Narwal era el nombre del carguero estadounidense que cambió el destino de la tercera isla más grande de México: Cozumel. Había zarpado el 13 de febrero de 1948 de Puerto Barrios, Guatemala, con destino a Mobile, Alabama. Su misión principal era transportar un cargamento de plátanos guatemalteco hacia aquel puerto del sureste de Estados Unidos. La segunda misión —y quizá la más desafiante— era recorrer la ruta que pasaba muy cerca de la playa de Ixpalbarco, en Cozumel, junto a un importante arrecife de coral. Desafortunadamente, el motor del barco tuvo una falla y golpeó el arrecife, encallando así en la costa este de la isla.
Tierra de golondrinas o kosom lumin en maya, con 48 kilómetros de largo y sólo 14.8 a lo ancho, Cozumel es un paraíso terrenal reconocido por la UNESCO (desde 2016 forma parte de la Red Mundial de Reservas de la Biosfera). Epicentro de la adoración a la diosa Ixchel (de la fertilidad, la luna y los nacimientos), Cozumel ya era un importante destino maya desde el siglo VIII. Sin embargo, durante el periodo colonial, las aguas cristalinas y los hermosos paisajes de este rincón marítimo pasaron inadvertidos y la isla quedó casi deshabitada. Era un refugio ocasional para piratas y corsarios. Años después, como consecuencia de la Guerra de Castas (1847), Cozumel comenzó a repoblarse con algunas familias yucatecas. Pero la piedra de toque vino hasta después de la Segunda Guerra Mundial, con el gran desarrollo de las vías de comunicación y la avería del motor del carguero Narwal.
Algunos de los marineros de aquel buque bananero tuvieron que caminar unos 20 kilómetros para llegar a la única costa poblada. Ahí fueron recibidos y hospedados en un hotel previamente cerrado por falta de visitantes. Era el año de 1948, la guerra había terminado tres años antes y en Cozumel no existía el movimiento turístico como hoy lo conocemos. Incluso durante la guerra, Estados Unidos construyó una base aérea estratégica en la isla y los mares cristalinos fueron el lugar perfecto para entrenar a sus soldados.
La noticia del buque averiado en Ixpalbarco llegó pronto a oídos de Charles Fair, su propietario, quien decidió viajar de Nueva York a Cozumel para supervisar la reparación del navío. Durante su estancia, el estadounidense se enamoró de la isla y pensó que sería una buena idea invitar a alguno de sus amigos periodistas para que escribiera algún artículo sobre el destino paradisiaco que había encontrado. Pocos años más tarde, en 1953, el antiguo Hotel Playa (hoy museo de la isla) volvió a abrir sus puertas durante una semana para recibir al escritor Dick Humphreys, amigo del magnate. Fascinado por lo que veía, Humphreys decidió volver a Nueva York para planear una estancia más larga y un texto mucho más completo.
Cuando regresó, Humphreys rentó una gran casa frente al mar (en la esquina del malecón y la Calle 8 Norte) para escribir ahí su artículo. Se instaló todo un mes. Aquel texto hablaba sobre la tranquilidad en la isla, la amabilidad de su gente, los deliciosos platillos y el mar cristalino. El escrito fue publicado en agosto de 1955 en Holiday Magazine, una de las publicaciones más reconocidas de la industria, y puso a Cozumel en el radar internacional. Como consecuencia, el destino desarrolló una industria hotelera importante, capaz de alojar a todos los viajeros de Estados Unidos que agotaban los vuelos a la isla. En 1958, cuando Humphreys volvió a la isla, ésta ya era capaz de alojar hasta 100 turistas cada día y él adquirió un estatus de héroe entre los lugareños gracias a su contribución a la economía local.
Los corales y el cine
En 1957, el Oscar al mejor documental fue para The Silent World, de Jacques Cousteau. Si bien este proyecto se rodó en el mar Mediterráneo y otras aguas europeas, estaba originalmente planeado para realizarse en aguas cozumeleñas. A la premier de esta cinta en el festival de Cannes asistió el cineasta cubano-mexicano René Cardona, quien poco tiempo después se instaló en Cozumel para filmar Un mundo nuevo (en pleno despertar turístico del destino). La película en blanco y negro retrató los arrecifes y la vida submarina de la isla mexicana, con lo que despertó el interés de los buzos alrededor del mundo. De ahí que el arrecife Cardona, en la costa oeste de la isla, lleve el apellido del cineasta y hoy sea uno de los lugares ideales para practicar buceo y esnórquel.
Cuatro años después de haber ganado el Oscar, en 1961, Jacques Cousteau y su inseparable buque de investigación Calypso llegaron al puerto de Cozumel para filmar uno de sus documentales marinos en el arrecife de Palancar. Estas piezas audiovisuales fueron transmitidas por distintas cadenas internacionales de televisión y, desde entonces, Cozumel ha estado en la cima de muchas listas de buceo.