‘Diablos chismosos’, ‘cerdo delfín’, ‘pescado presumido’ o ‘centauro troglodita’. Los nombres de las piezas que llenan los estantes de Pingüino son tan peculiares como atinados, y Renata y Santiago aman contar las historias que existen detrás de cada una de ellas. De candelabros de barro que son escalados por diablos de colores, mezcaleros decorados con flores, y hasta animales tocando instrumentos musicales, todo el universo absurdo, cómico, colorido e irreverente que desde siempre ha parecido caracterizar al arte popular mexicano se encuentra en esta tienda.
Artesanías imperfectas
Apasionados por el arte popular mexicano, los amigos Renata Prieto y Santiago Fernández han estado visitando mercados y adquiriendo artesanías por años, pero pronto se dieron cuenta de que en la Ciudad de México no existía una tienda con el tipo de objetos que a ellos les entusiasmaba. “Lo que más nos gusta de la artesanía es su imperfección, porque es eso lo que la hace tan rica” dice Santiago, mientras montones de máscaras de diablos y conejos hacen muecas en el muro. Así, y frente al auge de proyectos que buscan fusionar las técnicas artesanales mexicanas con el diseño contemporáneo y la estética minimalista, ellos decidieron crear un espacio que diera cabida a todas esas piezas que son producto únicamente de la imaginación de los artesanos. ¿Su único requisito para seleccionar los objetos que llegan a su tienda? Que los hagan sonreír.
Pingüino abrió sus puertas en 2020 (el 3 de septiembre para ser exactos), y aunque en un principio la idea era vender únicamente por Instagram, la curiosidad de los clientes por ver las piezas hizo que eventualmente decidieran adquirir unos estantes, armar una exhibición y abrir la tienda al público. La voz se fue corriendo poco a poco y de boca en boca: a sus primeros seguidores en redes sociales siguieron los vecinos de la Roma; después llegaron cada vez más locales de otras partes de la ciudad y, ahora, ya casi la mitad de su clientela se compone de turistas extranjeros que buscan algún souvenir único.
74 pueblos y más de 2 mil piezas
En una esquina de la tienda se asoman una serie de libros. Lo Efímero y Eterno del arte popular mexicano o los dos tomos de Grandes Maestros del Arte Popular Mexicano son algunos de los libros que Renata y Santiago usan para investigar y planear sus viajes en búsqueda de las piezas que llenan todos los rincones de Pingüino.
Cuando decidieron comenzar con el proyecto, el primer destino que visitaron fue Puebla, donde encontraron los candelabros de barro de Izúcar de Matamoros. Siguió Oaxaca con su increíble oferta de objetos de alfarería, y después vinieron el valle de Tehuacán, Michoacán, Guerrero y Jalisco. Un nombre o una referencia era en ocasiones todo lo que necesitaban para comenzar a preguntar y dar con los talleres que buscaban (o enterarse de otros nuevos). Un año después, Santiago y Renata han visitado ya 74 pueblos y vendido más de dos mil piezas, estableciendo en el proceso lazos de trabajo con distintos artesanos, lo que les permite surtir su tienda de manera constante.
El pingüino, el salero y el arte popular
En un país templado en el que los pingüinos únicamente existen en un puñado de zoológicos o acuarios, quizás lo que más intriga a los visitantes de Pingüino es justamente el nombre de la tienda. La historia se remonta a 2013, cuando Santiago estaba viviendo en Oaxaca y, junto con Renata, visitó un mercado popular. Ambos se fijaron en el mismo objeto. ‘Un pingüino con sombrero’ respondió la vendedora cuando le preguntaron qué figura representaban los curiosos saleros verdes que le señalaban.
Cautivados por la anécdota (y por el ingenio de la artesana que se puso a hacer saleros en forma de pingüinos sin nunca haber visto una de estas aves en persona), Santiago y Renata decidieron bautizar así a su negocio. Un pequeño guiño al mundo, a veces ilógico pero siempre alegre e informal, del arte popular y a las miles de formas que éste puede tener.
Lo que sigue
En vísperas de su primer aniversario, Renata y Santiago tienen sus objetivos claros: mantenerse fieles a su gusto por las artesanías con personalidad (sin caer en el romanticismo que suele rodear a este tipo de proyectos), seguir trayendo las piezas que les gustan, y continuar resaltando el color y la alegría que caracteriza a cada uno de los objetos que han pasado por su tienda. “Tenemos desde saleros de 50 pesos y hasta vasijas de casi ocho mil. Buscamos ser un lugar totalmente inclusivo donde cualquier persona se sienta cómoda para entrar, explorar y preguntar por cualquier cosa que le llame la atención”, asegura Renata.
Sus planes también incluyen seguir viajando y buscar nuevos maestros artesanos con quienes colaborar (y por ende, nuevas piezas para traer a Pingüino). Chiapas, el Bajío y la península de Yucatán son de los destinos que se encuentran en su lista. Mientras tanto, una cosa es segura, de los diablos de Ocumicho, Michoacán, a las vasijas de San Agustín Oapan, Guerrero, las estanterías de esta tienda siempre tendrán algo colorido y original. Al fin y al cabo y, como dice Renata, “muchas de nuestras piezas son utilitarias, pero otras sólo están aquí pa’ hacerte reír”.
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