Para ver estas obras de artistas mexicanos tienes que viajar a otros países
Diego Rivera, Orozco y Frida Kahlo son sólo algunos de los artistas mexicanos con obras exhibidas en otros países.
POR: Iker Jáuregui
El arte mexicano no sólo es una denominación de origen. Más que una coincidencia espacial, una temática común o incluso una fuente de inspiración, México ha sido una clase de etiqueta artística que distingue cada obra por su protagonismo. La historia, los paisajes y, sobre todo, el bagaje cultural son elementos centrales e imprescindibles. Sin embargo, aún a pesar de su arraigo nacional, los artistas mexicanos siempre han encontrado formas de trascender fronteras y resonar en otros países.
El pintor oaxaqueño Rufino Tamayo incluso se definía a sí mismo como un “mexicano internacional”, que se nutrió de toda la tradición de su tierra, pero nunca dejó de recibir y dar al mundo. Básicamente así fue como se construyeron las grandes vanguardias mexicanas: acercando los escenarios, colores y la iconografía de México con estilos contemporáneos, pero sin darle la espalda al compromiso social que se imprimía en toda Latinoamérica y además exportándolo a otras latitudes.
No es coincidencia que varios artistas mexicanos hayan tenido importantes residencias en otros países y que su obra esté expuesta en todo el mundo. Normalmente no sería necesario salir de México para conocer el trabajo de Frida Kahlo, Orozco o María Izquierdo, pero justamente algunos de sus mejores trabajos fueron creados en otros países o, con el paso del tiempo, han ido moviéndose fuera de México por la alta demanda de arte nacional. Esto explica que en destinos remotos sea posible encontrar algunas obras de grandes artistas mexicanos. Aquí te compartimos las que creemos que son imperdibles.
Retrato de Henri de Chatillon, María Izquierdo
Cuando se habla de la obra de María Izquierdo es común que se encierre en una atmósfera de redención, intentando recuperarla como una artista que nunca ha tenido el reconocimiento que de verdad merece.
Menospreciada en vida por su condición de mujer y opacada tiempo después por otras figuras más populares, Izquierdo en realidad fue un personaje esencial en el mundo del arte mexicano, sin embargo, en la actualidad parte de su obra tiene que encontrarse lejos de nuestro país.
La colección del Nagoya City Art Museum exhibe varios cuadros de importantes artistas mexicanos, incluyendo a Kahlo, Orozco, Rivera, Modotti y, por supuesto, María Izquierdo. Las obras llegaron ahí llevadas por el pintor japonés Tamiji Kitagawa, quien pasó varios años en México conviviendo con todas esas personalidades.
El retrato de Henri de Chatillon es particular porque es uno de los pocos cuadros en que Izquierdo retrata a un personaje masculino, sin embargo, tiene elementos característicos de su obra como el encuentro entre la ficción y la realidad, la presencia del campo mexicano y lo surreal.
The Detroit Industry Murals, Diego Rivera
Aunque ahora ha quedado prácticamente borrada del mapa, hasta hace no mucho tiempo Detroit era una de las ciudades más importantes de Estados Unidos. Durante la primera parte del siglo XX se convirtió en uno de los centros industriales del mundo, siendo hogar de grandes compañías automotrices como Ford. Y en cuestión de décadas se llenó de inversionistas que quisieron traducir el auge manufacturero en un destino cosmopolita.
Eso implicaba traer a la ciudad lo mejor del mundo del arte, que en ese momento apuntaba en dirección al sur. El muralismo mexicano estaba en su cúspide por lo que, en 1932, el Detroit Institute of Arts comisionó a Diego Rivera una serie de murales para las paredes de su patio interior. Durante los nueve meses que le tomó terminar el trabajo, Diego visitó las fábricas de la ciudad para plasmar la historia de sus obreros en 27 paneles.
El hombre ante el infinito, Rufino Tamayo
Aunque sin sus tradicionales sandías, El hombre ante el infinito tiene muchas de las características más comunes de la obra de Tamayo. Puede que si te estás dando una vuelta por el Museo Real de Bellas Artes de Bruselas la reconozcas inmediatamente. Los trazos modernos de una deconstrucción dimensional que se encuentran con la cosmología prehispánica, siempre presente en la obra de Tamayo.
La silueta de uno de sus característicos personajes da la espalda al cuadro, mientras observa impresionado el marco cósmico frente a él. La elección de colores también sirve para establecer una dicotomía entre la luz del día y la noche, pero también respecto a su protagonista. El hombre ante el infinito es uno de los tantos ensayos de Tamayo sobre la naturaleza y la humanidad.
Frida y Diego Rivera, Frida Kahlo
Este cuadro no es ni de cerca la obra más famosa de Frida Kahlo, ni siquiera es el retrato más conocido que se hizo con Diego Rivera, sin embargo, es un vistazo único y revelador desde su autorrepresentación, sobre su concepción como artista, su matrimonio, en ese entonces temprano, y su no tan referida estancia de 18 meses en San Francisco, donde este cuadro se exhibe en el Museum of Modern Art.
Frida, o Freida como algunos amigos en la ciudad la llamaban, llegó a California en 1931 acompañando a Diego Rivera, con quien recientemente había contraído matrimonio. Ahí pintó este retrato, un claro ejemplo de la documentada devoción que tenía por su esposo, a quien dibuja enorme en comparación con su propia imagen.
Quizá por tratarse de una de sus primeras obras, pero también como un pesado símbolo del lugar de la mujer artista, en este cuadro Frida tampoco se concibe a ella misma como creadora, sólo a él, que porta imponente su pincel y paleta.
Prometeo, José Clemente Orozco
Esta fue la primera muestra del muralismo mexicano que llegó a Estados Unidos. Aunque en ese entonces no se le conocía en otros países tanto como a Diego Rivera u otros artistas mexicanos, Orozco fue escogido para este encargo en el Pomona College de Claremont, California.
Durante dos meses vivió en el campus donde pintó un fresco de cuatro paneles que se adaptan y conviven con la arquitectura del lugar. Aún hoy, 92 años después, la obra permanece intacta y ha sido reconocida por personajes como Jackson Pollock, quién alguna vez dijo que era la mejor pintura de Estados Unidos.
Orozco escogió el mito de Prometeo para decorar las paredes de la universidad, como una metáfora de aquellos que buscan la iluminación del conocimiento. Algunos historiadores y críticos también han sugerido la posibilidad de que la obra sea un guiño de su ideología izquierdista. Prometeo sirvió para catapultar a Orozco al reconocimiento internacional y es una de sus obras más importantes.
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