Se ganó el título de la ciudad más verde y sustentable de América Latina y con orgullo lo sostiene. Curitiba le propone al visitante un sinfín de atracciones en un entorno que convive en armonía con la naturaleza.
Al llegar es posible que el viajero sienta que no está en Brasil. Podrá observar cómo los espacios verdes de la ciudad dialogan con su arquitectura colonial o cómo el sistema integrado de transporte conecta las principales atracciones turísticas casi sin esfuerzo. Por eso Curitiba continúa siendo una metrópolis modelo, y aunque hoy sufre la crisis de su país, sigue tan vital como cuando se diseñó.
Pulmón verde
La ciudad más alta de Brasil (ubicada a 934 metros por encima del nivel del mar) alberga en su interior más de 30 parques y bosques, lo que se traduce en 50 metros cuadrados de área verde por habitante (considerando que la Organización Mundial de la Salud —oms— recomienda entre nueve y 11 metros cuadrados). En un mundo donde el concreto se impone, esta característica la convierte en un sitio exquisito para ser visitado. Los ciudadanos, además, tienen la cultura del reciclaje muy arraigada, y esa buena práctica es contagiosa.
El parque Tanguá es una buena forma de sumergirse en la propuesta green de la ciudad. Este lugar forma parte del proyecto de conservación del río Barigui y, probablemente, lo que llame más la atención sea un túnel que puede ser recorrido a pie a través de una pasarela sobre el agua que une las dos canteras que sobresalen en los extremos del parque. Allí también puede contemplarse el jardín del famoso muralista curitibano Poty Lazzarotto (y vale la pena hacerlo).
Lo imponente de Curitiba es que sus áreas verdes están insertas en las avenidas más transitadas, lo que ofrece al transeúnte una multiplicidad de puntos de desconexión del trajín cotidiano.
El Jardín Botánico es otro de los paseos por excelencia tanto para turistas como para locales. Inspirado en los jardines franceses regala la posibilidad de conocer plantas nativas y un gran bosque con Mata Atlántica preservada.
Aun con 48 horas para recorrerla, el visitante podrá conocer varios de los puntos emblemáticos debido a su eficiente sistema de movilidad llamado Red Integrada de Transporte. Sus 72 kilómetros de calle exclusiva para ómnibus recorren e interconectan los principales ejes de la ciudad, y sus paradas en forma de tubo cuentan con accesibilidad universal. Esta forma de crecimiento programado dota a Curitiba de una gran eficiencia en su sistema de transporte público (fue el primer proyecto de autobús de tránsito rápido implementado en el mundo) y la diferencia de muchas capitales latinoamericanas.
Arte en todas partes
Ser testigo de las calles coloniales que se codean cómplices con grandes murales. Perderse en el centro histórico y sentir el alma curitibana puede ser un buen plan para el viaje. Considerada la capital brasilera del arte en mosaico, sus muros exudan el talento de artistas contemporáneos como el reconocido Poty Lazzarotto, lo que la transforman en un museo a cielo abierto. Y si de museos se trata, la ciudad exhibe orgullosa a uno de los más grandes de América Latina: el Oscar Niemeyer, famoso por su arquitectura en forma de ojo. En su interior pueden contemplarse más de 2 200 obras de artistas nacionales e internacionales.
Seguramente para visitar otras galerías sea necesario atravesar la reconocida calle xv de Novembro o Rua das Flores, que fue la primera vía peatonal de Brasil. Repleta de flores, que suelen cambiar año tras año, es un buen sitio para tomarse un café.
En el centro de Curitiba también está Rua 24 horas, la galería más famosa de la ciudad. El gigante reloj en la entrada y su estructura tubular confieren al sitio una arquitectura que se destaca. Es además un buen paseo para ir de compras y un espacio gastronómico.
Una ciudad ecológica, inteligente y artística, que tiene las puertas abiertas a todo aquel que se proponga recorrerla.