A un año de haber registrado de manera oficial el primer caso de COVID-19, el conservacionismo enfrenta una encrucijada: mientras la crisis económica ocasionada por la pandemia obliga a muchas zonas de conservación a cerrar por la falta de afluencia de gente; es la falta de espacios y medidas de conservación lo que en gran medida ocasiona el intenso contacto de los humanos con vida silvestre en mercados negros, lo que podría generar el surgimiento de un virus con potencial de convertirse en pandemia.
En el último año, hemos visto que en países en los que el PIB depende hasta en un 20% del ecoturismo, muchos trabajadores se ven orillados a buscar otras fuentes de ingreso. En algunos casos, como en los guardaparques de safaris, significa volver a actividades ilegales como la tala o tráfico de especies. Según datos de la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES por sus siglas en inglés), en 2013, el total recaudado únicamente en entradas de los parques nacionales en el continente africano fue de $142 millones de dólares, por lo que no sorprende que actualmente el ecoturismo represente más del 10% de las economías de Kenia, Tanzania, Sudáfrica y Namibia.
“Para ser un morán (cazador Masai Mara) teníamos que matar un león. Ya no es así, ahora cuando veo un león, veo beneficio para todos los kenianos”, dice Dickson Parmuya Timoye, quien forma parte del Programa del medioambiente de la ONU. “Si no hay turismo, no hay conservación”, remata. Por su parte, Johnson Salaash, guardaparques, dice que “el COVID-19 está afectando el conservacionismo, cada vez se dedican más fondos para pelear contra el virus pero los cazadores furtivos siguen ahí afuera y aún necesitamos detenerlos”.
Según datos de la Organización Mundial del Turismo, para junio de este año, el continente africano registró una disminución de llegadas de turistas del 35% entre enero y abril. Existe un vínculo muy estrecho entre la caída del turismo y el incremento de la caza furtiva, ya que los turistas ayudan a conservar y proteger la vida silvestre en estas regiones. La caza furtiva no es sólo un crimen de codicia y lucro; desafortunadamente es una historia de supervivencia en las condiciones de extrema pobreza que enfrentan estas comunidades. Representa un tema de gran preocupación como consecuencia de la pandemia y las restricciones de viajes internacionales.
Afortunadamente, la industria de los safaris en África representa una opción de ecoturismo de alto valor, donde a través de campamentos comprometidos con la conservación de los animales y del ecosistema, garantizan que las comunidades se beneficien con la derrama económica y la generación de empleos que ofrecen. Es por eso que para Alejandra Martín del Campo, socia de Travesías Journeys, “tenemos que empezar a viajar para reactivar la industria”. Después de un viaje de 16 días y de cruzar tres fronteras (Kenia, Ruanda y Tanzania), Alejandra confirmó que tendremos que acostumbrarnos a hacernos pruebas de COVID-19 porque “viajar de forma responsable es la tendencia”. Y África se perfila como un gran destino para viajar de esta manera en 2021.