Despedidos por el urbanismo centrífugo que domina Madrid,una generación de jóvenes, oleadas de nuevos inmigrantes y una hornada de creadores han tenido que buscar nuevos horizontes para vivir o trabajar en barrios alejados del centro. No encuentran sitio en la almendra de la ciudad debido al aumento de los alquileres que lleva aparejada la gentrificación, el proceso que viven las grandes urbes producto de la especulación inmobiliaria y la fiebre de los pisos turísticos.
Más allá de la M30, el primer anillo de circunvalación de la capital española, varios distritos del antiguo cinturón obrero se han convertido en refugio de moda para sectores pujantes. Y, como sucede en otras latitudes, ya se les empieza a dar sobrenombres que remiten a barrios de Nueva York. Es el caso de Carabanchel, “el SoHo madrileño”. En ese distrito, el más poblado de Madrid, se establecieron en los últimos años unos 200 artistas, diseñadores, modistas y fotógrafos.
Allí encuentran los metros cuadrados para sus talleres a precios muy inferiores a los del centro. Muchos han ubicado su espacio de trabajo en los edificios del antiguo polígono industrial ISO; otros han instalado sus talleres en calles aledañas. Y entre todos han creado un festival sin ayudas públicas, Art Banchel, ya con tres ediciones, que si bien fue bienvenido por muchos, también ha sido objeto del reclamo de otros, reacios a una hipotética transformación elitista del barrio. Los artistas se defienden: ellos dicen tener vocación de aportar a la vecindad, no de aprovecharse de una coyuntura de la que se sienten, a su vez, víctimas.
Al norte de Carabanchel está Puerta del Ángel, otro barrio obrero, calificado últimamente —y de forma exagerada— como un “nuevo Brooklyn”, porque está al otro lado del río (no el East River, sino el Manzanares), y a él llegan a vivir jóvenes que no pueden permitirse un alquiler céntrico.
Al sur, en Usera, donde hace medio siglo se acomodaba la emigración interior española, hoy se escuchan idiomas y acentos más lejanos. En el distrito viven 10,000 chinos, por eso se le considera el “Chinatown madrileño”, y por la presencia de otras colonias migrantes bien podría ser tildado de “Pequeña Bolivia” o “Pequeña Centroamérica”. Definitivamente, el antiguo extrarradio ha mutado en una zona alternativa al cogollo de la capital, pero muchos temen que en unos años se reproduzca el proceso de presión urbanística que ha desplazado a parte de la población de los céntricos Lavapiés o Malasaña. Habría que buscar entonces una nueva periferia.