Si me preguntaran por el país que resume mejor el sureste del continente, supongo diría que Tanzania. El Ngorongoro y el Serengueti quizá sean los dos mejores parques africanos, con permiso de los keniatas, que podrán competir con ellos, pero a los que rebaja un poquito la nota su mayor y menos cuidado turismo.
Cuando uno desciende por primera vez la ladera del Ngorongoro cree haber llegado al paraíso. El mundo salvaje africano queda resumido en la preciosa caldera de un volcán donde hasta se contempla a los masáis pastorear sus interminables rebaños de vacas. Los miembros de la tribu masái son los dueños de aquel espacio, más allá del volcán, con sus largas mantas rojas y azules que les confieren un aire señorial de amos de la sabana.
Luego, hacia el Serengueti, otra maravilla donde contemplar la gran migración de ñus —con los gorilas de Uganda, el mayor espectáculo natural que divisé en África—, está el área de conservación del Ngorongoro, donde los coches carecen de pistas y con un buen guía es posible ver escenas animales impresionantes muy de cerca.
A medio recorrido están las huellas, pisadas, del primer ser humano, el que sería abuelo de la famosa Lucy (restos óseos de la madre de todos los humanos), en el yacimiento de Laetoli. También en el norte se ubica el menos conocido y fascinante Parque Nacional Tarangire y el lago Manyara. Si uno es amante de los animales, desde luego, Ngorongoro y Serengueti, junto a Manyara y Tarangire, son la mejor oportunidad de mirarlos en su totalidad.
El famoso Kilimanjaro es también en esta parte del norte una opción para montañeros. Existen rutas que conducen a la cima en cinco noches, pero no, desde luego, para contemplarlo desde el suelo, ya que la vertiente tanzana suele estar tapada por las nubes (se divisa desde Kenia).
Camino al sur, en coche, se cruza un país sorprendente, lleno de altas montañas en las que la niebla cae al atardecer y donde se asoman campos verdes y frondosos. El Parque Nacional Ruaha es un gran secreto de paisaje fascinante y sin los coches y turistas de sus afamados hermanos del norte. Luego, la reserva Selous, que la tengo pendiente, porque las casualidades nunca me dejaron ir, es otro espacio salvaje del que los grandes viajeros de África hablan con vehemencia.
Por último, están las playas de la isla de Zanzíbar. Un impresionante lugar, de cultura musulmana, con su capital —la preciosa e histórica ciudad de Stone Town— dando la bienvenida, y con arenales paradisiacos que, es cierto, cada año son devorados por el turismo incontrolado. En todo caso, sigue siendo un sitio especial que no deben perderse. Mi consejo: ir en ferry desde Dar es Salaam a Zanzíbar y ver los dhows (barcas swahilis) en el océano.
- Imprescindibles: Ngorongoro, Serengueti, Tarangire y Zanzíbar.
- Fuera de ruta: Ruaha y Selous.
- Dónde dormir: El lujoso Oliver’s Camp, en Tarangire, y Kisiwa House, en Stone Town.