1. Little Ethiopia, Washington D.C.
Se calculan aproximadamente 200 mil etíopes en al área de Washington D.C. Según cifras de la Embajada de Etiopía, ésta es la comunidad más grande fuera del país africano.
¿Dónde?
En la esquina de 9th y U Street en Shaw. También hay otras zonas etíopes en Adams Morgan y en Silver Spring.
La historia
Durante los años cincuenta y sesenta era común que llegaran a Washington estudiantes etíopes. Howard University —que hace parte del Historically Black Colleges and Universities—, la comunidad afroamericana de la ciudad y la embajada fueron las tres piezas clave para atraer a los jóvenes universitarios. Entonces la mayoría regresaba a su país después de sus estudios, pero, en 1974, con la Revolución Etíope, la situación política hizo que muchos decidieran quedarse. Las políticas del gobierno norteamericano de la época hicieron más fácil la migración —el Refugee Act de 1980 permitió un mayor número de entradas al país, mientras que la Diversity Visa de 1990 privilegió a los países con poca representación como Etiopía—. Para toda esta nueva ola migratoria Washington resultó el destino más natural para la comunidad, pues ya existía una relación previa con los estudiantes y la embajada. Aunque no hay propiamente un distrito etíope, existen muchos barrios de la ciudad donde la comunidad ha florecido. Centros comunitarios, negocios de todo tipo y, desde luego, los restaurantes son claro reflejo de este grupo que nunca se ha podido medir, ya que las cifras oficiales lo estiman en 30 mil personas cuando algunos llegan a hablar de un cuarto de millón.
Para comer
No hay mejor manera de experimentar la cultura etíope que a través de su gastronomía. Dukem Restaurant es quizás el local más popular del barrio, donde la concurrencia incluye cada vez más a curiosos que quieren aprender a comer con injera, la versión etíope de tortilla o crepa, con la que se acompañan absolutamente todos los guisos. Otra opción es Chercher, aquí los platillos son superabundantes e ideales para compartir y así probar de todo un poco.
2. Banglatown, Londres
Una callecita del este de Londres se convirtió en la más importante colonia bengalí. Ahí permanece Brick Lane, atrapada entre el hoy hipergentrificado Spitalfields Market y los barrios de movida del este: Old Street y Shoreditch.
¿Dónde?
Sobre Brick Lane, entre Buxton Street y Whitechapel. Lo ideal sería tomar el metro hasta Aldgate East o el tren a Shoreditch High Street.
La historia
Cuatro vuelos semanales conectan Londres con Sylhet, una ciudad de medio millón de habitantes en el noroeste de Bangladesh: son el mejor ejemplo de la gran comunidad bengalí que vive en la capital inglesa, y que proviene en su mayoría de esta pequeña ciudad del norte del país. Aunque los primeros bengalíes llegaron a Inglaterra a principios del siglo xix, durante la época del Imperio en India, la migración más importante se dio después de los años setenta, cuando las leyes de inmigración se relajaron. La comunidad se fue estableciendo en la zona de Brick Lane y sus alrededores, hoy rodeada de algunos de los barrios más de moda de la ciudad, como Shoreditch y Spitalfields. Los bengalíes encontraron su mejor negocio en la creciente popularidad de la comida hindú, y crearon un corredor gastronómico que hasta el día de hoy es parada indispensable de locales y turistas. De entre los cientos de opciones muchos recomiendan la variedad de curries de Aladin, en el número 132 de la calle; pero también existe la opción de dejarse convencer por alguno de los cientos de meseros que se alinean fuera de los restaurantes, para convencer a los hambrientos transeúntes.
La historia del barrio
Un edificio ejemplifica mejor que ningún otro cómo Londres ha sabido acoger desde hace muchos años a distintas comunidades de inmigrantes y refugiados: la hoy mezquita Jamme Masjid. Originalmente, el edificio se construyó en 1743 como iglesia protestante, para servir a la comunidad de hugonotes que habían huido de Francia. Para 1800 funcionaba como iglesia metodista, y hacia finales de siglo se transformó en sinagoga para atender a la creciente comunidad judía, quienes en su mayoría habían salido huyendo de los pogromos de Rusia. Los últimos en llegar fueron los bengalíes, y poco a poco los judíos fueron mudándose a otros barrios. En 1976, el edificio cambió una vez más de giro y se convirtió en mezquita.
3. Kreuzberg, Berlin
Históricamente, uno de los barrios más pobres de Berlín. Durante la posguerra quedó atrapado por el muro, pero recuperó su lugar en el corazón de la ciudad y se convirtió en epicentro de la movida artística.
¿Dónde?
Al sur de Potsdamer Platz y protegido por el Landwehrkanal, se trata de una zona bastante grande. Una opción sería bajar caminando y seguir el curso del río; otra es bajar en la estación de metro Kottbusser y explorar los alrededores.
La historia
La comunidad turca más grande, fuera de Turquía, habita en Alemania, y este barrio berlinés es uno de sus epicentros. Después de la Segunda Guerra Mundial, con el muro, Kreuzberg quedó en la parte occidental. La ciudad atravesaba en la posguerra una crisis de mano de obra, pues no había flujo de trabajadores desde el lado oriental. Un tratado de mano de obra que se firmó en 1961 entre Alemania y Turquía puso en marcha la migración. Aunque inicialmente se trataba de trabajadores temporales, las leyes que permitían a los inmigrantes traer a sus familias hicieron que muchos decidieran quedarse. Con la caída del muro, la comunidad tuvo que enfrentarse a un proceso de asimilación que encontró muchos opositores en la derecha antiétnica. Actualmente, la comunidad turca convive en este barrio con las comunidades más creativas de Berlín. Ya no son más inmigrantes, sino alemanes con una herencia cultural turca, cosa que especialmente en términos gastronómicos parece haberles encantado a los alemanes.
Un paseo
Hay que empezar en el mercado turco (martes y viernes de 11:00 a 18:30) donde además de comida, especias y telas, hay puestos más hipsters. Hay que darse una vuelta por Görlitzer Park si es un día soleado y visitar el Martin Gropius Bau, museo que presenta las exposiciones más importantes en Berlín. Muchas calles del barrio muestran coloridos grafitis que recuerdan que este espacio se comparte entre comunidades de jóvenes artistas e inmigrantes turcos y de otras regiones de los Balcanes y Europa del Este. Al final, no está de más hacer una escala en un restaurante típicamente turco: Maroush, en Adalbertstraße 93.
4. K-Town, Los Ángeles
Entre las desérticas avenidas de Downtown y los animados locales mexicanos, Koreatown es un extraño oasis asiático de locales comerciales, restaurantes y spas que comparten espacio con la ola hipster, encabezada por el Line Hotel.
¿Dónde?
En Wilshire Blvd. entre las estaciones de metro Wilshire/Western y Wilshire/Vermont.
La historia
Después de la Segunda Guerra Mundial y de la subsecuente Guerra de Corea, muchos coreanos procedentes del sur buscaron emigrar a Estados Unidos. El Immigration Act de 1965 facilitó la entrada al país, y para 1980 se calcula que había cerca de 300 mil coreanos viviendo en esa nación. Hoy, se estima que hay aproximadamente un millón de coreanos, y sólo en el área de Los Ángeles unos cien mil. Uno de los fenómenos más interesantes en esta parte de California ha sido la asimilación entre dos culturas de inmigrantes, la mexicana y la coreana, ambas comparten espacio en el centro de la ciudad. El resultado se puede probar, literalmente, en una gastronomía que surgió aquí, del matrimonio entre lo mexicano y lo coreano. Como exponente de este movimiento, un foodtruck es parada obligada: Kogi BBQ, que para muchos el responsable de haber popularizado los tacos coreanos. Para comprobarlo hay que revisar dónde estará estacionado.
Para pasar el día
Una visita a K-Town debe culminar con una cena en una clásica parilla coreana, pero ésa es la última parada. Lo primero, y lo más importante, sería pasarse el día completo en un spa coreano, un concepto que es difícil de explicar para quien no lo haya vivido, pues nada tiene que ver con lo que nosotros consideramos un spa. Uno llega a Wi Spa a pasar el día: un rato en sus áreas húmedas, después un facial, luego comer en su restaurante, luego seguir reposando en una de sus salas, después al vapor y, finalmente, un masaje. El spa es un espacio familiar, donde la gente lee, platica, come y se relaja. Una vez que uno lo prueba entiende por qué los coreanos aman tanto estos lugares. ¿Y para cenar? Tan pronto uno salga del spa hay que ir a un BBQ para cerrar bien el día, nuestra recomendación es asomarse a Gwang Yang BBQ, sobre Whilshire, o caminar unas cuadras hasta Magal BBQ, sobre 8th Street. Aquí cada mesa tiene su propia parrilla, y la estrella es siempre el tocino acompañado de una buena dosis de soju, arroz y kimchi. Para los que quieran algo diferente hay que asomarse a Sun Nong Dan, un local que se ha hecho famoso porque el chef David Chang es fan, y donde la especialidad es un guisado de carne de res llamado galbijjim.