Cuando escogemos una forma de viajar, normalmente lo hacemos por el costo, el tiempo de trayecto o la practicidad. Pero, algunos viajeros también han empezado a considerar las emisiones de carbono como otro criterio igual de importante para sus planes. No es para menos, de acuerdo con la organización Climate Watch, el transporte es el segundo sector que más contamina en el mundo, sólo por detrás de la industria energética, siendo directamente responsable por el 15% de las emisiones totales.
Estas nuevas preocupaciones han empujado a varias empresas de transporte, desde aerolíneas hasta plataformas de viaje, a realizar ciertos cambios en su operación y transparentar las emisiones de carbono que emiten durante los viajes.
Las navieras, por ejemplo, han empezado una “carrera” por encontrar alternativas más limpias al diesel que usan en la actualidad, la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) ahora también ha vuelto prioridad su certificación de sustentabilidad y si usas el buscador de vuelos de Google probablemente hayas visto que enlista las emisiones de carbono de cada viaje con la misma importancia que el precio y la duración de cada opción.
Aunque todas son muestras de los cambios positivos en la industria, lo cierto es que también es información que podría volverse muy técnica para el viajero común. Quien está interesado en viajar de manera más sustentable corre el riesgo de perderse entre números e información especializada, por eso nos dimos a la tarea de investigar cuántas emisiones son demasiadas emisiones para nuestros viajes.
Viajes en avión: un problema que ha dejado de ser silencioso
Hablar sobre el impacto de la aviación en el medio ambiente puede ser algo engañoso, sobre todo después de la pandemia, en que el tráfico aéreo descendió de forma drástica y, lógicamente, también lo hicieron las emisiones del sector. Sin embargo, ahora que los viajes han regresado con toda su fuerza, el consumo volvió a sus verdaderos niveles.
Aunque la emisiones de carbono provocadas por la aviación representan apenas el 2% del total global, organizaciones como la Agencia Internacional de Energía (IEA) lo catalogan como uno de los medios de transporte más difíciles de descarbonizar.
La industria no ha podido reemplazar combustibles fósiles como la turbosina, que todavía impulsa la mayoría de los vuelos. Menos de 0.1% de toda la aviación usa alternativas sostenibles como el biojet y, a pesar de que requieren de pequeñas adecuaciones técnicas para poderse utilizar, pocos en el sector están actualizando su infraestructura, calculando que para 2027 ni siquiera el 2% de la aviación comercial habrá hecho la transición.
Eso sin mencionar que la aviación tiene el crecimiento de emisiones más rápido de todo el sector de transportes. En el último año las emisiones por viajes en avión crecieron 16%, cuando ningún otro medio de transporte mostró un aumento de más de 10% en el mismo periodo.
Los aviones son el segundo medio de transporte que más emisiones provocan por año. Sin embargo, su impacto puede ser aún mayor cuando se trata de vuelos domésticos. De acuerdo con un estudio que el Departamento de Negocios, Energía e Industria de Reino Unido realizó en 2019, justo antes de la pandemia, la huella de carbono que cada pasajero deja en un vuelo corto es mayor que la de un viaje en auto, barco o tren.
Viajar en auto aún no es ninguna solución
El transporte terrestre es la forma de moverse que más contamina, de acuerdo con las estadísticas del IEA. Más del 80% de las emisiones provocadas por algún vehículo provienen de los autos, incluyendo tanto aquellos para viajes particulares, como camiones y tráileres de carga.
Aunque sigue siendo el método de transporte más contaminante, por mucho, las alternativas crecen con optimismo. La venta de autos eléctricos aumentó 14% y ya casi representa un quinto del mercado. Esto fue una de las razones por las que las emisiones de coches y camionetas de pasajeros prácticamente no mostraron crecimiento en el último año y aún está lejos de regresar a sus niveles pre pandemia.
Sin embargo, las estimaciones de la IEA indican que la velocidad de transición todavía no es suficiente. Mientras la población siga creciendo, la demanda de autos también lo hará, y si las alternativas sustentables no se vuelven más accesibles, la organización espera que para 2030 cerca del 80% de los coches todavía estén impulsados por combustibles fósiles.
En promedio, cada viaje en auto deja una huella de 192 gramos de dióxido de carbono por kilómetro, de acuerdo con el Departamento de Negocios, Energía e Industria de Reino Unido. Esto puede cambiar, dependiendo la distancia del viaje, la cantidad de pasajeros a bordo del vehículo y las características de cada auto.
Manejar un coche mediano puede ser menos contaminante que viajar en avión cuando se trata de distancias moderadas, aproximadamente menores a 1000 kilómetros. Cuando hablamos de un trayecto más largo, entonces el avión se convierte en una mejor opción.
Trenes: la alternativa que buscábamos
Si estabas empezando a creer que todos las formas de viajar están condenadas a contaminar, al menos mientras no encuentren una solución a largo plazo, te tenemos una buena solución: los viajes en tren.
A pesar de que estamos muy lejos de la “época dorada” de los trenes para pasajeros, cuando era la forma más usada para moverse entre ciudades y los vagones parecían palacios andantes, muchos países están volteando a ver a las vías férreas de nuevo y mucho tiene que ver con su bajo impacto ambiental.
Según estadísticas de la IEA, el tren es el transporte para pasajeros con las emisiones más bajas. Apenas representa el 1.2% de la contaminación de todo el sector y, de hecho, ha dejado de crecer significativamente con respecto a sus números pre pandemia.
En promedio, las emisiones ferroviarias por kilómetro por pasajero actualmente equivalen alrededor de una quinta parte de las del transporte aéreo. Y lo mejor es que aún hay espacio para mejorar.
No sólo cada vez más países en todo el mundo están considerando inversiones para construir nuevos servicios de tren para pasajeros, si no que, además, están considerando una transición hacia modelos eléctricos que no generen ninguna emisión directa de carbono.