Notre Dame, la catedral gótica más icónica de la capital francesa –y del mundo– sufrió daños en sus instalaciones por un incendio ocurrido a las 16:00 horas de París. Según lo han expresado algunos medios europeos, la tragedia estaría relacionada a una renovación que en las últimas semanas se realizaba en la edificación. Al parecer el fuego empezó en la parte superior de la iglesia y afectó principalmente a la torre conocida como “la aguja” (96 metros), una estructura que era más alta que las dos torres frontales (69 metros).
Hasta ahora hay pocas noticas respecto al siniestro. Se sabe que la policía acordonó la zona y ha despejado, con éxito, a la multitud de turistas que se encontraban en el recinto. Por otro lado, algunos expertos han dicho que las llamas se encuentran en un ángulo complicado por lo que los bomberos tienen ante ellos un enorme reto. Para apaciguar el fuego se están tomando las mismas medidas que se usarían en un incendio forestal.
Quizá hasta ahora lo que sí es una certeza es que este suceso representa un día triste para la historia del mundo. Esto se debe, entre otras cosas, a que la iglesia ejemplificaba de una manera hermosa una parte importante de la humanidad; un símbolo único de la cristiandad y de la arquitectura en la capital francesa.
La historia
Su estilo se remonta a la época medieval. Notre Dame comenzó a construirse en 1163 y fue culminada en 1354 en la isla de la Cité, en el río Sena. Su estilo gótico (por iniciativa de Maurice de Jully y diseñada por Pierre de Montreuil y Jean de Chelles) permitió que se pudieran materializar formas y ángulos que hasta ese entonces se creían imposibles. Cuantiosos detalles medievales (como sus asombrosas ventanas) transformaron para siempre la forma en la que los humanos se relacionaban con su espiritualidad.
Además, esta catedral ha acompañado a la ciudad en sus momentos más importantes. Durante la Revolución Francesa, por ejemplo, perdió gran parte de su iconografía religiosa pues fue transformada en un templo y después en un almacén. Durante esa época la construcción estaba tan deteriorada que se llegó a contemplar la opción de destruirla. Por suerte, el escritor Víctor Hugo apeló por su conservación y en 1845 se hizo realidad un extenso programa de restauración.
Ahí se llevó a cabo la coronación de Napoleón Bonaparte, la de Enrique VI de Inglaterra y la Beatificación de Juana de Arco. En el presente sus gárgolas han visto pasar de todo, incluso los 13 millones de visitantes que este recinto recibe anualmente.
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