Taller Nacional: diseño a pie de calle
Platicamos con Luis Arredondo, uno de los fundadores del estudio de mobiliario Taller Nacional, quien nos habló sobre cómo el diseño mexicano está regresando a las raíces de México, más allá de lo artesanal.
POR: Iker Jáuregui
El primer taller en el que Luis y Gabriel Arredondo empezaron a producir mobiliario estaba en la colonia Anáhuac, en Ciudad de México. Era 2014 y en ese pequeño espacio, rodeado de los otros negocios del barrio –herrerías, vidrieras, tapicerías– se empezó a formar la esencia que definiría a Taller Nacional, su estudio de diseño. “Nos insertamos en esa variada industria de oficios extraordinarios que aquí en México tenemos muy al alcance, pero que en otras partes del mundo no sucede”, me comenta Luis en una llamada por teléfono.
En ese entonces, Taller Nacional apenas era lo que el propio Luis recuerda como una “carpintería a pie de calle”, una iniciativa joven que se dedicaba a la elaboración de otros proyectos, mientras aterrizaba la estructura de un negocio y reunía suficiente experiencia para lanzar sus propios diseños. Una década y varias colecciones más tarde, ya es uno de los estudios más prolíficos de la escena de diseño local, sin perder el foco en la labor de todos los oficios que lo hacen posible.
“Consideramos que el diseño puede ser una herramienta para la conservación de estas técnicas”, dice Luis y añade que, en un lugar en crecimiento como Ciudad de México, estas profesiones corren el riesgo de desaparecer. El mobiliario de Taller Nacional, que puede verse en algunos de los mejores restaurantes de la ciudad, como Hugo o Botánico, además de en proyectos de arquitectos de la talla de Frida Escobedo, integra el trabajo de alumineros, tejedores de bejuco o incluso canteros que antes se dedicaban a hacer lápidas.
La colaboración ha sido la única constante de Taller Nacional. “Estamos conscientes de que, entre más cabezas se suman, el resultado va a ser mucho más rico”, señala Luis. Es algo que ubica como el ADN del proyecto desde sus inicios, porque, por más que haya sido una idea de los hermanos, siempre ha implicado el trabajo creativo y manual de todo un grupo. “No pudimos haberle puesto Arredondo Studio o algo así –admite entre risas–, un taller siempre es un equipo”.
El trabajo de Taller Nacional se extiende a encuentros interdisciplinarios con el arte plástico, la arquitectura e incluso la gastronomía. El resultado de todas estas influencias y colaboraciones es un estilo muy particular, distinguible por ciertos materiales y tratamientos que vienen de la revalorización de los oficios de barrio tradicionales, pero que se refresca en cada colección con la contribución de un equipo muy diverso. “Taller Nacional tiene su lenguaje, pero no todas las piezas son iguales”, destaca.
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