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Viaje acústico con Raúl David Vázquez (Rulo)

Vivir el auge de la industria musical le permitió conocer el mundo a través de ella: entrevistas por aquí y conciertos por allá.

POR: Redacción Travesías

Rulo no se sabe estar quieto. De dueño de un restaurante a director de un semanario, curador de música y conductor de un programa deportivo; quizá su faceta que más nos genera nostalgia es la de conductor de radio, que dejó después de 20 años de trayectoria.

¿Cómo es un día en tu trabajo?
Es raro, porque tengo muchos trabajos y todos los días son diferentes. Escribo y edito para Frente, por lo que hago entrevistas o escucho discos en mi casa para escribir al respecto. Tengo un restaurante nocturno que se llama Páramo, y en las noches voy a visitarlo para ver cómo va, cómo suena, cómo está la comida. También ayudo a algunos restaurantes a elegir su música, como Rosetta, Lardo o Cala, que es el Contramar de San Francisco, y tengo un podcast en Convoy.

¿Cómo es tu trabajo como curador de música para restaurantes?
Ahorita justo estoy haciendo la curaduría para el Rosetta, un gran playlist que iremos cambiando poco a poco. Ahí le apuestan a que la música tenga una sensación de nostalgia. En el caso de Lardo, Elena Reygadas quiere escuchar lo que a ella le gusta, como The Smashing Pumpkins, David Bowie o Nick Cave, y a mí se me hizo increíble, porque en ningún restaurante de esta ciudad oyes este tipo de música, y menos en uno así. En Cala suena música latinoamericana de todos los tiempos.

¿Cuál es el momento más memorable de tu carrera?
A Frente le tengo mucho cariño, porque fue algo que empecé desde cero. Surgió como todas mis ideas: a partir de cosas que a mí me hacían falta.

¿Cómo eras a las 16 años?
Era pésimo para la escuela, no tenía ni un peso y era muy amiguero. Me gustaba mucho la música y andaba ahí, en la ciudad, buscando aventuras: iba a conciertos, buscaba amistad con gente afín. Ya a los 18 entré a trabajar a una revista, y eso me abrió muchas ventanas, ahí escribía de música y hacía horóscopos.

¿Qué disco te ayudó a definirte como persona?
Más que un disco, yo iba en una escuela en donde hacían conciertos el Día del Niño, y alguna vez tocó Fobia, Bon y los Enemigos del Silencio, Caifanes… y un grupo de la escuela que era protagonizado por Cristian Castro. Y ver grupos ahí, en el patio de mi escuela, fue muy importante para mí. Todo era amateur en esa época. Hasta los profesionales eran amateurs, pero siempre me gustó mucho el rock mexicano y fue ahí cuando dije: “Ah, qué increíble está esto”.

¿Cuál es tu spot musical favorito?
Ya casi no hay tiendas de discos, prácticamente se acabaron. Pero a los 25 años, a finales de los noventa, hice un viaje por todo Europa y conocí todas las tiendas de discos de Viena, de Praga… a eso me dedicaba. Regresé con 400 CDs en el backpack, lo que era una ridiculez. Tiraba las cajas y llenaba carpetas.

Vivía para conocer tiendas de discos. Todavía quedan algunas, como Rough Trade, en Londres, y Other Music, en Nueva York. Amo esa tienda chiquitita, en la que hace diez años los empleados eran insoportables, apenas y te volteaban a ver: eran como los de High Fidelity, tal cual. Y ahora llegas y te tratan como rey. Hace poco fui a Japón y fue como entrar a otra época en Tokio, donde todavía hay un Tower Records de siete pisos. Eso ya no existe en el mundo, sólo en Japón. Me tocó ver cómo cerraban el Tower de Picadilly y el de la Calle 4 en Broadway; y el Virgin de Sunset en Los Ángeles y el de Times Square; y el de Japón ahí sigue, de siete pisos. Me recordó al que existía en la Zona Rosa.

 
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