El milagro del plástico
Miranda Wang ha conseguido lo imposible: reutilizar el plástico no reciclable.
POR: María Pellicer
Miranda Wang toma la palabra y todos guardamos silencio. Recuerda a su compatriota Bianca Andreescu, la joven jugadora de tenis que le arrebató el título del US Open a Serena Williams. Las dos canadienses, menores de 25 años, comparten la seguridad de quien sabe exactamente lo que está haciendo.
Wang acaba de ganar los Premios Rolex a la iniciativa, los cuales reconocen y apoya a quienes están trabajando por mejorar el planeta. Rodeada de periodistas de todo el mundo, un día después de haber recibido el premio en Washington D.C., Wang explica con absoluta seguridad y certeza los objetivos de su compañía BioCollection.
Para dimensionar el problema hay que partir de cifras. Solamente el 9% del plástico que se produce en el planeta se recicla, el 91% restante termina en tiraderos de basura, en las calles o en el mar. Hasta hoy, todo el plástico que hemos creado sigue existiendo en algún lado y, si seguimos así, para el 2050 se calcula que en el mar habrá más plástico que peces. Wang ha enfocado su trabajo en los polietilenos, que representan un tercio de la producción de plástico (80 millones de toneladas anuales). Esto es, bolsas, envoltorios y todas esas envolturas que utilizamos para empacar productos y alimentos, y que generalmente no tienen un símbolo de reciclaje (para los curiosos, les corresponderían los números dos y cuatro, mientras que al PET le corresponde el uno).
¿Por qué estos plásticos no se reciclan? Para Wang la respuesta es muy sencilla: no se reciclan porque no tienen ningún valor comercial. La única manera de conseguir que el reciclaje suceda es dándole valor a la basura. El PET, por ejemplo —con el que se fabrican la mayoría de botella de agua y de bebidas—, tiene un valor de mercado y por eso es que suele llegar a los centros de reciclaje. La clave está justamente ahí, en conseguir que algo que no tiene valor lo tenga.
La idea
La idea de Wang es relativamente sencilla, la joven química encontró una manera de transformar los polietilenos —LDPE y HDPE— en sustancias químicas industriales valiosas a través de un proceso químico. Ahora viene la explicación complicada. Utilizando cadenas de carbón, se crean una serie de reacciones químicas y se rompen las cadenas de polímeros que forman a los polietilenos, obteniendo así unas moléculas más ligeras que dan origen a compuestos orgánicos valiosos que se pueden cosechar, purificar y utilizar después para crear nuevas cosas.
De este proceso se consiguen ácidos dicarboxílicos —ácido succínico, ácido glutárico, ácido adípico, ácido pimélico, ácido subérico, ácido azelaico—, todos con nombres extraños y complicados pero muy valiosos, pues algunos de ellos son compuestos orgánicos precursores en la creación de productos como el nylon. Hoy en día estos productos se fabrican a partir de petróleo, pero la magia del proceso que plantea Wang es que podrían hacerse a partir de desechos plásticos.
Sentados alrededor de una mesa, escuchando atentamente, todos estamos fascinados con las explicaciones de esta joven vancouverita. Más allá del proceso químico, Wang tiene muy claros los retos que enfrenta su compañía, principalmente el lograr escalar el proceso para tener un impacto y mantener la tecnología independiente. A través de las alianzas con gobiernos locales y con quienes ya están trabajando día a día con la basura y los residuos, Wang y su empresa evalúan los verdaderos retos de la industria. También así es como han detectado que son justamente estos plásticos, los envoltorios y películas, los que están escapando a los procesos de reciclaje.
Wang es optimista en cuanto a la crisis climática, pero también tiene muy claro que el tiempo es limitado y que la clave está en conseguir que su proyecto pueda escalarse, replicarse, crecer y llegar a más ciudades y centros de reciclaje. Más allá del dinero o la cantidad de recursos que necesita su compañía para seguir trabajando, un premio como los Premios Rolex a la iniciativa ponen a la joven y su compañía en los reflectores, y le da difusión a un proyecto del que podríamos beneficiarnos todos los que habitamos este planeta.
Más información:
rolex.org #perpetual
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