del Alentejo. Las 22 suites tienen el mismo tamaño, la única diferencia es que las Sky Suites ofrecen a los huéspedes una inmensa ventana encima de la cama que se abre de manera automática para disfrutar de una noche estrellada.
Todas las habitaciones tienen máquinas de Nespresso, dock para cargar electrónicos y una hermosa tina de piedra, además de patios internos y externos con fogatas. L’And Vineyards fue diseñado por el arquitecto brasileño Marcio Kogan, quien utiliza la calidez de los tonos de la tierra, los materiales naturales (como la madera y la pizarra) y asombrosas piezas de mobiliario. Por ejemplo, en el salón principal el punto focal es una banca de madera de George Nakashima, un importante diseñador americano de origen japonés.
El abundante desayuno, con platos fríos y calientes, se sirve en el restaurante donde hay una hermosa terraza que ofrece vistas hacia el campo. Durante el día ofrecen también comidas ligeras y en la noche el menú se caracteriza sobre todo por la gastronomía basada en productos locales y orgánicos. En la parte de abajo, el foco está en el vino, con barriles, bodegas y un salón para catas donde cada tarde ofrecen una degustación gratuita. El pequeño y elegante spa ofrece tratamientos de aromaterapia. Y si hay buen clima, sumérgete en la alberca que tiene unas hermosas vistas de los viñedos y Montemor-O-Novo a la distancia.
Alentejo en el plato
Desde luego, uno no puede dejar de visitar esta región sin parar en la famosa Évora, a menos de media hora del hotel. Pero además de esta conocida ciudad, recomendamos especialmente descubrir la parte menos explorada del Alentejo y todos los pueblitos en los alrededores del hotel.
A nosotros nos encantó Montemor-O-Novo, con sus estrechas callecitas, sus tranquilas plazas con palmeras y muchísimo encanto. Es uno de los pueblos más viejos de Portugal y tiene un precioso castillo para visitar. También muy cerca de L’And está otro pintoresco pueblito, Alcácer do Sal.
Disfrutamos caminar por el casco antiguo, a lo largo del río Sado y encontrar restaurantes que ofrecen el verdadero sabor de la gastronomía alentejana. Si le preguntas a cualquier gourmand dónde comer en este pueblo te dirá que vayas a Restaurante Flor, atendido por tres mujeres que durante los últimos 15 años han servido comida casera a los locales al mediodía y por la noche.
Maria Carmo es la encargada de servir, Maria Joaquina se encarga de la cocina. Al mediodía ofrecen el menú del día, con sopa, carne o pescado, papas fritas, mucha ensalada, jarras de vino y todo esto por poco dinero. Pero si lo que quieres es comer pescado fresco, entonces es mejor parar en O Nene.
Aquí sólo ofrecen pescado según el peso. Uno elige el pescado del mostrador y luego lo asan o lo hornean y lo aderezan con una delicada salsa de aceite de oliva, ajo y perejil. No hay que olvidar pedir, para empezar o terminar, su delicioso queso de cabra. En el verano también tienen una terraza, perfecta para disfrutar de la buena vida y el buen clima.
Areias do Seixo
Es difícil pensar que uno se encuentra a tan sólo 40 minutos de Lisboa. Tal vez no sea la zona más hermosa pero el Hotel Areias do Seixo tiene suficiente para compensarlo. El nombre significa playa de piedras y hace referencia a la accidentada costa junto al hotel. Ésta es la Costa de Prata, al norte de Lisboa. Una de las dueñas, Marta Alves, solía trabajar para PricewaterhouseCoopers pero desde hace un tiempo se encarga de este íntimo hotel de diseño.
Concreto pulido, amplios ventanales y paredes de piedra le dan un look distintivo al lugar. La ecología es importante aquí, por lo que la calefacción y el aire acondicionado se hacen con energía geológica, misma que es monitoreada al igual que el agua que baña un invernadero donde cultivan plantas y vegetales.
Durante el día ofrecen almuerzos ligeros en la terraza que mira al jardín y a las dunas distantes. Cuando cae la noche el ambiente se transforma en un íntimo chic-ecléctico. Se encienden las velas, hay música y los huéspedes pueden disfrutar de los vinos portugueses durante la hora de la cata, el momento ideal para conocer a otros huéspedes y filosofar sobre la vida.
Un cuento de hadas minimal
El hotel Areias do Seixo tiene 14 habitaciones con decoración distinta, todas acomodadas alrededor de un jardín interno que contrasta con las extensas dunas y el océano. Algunos de los cuartos más amplios están en el segundo piso y ofrecen un poco más de espacio y mejores vistas. No hay suite que tenga la misma decoración, casi todas tienen una chimenea suspendida, una gran tina y una regadera de lluvia en piedra natural. Algunas, incluso tienen una regadera exterior y jacuzzi.
Hay habitaciones con un diseño de inspiración africana del oeste y otras con toques hindúes. En las habitaciones, junto a las camas, hay pequeñas linternas de vidrio hechas con madera reciclada, también hay cuartos que presumen camas de latón como salidas de un cuento.
No hay televisiones (solamente si uno la pide expresamente) ni aparatos para escuchar música, en su lugar uno puede elegir alguno de los canales de música, un poco de Gilberto Gil o de Agnes Obel le viene bien a este entorno. No hay que esperar un chocolate en la almohada a la hora de dormir, aquí cuando se regresa de cenar lo que se encuentra es una habitación con todas las velas encendidas.
Almuerzo en el Club Naval
No tardamos en darnos cuenta que este hotel es un destino en sí mismo pero hay que ser honestos, no hay muchos pueblitos con encanto en los alrededores. Las opciones incluyen largas playas y caminatas por las dunas con hermosos tramos con acantilados que caen dramáticamente en el Atlántico.
Algunas veces el hotel organiza recorridos en las dunas, otras, uno puede unirse al chef que va a buscar mejillones a la playa. Hay bastantes restaurantes buenos en el área pero para hallarlos hay que hacer un esfuerzo. Prueba el pescado fresco asado del restaurante Clube Naval Praia da Assenta, con impresionantes vistas de la playa de Assenta. Para una comida típica en el pueblo busca la Tasca O Pescador en Ribamar. En este lugar no sólo no hay menús traducidos sino que no hay menú: hay que comer lo que traigan a la mesa y disfrutar. Éste es el verdadero Portugal en un plato.
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