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Manglares de agua dulce: un hallazgo en la costa amazónica

Angelo Bernardino y Margaret Owuor, exploradores de National Geographic, recorrieron palmo a palmo la desembocadura del río Amazonas para desentrañar las funciones de los manglares que ahí crecen.

POR: Diana Solano

Amanecer en el río Muriá, en Curuçá. Los exploradores de National Geographic, Angelo Bernardino y Margaret Owuor, están trabajando aquí con comunidades locales para estudiar los manglares y entender la importancia de este ecosistema único. Foto: © Pablo Albarenga/National Geographic.

Desde 1976, los Premios Rolex a la Iniciativa forman parte de la Iniciativa Perpetual Planet y han otorgado un reconocimiento a quienes transforman vidas y comunidades enteras para construir un mejor planeta para todos. Siguiendo los valores de calidad, ingenio, determinación y el espíritu emprendedor que ha impulsado a la compañía desde sus inicios, en Travesías presentamos esta serie de Guardianes del Planeta, con perfiles de socios y laureados con Premios Rolex a la Iniciativa.

Hablamos, en una entrega previa, de la Rolex and National Geographic Perpetual Planet Amazon Expedition, una ambiciosa misión en la que siete equipos científicos exploran facetas muy diferentes del río Amazonas y la rica biodiversidad de sus alrededores. En esta ocasión nos enfocamos en la historia de dos exploradores de National Geographic, Angelo Bernardino y Margaret Owuor, quienes –acompañados a su vez de un equipo de especialistas en diversas disciplinas– se embarcaron por la zona costera para observar de cerca los manglares.

Quizá sea el enorme magnetismo que ejerce el verdor de la selva amazónica, lo cierto es que la ciencia se ha abocado a su estudio y dejado en segundo plano la región de la costa. Sin embargo, los hallazgos del equipo de Bernardino y Owuor han demostrado cuán sorprendente es la desembocadura del río, en el norte de Brasil, donde aún hay tanto por descubrir. Recorrer esta región, por lo demás, no es tarea sencilla: no hay carreteras, hospitales ni mercados, las mareas pueden alcanzar los cuatro metros de altura, las lluvias no cesan y las nubes de mosquitos son impenetrables.

La exploradora de National Geographic Margaret Owuor en el río Muriá, vecino del manglar de Curuça. Ella se encuentra ahí con su compañero de investigación, el explorador de National Geographic Angelo Bernardino, para examinar la importancia del manglar para las comunidades locales y la vida salvaje. Foto: © Pablo Albarenga/National Geographic.

Pero valió la pena. Apenas llegar, encontraron manglares que crecían en abundancia en agua dulce, un descubrimiento importante para la comunidad científica, pues el consenso es que estos árboles de raíces características, parecidas a arañas, sólo pueden crecer en condiciones de salinidad.

En principio, esto podría aumentar la estimación de la extensión del manglar en unos 180 kilómetros cuadrados. Pero, sobre todo, pone de manifiesto la importancia de una expedición como ésta, en la que durante dos semanas se recorrió la región costera para hacer un estudio científico pormenorizado (para el que, además de convocar a científicos de diferentes ámbitos, se valieron tanto de tecnología como de escáneres láser 3D, drones y cámaras fotográficas), con la intención de conocer a detalle la función ecológica de los manglares y crear herramientas como los mapas tridimensionales que generó Thiago Silva, también explorador de National Geographic, quien formó parte del equipo. “Hay muchas más cosas por descubrir en esa zona –afirma Bernardino, ecologista marino, sobre esta aproximación a una de las zonas más desconocidas del Amazonas–. Podríamos pasar 20 años más allí y aún tener preguntas que responder”.

Un bosque de manglares rojos y negros en Curuça, al norte de Brasil. Estos árboles son importantes para las comunidades pesqueras locales: cuando se reduce la corriente, los peces quedan atrapados en estos manglares, lo que hace más fácil la pesca. Foto: © Pablo Albarenga/National Geographic.

Los manglares funcionan como zonas de alimentación de numerosas especies de peces y bajo su resguardo crecen los ejemplares juveniles. Limpian el agua de contaminantes y defienden la línea costera de las tormentas, el aumento del nivel del mar y la erosión. Son fundamentales en la captación de carbono (captan el doble que la selva por metro cuadrado). Además, que puedan desarrollarse en agua dulce habla de su capacidad de adaptación, una habilidad sumamente relevante conforme se agudiza la crisis climática.

Además de estos servicios ecosistémicos, los manglares son centrales en la supervivencia de las comunidades aledañas. De ahí extraen madera y alimentos. Los pescadores locales dependen de ellos, pero también otros ubicados en regiones remotas, pues muchas de las especies de peces que los habitan son migratorias. Por eso, un componente muy importante de la misión de dos semanas que se realizó en esta región estuvo conformada por las entrevistas a habitantes de comunidades aledañas. Lideradas por Owuor, estas charlas arrojaron que, aunque muchos celebran el desarrollo de infraestructura, hay un fuerte deseo comunitario por mantener la salud de los manglares para las generaciones futuras.

Así, este proyecto no sólo arroja datos mensurables, imágenes tridimensionales fabulosas y muestras de suelo, sino que funge como la voz de comunidades que luchan por la preservación de las riquezas del río. De esta manera, al sumar los saberes comunitarios y la información científica se puede trabajar por la protección de una región que, con el impulso de la campaña Perpetual Planet de Rolex, ha comenzado a explorarse a fondo.

El explorador de National Geographic Angelo Bernardino en el manglar de Curuça, en la desembocadura del río Amazonas. Bernardino y su compañera de investigación, la exploradora de National Geographic Margaret Owuor, están trabajando con las comunidades locales para mapear el ecosistema del manglar y crear conciencia sobre su importancia. Foto: © Pablo Albarenga/National Geographic.
 
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