La mejor rosca de reyes… no existe
Y llegué a esta conclusión, después de chopear mi tercer pedazo de rosca en chocolate caliente.
POR: Mary Gaby Hubard
Estuve a punto de hacer un listado de “las mejores roscas de reyes en la Ciudad de México”. Pero justamente cuando me disponía a crear un sistema de calificación en cuanto a la frescura del ate, el dulzor de la parte azucarada, la cantidad de mantequilla y la suavidad del pan, me di cuenta que era injusto forzar la entrada de este pan a un ranking.
De por sí, considero que la comida es emocional. Hay platillos que inevitablemente ligamos a la nostalgia, como las albóndigas de tu mamá, o el panqué de naranja de tu abuela. Esos que siempre vienen acompañados de memorias, de los aromas que se escapan de la cocina y nos dan la sensación de estar en casa, o de texturas, como la de la mesa del comedor de tu abuela donde compartían ese panqué.
Entonces, de vuelta a la rosca ¿por qué nos gusta más una que otra? Dejemos de lado las “novedosas”. Las versiones con brownie o con matcha, las rellenas de zarzamora y queso crema y las que hornean con romero y mandarina están fuera de la competencia. Digamos que esa son versiones interesantes, pero que más bien responden a tendencias y antojos.
Y quedémonos con las roscas tradicionales ¿mi favorita? Muchos años fue la que vendían en Superama. Porque esa compraba mi mamá y el 6 de enero cortábamos nuestro pedazo para chopearla en un vaso de leche con chocolate, mientras abríamos los regalos de los Reyes Magos. Jamás me preocupé por la calidad de sus ingredientes o las técnicas que usaban en el supermercado para hornearla. Esa rosca tenía un lugar especial en mi corazón por los momentos con los que la relacionaba.
Este año comí la de ENO. Tiene avellanas y ate de guayaba. La sumergí en Chocolate Abuelita hecho con leche de almendra -una disculpa a todos los puristas del chocolate caliente y la leche entera, que seguramente se están infartando con esta declaración- en el comedor de mi casa, con mis amigos y nuestros perros. Entre la plática y las risas, llegué hasta el tercer pedazo. Y sí, me salió el niño. Planeamos una ida a acampar, y una reunión para los tamales. Nada mal para una tarde de principios de enero. Este año, esa rosca fue mi consentida. Me gustó más que la que me comí yo sola, sentada en una banca en el frío, o la que probé “por no dejar” en casa de una de mis tías menos simpáticas.
¿El próximo año mi rosca favorita será la misma? No lo sé. Tal vez pruebe una nueva, en un nuevo contexto y esa se convierta en mi consentida del momento. Ya veremos.
Especiales del mundo
Travesías Recomienda
También podría interesarte.