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¿Cómo volaremos mañana?

El coronavirus y la oportunidad de reinventar la aviación.

POR: María Pellicer

Estoy casi segura de que no es la primera vez que utilizo este título para una nota sobre aviación. La única diferencia es que, si recuerdo bien, la primera vez hablaba sobre el A380 y un futuro que hoy ya no existe. La breve historia del avión de pasajeros más grande del mundo (en su máxima capacidad puede transportar 850 personas) inició en 2005, cuando el gigantesco avión de fabricación europea se presentó en un hangar de Toulouse, y concluirá en 2021, después de que Airbus anunciara en febrero de 2019 que cerraría su linea de producción. 

Hasta aquí, poco que ver con el virus que nos ocupa estos días. Pero, si traigo a cuenta esta historia es porque el programa del A380 era mucho más ambicioso y completo que convertirse en el avión comercial más grande. Entre sus objetivos estaba también reinventar la aviación, con un modelo que privilegiaba la eficiencia del combustible. El A380 proponía llevar pasajeros de un lugar a otro en un avión muy grande utilizando menos combustible, y la clave radicaba en reducir las frecuencias de vuelos y hacer, literalmente, menos viajes, pero cargando más pasajeros. Un ejemplo práctico: en lugar de hacer veinte vuelos entre México y Guadalajara, un avión de grandes dimensiones podría hacer solo tres, llevando la misma cantidad de pasajeros, pero siendo más eficientes.

El COVID-19 obligará a la aviación a reinventarse y a desempolvar modelos que hasta ahora parecían olvidados.

La idea se extendía a propuestas más interesantes, como marcar rutas transatlánticas en aviones de gran formato que volaran imitando formaciones de aves para ayudar al gasto eficiente de combustible. Hasta hace un par de meses, después del anuncio de Airbus y de que varias aerolíneas empezaron a anunciar la jubilación anticipada de sus equipos (el 22 de marzo la Ciudad de México recibió por última vez al A380 de Air France, el único que visitaba nuestro país desde 2016) estas ideas parecían totalmente obsoletas, pero el COVID-19, que empezó a hacer ruido en enero de este año, podría haber llegado también para obligar a la aviación a reinventarse y a desempolvar modelos que hasta ahora parecían olvidados.

Ilustración: Diego Beauroyre

A principios de abril, el COVID-19 ha dejado en tierra al 80% de los vuelos en todo el mundo. Los datos de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo indican que la industria perderá un 44% de ganancias con respecto a sus números del año pasado. Dependiendo de cuánto tiempo se extienda el confinamiento en cada país, y previendo que el tráfico nacional pueda recuperarse de manera más rápida que el internacional, la IATA estima también que la recuperación empezará a notarse en los números hasta mediados de 2021. Por ello, no sorprende que hoy Estados Unidos haya anunciado un rescate a la industria por 25000 millones de dólares. Pero mientras eso sucede, ¿qué está haciendo la aviación para sortear esta tormenta?

¿Qué está haciendo la aviación para sortear esta tormenta?

En nuestro país, Aeroméxico tuvo que modificar todas sus frecuencias, nacionales e internacionales. De sus cinco vuelos europeos diarios, por ejemplo, solamente la ruta a París se mantiene, con una frecuencia diaria, mientras que con Estados Unidos se cancelaron la mayoría de las rutas por lo menos hasta finales de abril, con la excepción de Chicago, Nueva York y Los Ángeles que tuvieron que reducirse a 3 ó 4 frecuencias a la semana. La aerolínea también anunció que estará ofreciendo parte de su flota en tierra como vuelos de carga chárter (el gobierno mexicano tiene en esta modalidad tres equipos B787 que están haciendo la ruta desde Shanghai con insumos médicos). Air Canada eligió sus equipos más grandes para readaptarlos como aviones de carga. Mientras que Aeromar, cuyos aviones son más bien pequeños, está ofreciendo vuelos gratuitos para personal médico.

LATAM, por su parte, implementó un programa de repatriación con el que hasta el día 30 de marzo se habían realizado 115 vuelos con más de 16300 pasajeros mientras que Interjet hizo lo mismo con estableciendo puentes aéreos entre México y Perú y Ecuador, dos países que cerraron sus fronteras sin previo aviso, dejando a muchos viajeros varados y sin posibilidad de volver a casa.

Pero más allá de las iniciativas temporales, lo interesante hoy es tratar de imaginar el futuro de la industria. Todas las aerolíneas, sin excepción, han relajado de manera drástica sus políticas de cancelación o cambio de vuelos, cosa que sorprende en una industria que tradicionalmente ha sido muy dura con los consumidores. Sin embargo, las medidas más interesantes se refieren a la adquisición de viajes a futuro. Aquí muchas han recurrido a ofrecer políticas amigables y flexibles que le dicen al consumidor: “compra hoy y si no te gusta te lo cambio sin costo”. Este tipo de políticas, que como consumidores estamos acostumbrados a recibir de otros comerciantes, podrían convertirse, a partir de esta crisis, en un estándar también en la aviación, pues como pronostican muchos especialistas, sería difícil regresar al modelo anterior.



 

El otro tema que debería ser central en la reactivación de la industria es la contaminación. Los datos de Fondo Mundial para la Naturaleza indican que las emisiones no reguladas de carbono que produce la aviación es la fuente de gases de efecto invernadero con mayor crecimiento (estos datos señalan que si la aviación fuera un país sería el décimo más contaminante del mundo). Hasta hace un par de meses todos los números apuntaban a un crecimiento exponencial de la industria, con los números de hoy triplicandose para 2050. Pero el frenazo del mercado obliga a los fabricantes, los operadores y los consumidores a replantear muchas las prácticas que hasta ahora nos resultaba imposible imaginar de otra manera. El año pasado KLM lanzó una campaña que entonces sonaba arriesgada y hoy suena completamente natural. Habría que aprovechar esta pausa para evaluar también cómo queremos imaginar la aviación del futuro.

 
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