Rogelio Elizalde, editor de secciones de Travesías
Viajeros expertos nos hablan sobre sus experiencias alrededor del mundo.
POR: Redacción Travesías
¿Qué fue lo mejor de tu último viaje?
En mis viajes de trabajo lo mejor que me puede pasar es encontrar LA historia. Siempre que salgo de viaje tengo una pequeña angustia sobre qué si encontraré algo interesante para escribir. No es que desconfíe de un sitio, sino desconfío si seré capaz de ver lo valioso que tiene y poder compartirlo a través lo que escribo. En el caso de mi viaje a Atacama, lo mejor fue cuando llegamos al Valle de la Luna y vimos las explanadas de tierra salada. Algo ahí hizo click conmigo y el viaje tuvo sentido (y qué buena suerte, porque fue el último día). A veces te tardas en conectar con un destino; en Chile me pasó eso y es una gran tranquilidad cuando finalmente llega.
¿Qué es lo que más te emociona de tu próximo viaje?
Aunque actualmente no tengo ningún viaje programado, estoy con ilusión de mejorar como fotógrafo, oficio al que últimamente he estado invirtiendo tiempo y dinero. Espero que me reditúe en imágenes que expresen más.
¿Cuál es la experiencia de viaje que te cambió la vida?
En 2008 tenía 21 años y más que una decisión muy pensada (tal vez con un lóbulo frontal no tan bien desarrollado) por arrebato emprendí un roadtrip a Estados Unidos, pasando por Nayarit, Sinaloa, Baja California, Chihuahua, y otras partes de la república. Con la guerra contra el narcotráfico en su apogeo, mis papás y los de mis amigos (compañeros de viaje) estaban muy preocupados y nos recomendaron no ir. Aún así fuimos y descubrimos que no había nada que temer, pasamos por pueblitos de todo el país y descubrimos el lado más noble de México, vimos que a veces se teme más por ignorancia y que hay más cosas buenas e inocentes que maldad en el país.
¿Cuál es el libro que más has disfrutado durante un viaje?
“Se está haciendo tarde (final en la laguna)” de José Agustín. Salí del DF en un camión a Acapulco y comencé a leerlo, sin saber que el libro se desarrollaba ahí. Un poco por suerte (porque en verdad iba a Playa Ventura pero no supe cuando bajarme del taxi colectivo), llegué a una playa llamada Marquelia, en la Costa Chica de Guerrero, donde pasé 3 días en una absoluta rutina de leer, comer cocteles de camarón y dormir en una hamaca. El libro tiene pasajes psicodélicos hermosamente detallados, incluso de escenas aparentemente grotescas, de drogas y vómitos, alcohol y sangre, pero también de inseguridad, ternura y amor. El último día comencé a caminar hacia el poniente, ya casi por terminar el libro, y me encontré una gran laguna, tal vez a la que se refería José Agustín en su novela, porque en una escena así termina el libro.
¿A qué destino podrías volver una y otra vez? ¿Por qué?
Me cuesta pensar en un lugar al que no volvería. O incluso de uno que no quisiera visitar por primera vez. Iría a cualquier sitio y regresaría a cualquier sitio que haya ido, al menos hasta ahora. Nunca me ha tratado mal un destino.
¿Cuál es el souvenir que más te avergüenza tener?
No tengo tantos souvenirs, pero ninguno me avergüenza.
¿Qué es lo más extraño que te ha pasado en un viaje?
Cuando estás de viaje el terreno está puesto para que sucedan cosas extrañas. Pero si tengo que decir alguna curiosa, sería un día que una mujer desconocida, luego de platicar unos 20 minutos conmigo, me pidió que me encargara de su tienda porque ella tenía que salir a un evento que estaba ocurriendo en el pueblo. Me dejó (con acceso al dinero en efectivo, a su computadora y con el negocio abierto)por una hora y para cuando volvió yo ya había hecho una venta.
¿Qué lugares incluirías en la lista de imprescindibles para quienes visitan tu ciudad?
El museo Anahuacalli, los tacos Manolo en la Narvarte, el Templo Mayor, la Lagunilla y los murales de la SEP y Bellas Artes.
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