Cada año arde entre el 3% y 4% de la superficie del planeta a causa de fuegos forestales. En África, por ejemplo, y desde hace semanas, se han contado al menos 10 mil incendios activos tan sólo en Angola y el Congo. Y aunque estos siniestros no provocan estragos tangibles –hasta ahora–, habría que recalcar que: cada vez que el humano quema prados abiertos hay una adición muy fuerte de gases de efecto invernadero que afectan la atmósfera.
En el caso de África, los incendios se usan como técnica agrícola ancestral para acabar con las plagas y “preparar” la tierra para la cosecha. Por lo que hay quien argumenta que encenderlos no daña grandes masas boscosas, sino pastizales. Sin embargo, los especialistas sostienen que además de erosionar el suelo, este tipo de prácticas estimulan la deforestación (ya de por sí preocupante), lo que genera pérdida de la biodiversidad.
Quemar los bosques implica terminar con los árboles, con la fertilidad del suelo, con las plantas, los animales, los hongos y las bacterias que tanto ayudan a funciones biológicas esenciales; esas que el humano, por mucha tecnología que desarrolle, no puede igualar de manera orgánica.
Parece obvio decirlo, pero necesitamos que los árboles –aquellos que movilizan hasta una tonelada de agua al día a través de la extracción del suelo– sigan transpirando, viviendo.
México, otro caso de emergencia
A inicios de julio de este año, la reserva de la biosfera de Sian Ka’an –uno de los sitos de mayor riqueza natural, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO– registró nueve focos de incendio con estragos en más de 4 mil hectáreas de selva baja y sabana. Dado que es una zona frágil y de difícil regeneración, se cree que su recuperación podría tardar hasta 200 años.
Sian Ka’an cuenta con una superficie de más de 652 mil hectáreas conformadas por tres áreas naturales protegidas: la Reserva de la Biosfera de Sian Ka’an, la Reserva de la Biosfera Arrecifes de Sian Ka’an y el área de protección de Flora y Fauna Marina. Aunque todavía no hay un recuento certero de los daños, los primeros informes gubernamentales de Quintana Roo apuntan a la caza furtiva como una de las principales causas; y es que quienes las realizan hacen fogatas y queman pastizales para acorralar a los animales y poder cazarlos.
Y fuegos en el resto del mundo…
Los incendios en el Ártico han sido extensos y duraderos este 2019. Tanto así, que dicha región se está calentando dos veces más rápido que el resto de la tierra. Ni qué decir del Sureste de Asia, donde en las últimas tres décadas el 71% de los bosques de turba han desaparecido por los incendios provocados (los usan para abrir espacio a la industria del aceite de palma).
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Imagen de portada: El País en la Amazonía
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