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En esta vinícola el vino natural no es una moda, sino la manera más lógica de producirlo

Para José Miguel Vega, de Altos Norte, restaurar la tierra es primordial.

POR: Redacción Travesías

En la vasta extensión de los Altos Norte, un legado arraigado en la tierra y en las historias de aquellos que la habitaron emerge con fuerza. Entre los nombres que resuenan en esta región se destacan los de José Miguel Vega Villalobos y Aída Karim Hernández Chávez, cuyas vidas y visiones se entrelazan con el pasado y el presente de un lugar marcado por la historia.

LA HISTORIA DE ALTOS NORTE
El origen de esta vinícola se remonta a tiempos en los que la tierra era recorrida por pueblos nómadas, donde las tribus chichimecas, expertas en la recolección y la caza, vagaban sin establecer comunidades permanentes. Sin embargo, todo cambió con el descubrimiento de las minas de plata en Zacatecas, San Luis Potosí y otros territorios aztecas. Esta revelación desencadenó una migración masiva hacia estas tierras, lo que transformó la región y dio inicio al legendario Camino Real de la Plata.

En este contexto histórico, en 1922, el abuelo de José Miguel Vega Villalobos adquirió un extenso rancho en los Altos Norte, lo que marcó el comienzo de una nueva era para la propiedad. A lo largo de los años, la tierra fue testigo de la vida rural, donde se cultivaba maíz y se criaba ganado lechero. Sin embargo, a medida que el tiempo avanzaba, las prácticas agrícolas comenzaron a dejar su huella en el suelo y se requirió una nueva visión para preservar la tierra y restaurar su vitalidad.

El año de 1994 marca un punto de inflexión, cuando la madre de José Miguel toma posesión de una porción de la propiedad con una visión clara en mente: transformar el rancho en una casa de campo y restaurar la tierra dañada por décadas de cultivo intensivo. Así se dio inicio a un ambicioso proyecto de restauración ecológica que abarcó las 180 hectáreas de la finca.

Durante los siguientes 30 años, la familia emprendió obras de conservación del suelo y reforestación, priorizando la salud del ecosistema y la filtración del agua. Este esfuerzo no sólo ha transformado el paisaje, sino que ha mantenido la rica biodiversidad de la región al crear un refugio para la flora y la fauna nativas.

Altos Norte se enfoca en la producción de un vino de baja intervención.

Por medio de su labor de restauración ecológica, José Miguel y Aída Karim Hernández Chávez han demostrado que la unión entre la historia y la sustentabilidad es posible y esencial para el futuro de nuestras tierras.

Esto lo lograron siguiendo un modelo que se llama agrosilvopastoril, un modelo holístico en el que se busca tener todos los componentes de un ecosistema. Nos cuenta José Miguel al teléfono, acompañado de Karim, su esposa y cómplice en el proyecto: “Por un lado, tienes la parte silvícola, que es la reforestación que se ha hecho del predio. Tienes la parte pastoril, que debe estar representada por algún tipo de ganado. Primero tuvimos ovejas y ahora tenemos ganado mayor en libre pastoreo, que más que negocio nos ayuda a podar el pasto, prevenir incendios y cerrar el ciclo biológico de los pastos. Y nos faltaba el tema agrícola. Tenía que ser un cultivo que tuviese posibilidades de hacerse de forma sustentable y ecológica con el mínimo consumo de agua, porque tenemos muy poca en la propiedad. Tenemos un pozo de muy poco gasto y el acuífero en la zona se está abatiendo de manera muy rápida, entre uno y dos metros por año”.

Desde que José Miguel era pequeño, tenía el sueño de poner un viñedo. Así que, cuando llegó esta propiedad a su familia, encontró la oportunidad de materializar el sueño. No obstante, del momento en que recibió la sociedad a que embotelló su primer vino pasaron 22 años, porque donde están no es una zona vinícola, por lo que realmente no tienen ejemplos de propiedades vecinas de las cuales inspirarse y no conocían a nadie en el medio que los pudiera asesorar.

En una comida con unos amigos, les contó del sueño de poner un viñedo. Estos amigos le presentaron a su hermano, que acababa de poner un viñedo en Aguascalientes. Así fue como conocieron a Trini Jiménez, un viticultor muy conocido en la región, quien les ayudó a empezar con media hectárea en 2016.

LOS PRIMEROS FRUTOS

“Los Altos de Jalisco no es una zona vinícola, sin embargo, se podía apreciar que más o menos tenían los mismos suelos y climas que tienen Guanajuato y Aguascalientes. Y en la zona hubo hace tiempo algunos viñedos de uva para mesa, que no fueron rentables y terminaron desapareciendo”, cuenta José Miguel.

La decisión de qué poner y cómo hacerlo fue de la mano del primer asesor, Trini Jiménez. Se hicieron estudios del suelo, trajeron las plantas de Francia y empezaron con media hectárea de tempranillo y cabernet sauvignon. Esa decisión la tomaron en función de lo que les gustaba, pero rápidamente se dieron cuenta de que serían uvas difíciles de cultivar en la zona.

Así, en 2018 tuvieron la primera cosecha, pero ese año no estaban preparados para poder vinificar. “Todos te dicen que la primera fructificación, en realidad, se retira de la vid y se desperdicia. Es hasta el tercer año que puedes aprovecharlo. Pero en 2018 venía una cosecha muy bonita, el viñedo estaba
en muy buenas condiciones”, recuerda José Miguel.

Entonces, en junio de 2018, el asesor sugirió buscar a alguien para vinificarla. Se pusieron en contacto con Rolando Orozco, de la Universidad Tecnológica del Norte de Aguascalientes, donde hay una cooperativa en la que pequeños productores pueden llevar su uva a vinificar y producir vino de la mano de un enólogo calificado. Con ellos procesaron las tres primeras cosechas: en 2018, 2019 y 2020. Eran vinos de baja intervención, pero todavía fermentados con levaduras seleccionadas.

En 2019 plantaron otras tres hectáreas y media de malbec y albariño, ahí sí con una selección específica de lo que querían plantar y con un producto en mente hacia el futuro. En 2021 fue la primera vinificación en la propiedad, cuando equiparon la bodega poco a poco. A partir de 2021 empezaron a elaborar los vinos en la propiedad y con fermentación espontánea, mediante levaduras silvestres. Así han logrado que sus vinos cumplan con toda la expectativa de un vino natural.

ALTOS NORTE HOY

En la actualidad, Altos Norte tiene etiquetas tintas, blancas, pét-nats y espumosos en su catálogo. Es un vino querido entre los proveedores y conocedores de la industria, pero que también resulta fácil de tomar para los amateurs. Se deja querer sin demasiadas complicaciones y parece desenfadado en copa, aunque en realidad lleva décadas de trabajo desde el campo.

 
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