Día uno
Por la mañana
Ruta del tabaco a caballo
El valle de Viñales, caracterizado por los mogotes (accidentes típicos en las montañas del Caribe), es uno de los paisajes declarado Patrimonio Natural de la Humanidad por la Unesco. El recorrido, acompañado de guías locales, permite conocer de primera mano el proceso del tabaco, planta y producto básico de Cuba. Ellos recomiendan a caballo, pero puede hacerse a pie.
Nuestro guía se llamaba Tito, y los caballos que iban con nosotros, bautizados a manera de broma, Mojito, Chocolate, Caramelo y Coco Loco (una bebida que después nos ofrecieron). Está la posibilidad de comprar puros ahí, algunos enrollados al momento, directo del productor, y fumarlos arriba del caballo o abajo acompañado de un café. El paisaje es inabarcable, y cualquier interés botánico puede consultarse con los locales. El recorrido dura alrededor de cuatro horas; incluye plantíos de café, cuevas con estalactitas o paradores donde ofrecen bebidas y botanas. Como el sol es potente, es recomendable usar sombrero y bloqueador.
Por la tarde
Puerto Esperanza
Aunque es cansado el recorrido matutino, vale la pena el esfuerzo por ir a este puerto, que pese a no ser concurrido, o más bien por eso, hay una tranquilidad muy deseable. Basta contactar a un taxista local que te lleva y que te espera ahí mismo, pues está como a unos 30 kilómetros del centro. Dar un paseo por el muelle, echarte un clavado (no hay arena), conocer gente emblemática de la localidad (como Isidro, el matemático, que por una cerveza enseña trucos con fichas de dominó o cartas), así como ir a uno de los lugares que tienen mariscos frescos son algunas de las actividades que Puerto Esperanza ofrece.
Por la noche
Cena con los locales
Como ambas actividades previas son agotadoras, el baile puede programarse para el día siguiente y esa noche reponer energías con la especialidad del lugar, una cena de langosta y yuca, preparada por locales. Más que en La Habana, la oportunidad para comer este platillo es aquí. Muchos de los residentes que hospedan cocinan de manera casera: la atención es muy buena, lo mismo que la sazón. También hay muchos lugares en el centro, a unos pasos caminando, que ofrecen lo mismo. En este caso, algunos recomiendan la Casa de don Tomás, donde hay música en vivo para pasar la noche.
Día dos
Por la mañana
Cayo Jutías
Está a 50 kilómetros de Viñales. Como es común llegar en taxi privado, hay gente conglomerada queriendo negociar con ellos. Lo mejor es ponerte de acuerdo con otras personas, juntar cuatro y, de preferencia, apalabrarte con un taxista el día anterior, de modo que no ahí, con prisas y presión, haya aumento de tarifa. Mucha gente opta por alquilar coche. De arena blanca y aguas turquesas, es considerada la mejor playa de Cuba. Además de comida y tragos, hay un centro de buceo.
Por la tarde
Complejo Las Terrazas
Entre La Habana y Viñales está Terrazas, un parque natural que merece contemplarse; un paisaje impactante que se asemeja más bien a un parque jurásico. Considerado el primer ecomuseo de Cuba, en él se puede nadar, pasear en kayak o a caballo y visitar los manantiales. lasterrazas.cu
Para no salir de Viñales, el Mogote Café es un lugar con vista privilegiada al paisaje de Viñales, particularmente, como el nombre del local indica, a los mogotes. Ofrecen café, ron y tapas. También esta el 3J Bar de Tapas, aunque suena más a España que a Cuba, es un lugar muy recomendable para tomar buen café al aire libre. Ubicado estratégicamente en el mero centro, con sillas amplias y cómodas de madera para observar el ritmo de la localidad, donde cada día desembocan nuevos visitantes.
Por la noche
Centro Cultural o Casa de la Música Polo Montañez
Es conocido por los lugareños como la plaza de Polo, puesto que está en la plaza principal del pueblo, junto a la iglesia. Hay grupos en vivo, mojitos, turistas y muchos locales bailando (con frecuencia verás nacionalidades mezcladas). Cierran siempre a la una. En esto son muy estrictos.
Fue quizá lo que más me sorprendió. Se apagó la música, prendieron las luces, todo mundo dejó de bailar, y la gente se puso a platicar, a terminar sus tragos, a ponerse de acuerdo… No salieron inmediatamente, y no habían pasado ni tres minutos cuando el vigilante del lugar, vestido de oficial, gritó fuertísimo: “¡Dis-ci-pli-na!”. La gente, asustada y obediente, abandonó rápido el lugar. No por eso deja de valer la pena. Al contrario.
No me dio tiempo de más, pero en esta localidad también es posible escalar, hacer espeleología en la cueva de Santo Tomás (la más grande de Latinoamérica para esta actividad) o montar en bicicleta. Para otros ritmos están el jardín botánico y el Mural de la Prehistoria, pintado por Leovigildo González Morillo, alumno de Diego Rivera.