El Paso de Cortés tiene una de nuestras vistas favoritas del Valle de México, comparable con la que puede verse desde un avión. Hernán Cortés fue guiado a este lugar por los tlaxcaltecas y desde lo alto pudo ver la grandeza de Tenochtitlan. Es a este parque nacional, a más de 3 600 msnm, que nos gusta venir de excursión y conocer más sobre la historia de la Conquista.
Los socios de Club Travesías llegan temprano a e_spacio Travesías para disfrutar un café y pan dulce antes de salir rumbo a Amecameca con Pedro Fernández Noriega, quien conoce a fondo la historia del intrépido aventurero español, Hernán Cortés.
Nuestra primera parada es el único monumento a Hernán Cortés. Pedro inicia platicándonos de la historia familiar del explorador y cuál era la situación histórica en la que vivía, así como la importante decisión de irse a La Española —hoy Haití y República Dominicana—. Es la expedición que lo lleva de Cuba a la costa de Yucatán donde la historia toma relevancia para nosotros.
No sólo durante el invierno se pueden ver los volcanes nevados, en temporada de lluvias la nieve está garantizada, así como las flores azules y violetas que están en todas las montañas.
Hacemos una pequeña trampa subiendo en camioneta hasta llegar a un camino que nos llevará al spot favorito de Pedro. Caminamos por el sendero rodeados de plantas verdes y cardos de los volcanes, una flor endémica que parece el corazón de una alcachofa. Después de tres kilómetros nos desviamos para llegar al lugar con el Popo de frente, a esta altura lo único que nos preocupa es no caer en una de las pequeñas madrigueras de los teporingos, unos pequeños conejos que ahí viven.
En un día con viento y suerte la contaminación de nuestra ciudad desaparece y, desde donde estamos, se puede ver el Valle de México. Aquí nos sentamos para hacer un pequeño picnic y seguir escuchando a Pedro, quien nos cuenta una versión más detallada de cómo fue cambiando la relación de Hernán Cortés con los pueblos de México. Desde una playa yucateca hasta la persecución que lo sacó de Tenochtitlan perdiendo a la mayoría de sus hombres mientras huían por las calzadas del pueblo mexica.
Para la bajada regresamos todos caminando, disfrutando el paisaje y el aire fresco. Entre oyameles y garbancillos podemos imaginar el gran esfuerzo que todo este recorrido significó para los aventureros que no conocían montañas tan altas y lagos tan grandes como éstos en el continente americano.
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