Grandes misterios arqueológicos americanos aún sin resolver
Nadie sabe a ciencia cierta quién las construyó, para qué las construyeron ni qué pasó con la civilización que les dio vida. Estas son algunas de las maravillas arqueológicas del continente que aún no desciframos.
POR: María José Marroquín
Nada que atraiga más a los viajeros del mundo que un buen misterio. Más aún si se trata de uno de miles de años cuyas ruinas nos hablan, pero no revelan del todo ese pasado que desconocemos. Los hallazgos arqueológicos han jugado parte esencial en el desarrollo de los viajes de descubrimiento y, por supuesto, lo siguen siendo para el turismo contemporáneo. No es coincidencia que las pirámides de Egipto, El Coliseo Romano, Machu Picchu y Teotihuacán sean algunos de los lugares más visitados por viajeros de todo el mundo.
El continente americano sigue sorprendiendo con imponentes hallazgos y ruinas arqueológicas para los que aún hay más preguntas que respuestas. ¿Quién las construyó? ¿Cuál era su función? ¿Por qué desaparecieron estas civilizaciones?
Estos son algunos de los más impresionantes vestigios arqueológicos que continúan siendo un misterio.
Líneas de Nazca, Perú
Setenta figuras biomorfas (plantas y animales), ochocientas líneas rectas y más de trescientas figuras geométricas componen esta serie de dibujos surcados en el suelo del desierto en los alrededores de la ciudad peruana de Nazca. Casi imperceptibles a nivel del piso, las líneas de Nazca pueden apreciarse realmente en todo su esplendor en un sobrevuelo aéreo.
Relacionadas por supuesto con teorías alienígenas y con amplias suposiciones sobre su función astronómica, la verdad es que aún se desconoce con total certeza el origen de estas curiosas líneas. Aunque se le atribuyen a la cultura Nazca que habitó la zona entre los siglos I y VII de nuestra era no existen aún teorías concluyentes sobre su origen o función y las corrientes arqueológicas llegan a contradecirse entre ellas.
A pesar de su antigüedad, las Líneas de Nazca han resistido el paso del tiempo debido a la extrema aridez del desierto. Sin embargo, la amenaza más significativa para su conservación proviene de la actividad humana. El turismo, la urbanización cercana y otros factores pueden poner en riesgo la integridad de estas delicadas líneas. El equilibrio entre la preservación y el acceso público es un desafío constante que enfrentan las autoridades y los arqueólogos.
San Agustín, Colombia
En el corazón de los Andes colombianos, la región de San Agustín es un tesoro arqueológico poco conocido. Sus enormes estatuas de piedra tallada y complejos sistemas de tumbas, cuya excavación empezó alrededor de 1913, cuentan una historia incompleta haciendo de este lugar un enigma en sí mismo.
Según la UNESCO se trata del mayor conjunto de estatuas megalíticas de Sudamérica y por ello fue declarado patrimonio mundial en 1995. Sin embargo, poco o nada se sabe del propósito y el origen preciso de estas magníficas creaciones. Las colosales figuras antropomorfas y zoomorfas de San Agustín son una muestra de habilidades artísticas y técnicas avanzadas, que no se complementan con registro o inscripción alguna que pueda dar mayores pistas sobre su utilidad o la cultura que las construyó.
Además, la complejidad técnica de tallar y transportar estas enormes piedras en una época sin tecnología avanzada sigue siendo un enigma para los arqueólogos. Las leyendas locales dicen que la cultura responsable de los monolitos desapareció sin dejar rastro en extrañas circunstancias.
Isla de Pascua, Chile
En esta isla del Pacífico chileno los Moai, estatuas en piedra de rostros gigantes que como guardianes de la isla han fascinado al colectivo moderno, siguen teniendo un halo de misterio a su alrededor. Tallados y transportados a lo largo de distancias sorprendentes por los antepasados de la cultura Rapa Nui que poblaba la isla antes del contacto europeo, estos moáis dejan la duda de cómo una sociedad aparentemente aislada logró ponerlos en su lugar actual. Hay más de mil de estos gigantes tallados dispersados por toda la isla. Algunos firmemente alineados uno al lado del otro con precisión estratégica, otros simplemente abandonados por ahí a lo largo del territorio.
Aunque la investigación científica se ha hecho presente con creces en la isla a lo largo del tiempo, los últimos descubrimientos están revelando capas aún más profundas de su enigma arqueológico. Hasta hace poco, se creía que los moáis eran esencialmente gigantes de piedra con prominentes rostros esculpidos, pero ahora se ha descubierto que muchos de ellos tienen cuerpos enteros enterrados bajo tierra. Este hallazgo está cambiando la narrativa sobre cómo los antiguos habitantes de la Isla de Pascua concebían y construían estos monumentos, además de develar toda una serie de pictogramas y símbolos tallados en la espalda de estos gigantes aún por descifrar. Por el tamaño y la magnitud de dichas estatuas todavía hay mucho por contar.
El crómlech de Calçoene o “el Stonehenge amazónico”, Brasil
En el norte de Brasil, oculto en la densa selva amazónica, se encuentra el Crómlech de Calçoene. Este conjunto de círculos de piedra dispuestos en patrones geométricos y aparentemente simbólicos se ha ganado el nombre del Stonehenge amazónico por su similaridad con la construcción en piedra celta situada en Inglaterra.
Aunque se ha especulado que su función incluía connotaciones astronómicas o ceremoniales, la falta de información histórica y la escasez de investigaciones exhaustivas dificultan una interpretación precisa.
Sin embargo, las mediciones de carbono 14 aplicadas a los megalitos señalan que tienen un antigüedad de alrededor de 1000 años, tiempo en el que, según los arqueólogos del siglo XX, las civilizaciones indígenas de la amazonía crecían del nivel de complejidad para construir este tipo de estructuras.
Su hallazgo se dio por casualidad cuando un capataz ganadero se encontró con este monumento mientras derribaba árboles de la selva, abriendo una puerta para el debate arqueológico en el área: ¿De dónde salieron los bloques de piedra? ¿Quién los transportó hasta allí? ¿Qué función cumplían? ¿Qué población tenía ese nivel de conocimiento y complejidad?
Algunos científicos sostienen que, contrario a lo que se piensa, la amazonía llegó a albergar diferentes civilizaciones que alcanzaron un número de hasta 10 millones de personas y de las que no quedó registro luego de la llegada de los colonizadores europeos y que esta estructura megalítica podría ser la puerta de entrada a nuevas y reveladoras respuestas al respecto.
Amanecerá y veremos.
Ciudad del dios Mono, Honduras
Enclavada en la densa selva de la región de La Mosquitia en Honduras, la Ciudad Blanca, también conocida como la “Ciudad del Dios Mono” o “La Ciudad del Jaguar Blanco”, ha capturado la imaginación de aventureros, arqueólogos y entusiastas de lo desconocido durante décadas. Aunque las leyendas y los relatos de exploradores se entrelazan para dar forma a la historia de esta misteriosa ciudad, su existencia real y la identidad de sus constructores permanecen envueltas en un velo de incertidumbre.
La historia de la Ciudad Blanca se encuentra en las narrativas transmitidas por las comunidades locales y exploradores a lo largo del tiempo. Se habla de una ciudad opulenta con edificios adornados con figuras de animales y deidades, rica en tesoros y oro. Sin embargo, la selva impenetrable y las dificultades logísticas han mantenido la ubicación exacta de esta ciudad oculta de los ojos del mundo moderno.
En 2015, utilizando tecnología de mapeo láser y exploración aérea, investigadores anunciaron el descubrimiento de ruinas y estructuras en el interior de la selva hondureña, lo que reforzó la creencia en la existencia de la Ciudad Blanca. Estas imágenes revelaron una red de senderos elevados, plazas y terrazas, sugiriendo una planificación urbana avanzada y un asentamiento significativo.
Uno de los aspectos más intrigantes de la Ciudad Blanca es la incertidumbre en torno a la civilización que la construyó. Mientras algunos investigadores especulan que podría estar relacionada con la cultura precolombina del pueblo maya, otros sugieren que podría representar una civilización completamente nueva y aún desconocida. El descubrimiento de estos restos ha avivado debates académicos sobre las culturas antiguas que pudieron haber habitado esta región.
Puma Punku, Bolivia
Situado en las alturas de los Andes bolivianos, a más de 3600 metros sobre el nivel del mar, se encuentra Puma Punku, un enorme vestigio arqueológico que genera muchas más preguntas que respuestas.
Aunque a simple vista puede parecer parte del complejo arqueológico de Tiahuanaco, erigido por la civilización del mismo nombre anterior al periodo Inca, en realidad su origen sigue siendo un misterio por su despliegue de habilidades de ingeniería extraordinarias.
Lo que hace que Puma Punku sea particularmente intrigante son las enormes piedras megalíticas que fueron talladas y encajadas con una precisión que desafía las capacidades tecnológicas conocidas para la época. Las piedras encajan tan perfectamente que ni siquiera se puede insertar una hoja de cuchillo entre ellas. Con precisión milimétrica, encajan perfectamente sin necesidad de mortero y se ha llegado a pensar que fueron producidas en masa.
La fecha de construcción tampoco está del todo clara. Para algunos arqueólogos, data de hace 1500 años, mientras que según otras teorías su antigüedad podría ser de hasta 15 000 años y por ende, una vez más, no faltan las especulaciones que involucran teorías extraterrestres y de civilizaciones perdidas.
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