Entre Madrid y Barcelona hay 659 kilómetros de vías férreas y un tren que las recorre en dos horas y 30 minutos. Entre San Sebastián y Santiago de Compostela hay 677 kilómetros y otro tren que cubre esa distancia en ocho días y siete noches. El AVE responde a la euforia por los transportes de alta velocidad, capaces de recorrer países enteros en unas cuantas horas; el segundo conserva la promesa de un trayecto que es en sí mismo el destino.
El Transcantábrico Gran Lujo es un tren azul y blanco, de vagones alfombrados, luces cálidas y modales exquisitos. Su recorrido a lo largo de la España Verde, de San Sebastián a Santiago de Compostela, se da desde 1983 y atraviesa las cuatro comunidades autónomas del norte español: País Vasco, Cantabria, Asturias y Galicia. En su versión más corta —Costa Verde Express—, el viaje empieza en Bilbao y termina en Gijón. Ambos trenes se inspiran en el lujo de los viajes de antaño, con una tripulación de guantes blancos y poca prisa.
A las seis de la mañana, el tren despierta. Los poco madrugadores oímos entre sueños el ritmo quedo de la locomotora que avanza entre una estación y otra. Desde ese momento, el paisaje es puro verde esmeralda, interrumpido de vez en cuando por asomos del mar Cantábrico a lo lejos. Para algunos, este trayecto, a 45 kilómetros por hora y con una decena de paradas, podría parecer en exceso minucioso. Para otros es la prueba de que no hay placer más grande que desenredar lentamente los días y renunciar a la moda de los viajes relámpago.
En el norte de España, el tiempo marcha tan tranquilo como el Transcantábrico. Los días se van en conocer las ciudades del itinerario, famosas por su gastronomía —el mejor pulpo a la gallega de mi vida lo encontré en un puesto callejero en Mondoñedo—, y en recorridos culturales, desde arte paleolítico en la cueva de Altamira hasta piezas contemporáneas en el Centro Botín de Santander o el Guggenheim de Bilbao.
La España Verde es un microuniverso de contrastes. Si bien las comunidades que lo conforman están muy bien conectadas por carretera y el famoso camino peregrino a Santiago de Compostela, explorarlas a bordo de este tren —con más ventanas que puertas— se siente como la opción más sensata.
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