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¿Dónde comer el mejor helado de la Ciudad de México?

Por alguna extraña razón, todo viajero tiene una historia con una heladería.

POR: Diego Parás

Pequeños locales regados por el mundo en donde todo mejora (aunque sea por un rato), las heladerías son el epítome de salir de la rutina: tomarse 30 minutos para sentarse, ver el paisaje, tener una conversación o leer un libro. Por lo general, muchos reservan ese tiempo libre para los viajes, pero, en estos días en los que aún no es tan fácil salir de la ciudad —y ni hablar del país—, ¿qué pasa si recreamos esa escena en nuestra ciudad? Para ello seleccionamos cinco heladerías de la Ciudad de México que pueden enamorar tanto a turistas como a quienes viven aquí.

¿Dónde comer el mejor helado de la Ciudad de México?

Roxy

Foto: Diego Berruecos.

Uno de los grandes recuerdos que don Carlos Gallardo tenía de su infancia era la nieve de limón color blanco que compraba en el cine Roxy de Guadalajara. Recrear ese sabor fue motivo suficiente para que abriera la primera sucursal de su propia nevería en la Condesa, en 1946. Desde Lomas hasta Acoxpa, hoy Roxy cuenta con nueve locales en la ciudad y es, definitivamente, un eterno favorito. Dato curioso: todas las semanas, el personal va a la Central de Abasto para seleccionar cuidadosamente la fruta de temporada que se utilizará en la elaboración de las nieves y los helados.

¿Qué pedir?

Para hacer honor a su historia, hay que pedir el helado de limón (a reserva de que sea temporada de mandarina o de turrón).

¿Dónde comerlo?

Si bien la sucursal de la calle Mazatlán es la original, la que está frente al Parque Lincoln es un gran punto de partida para una caminata por Polanco.

Chiandoni

Foto: Andrea Cinta.

Chiandoni es uno de esos lugares que dan ganas de mantener ocultos y no recomendar por miedo a que cambie. La gente lo guarda como un secreto familiar, transmitido de generación en generación. A pesar de tantas precauciones, la emblemática heladería italiana por lo general está llena. Abierta desde el 1 de enero de 1957, en Chiandoni las recetas, las mesas, las copas y la decoración siguen igual por una sola razón: así funcionan bien. Aquí muy pocos miran el menú, ya que la mayoría siempre pide lo mismo.

¿Qué pedir?

Un hot fudge sundae (en lugar de crema chantilly puede llevar un extra de chocolate derretido), una bola de helado de plátano (que sabe aún mejor junto a uno de cajeta), un naranja glacé o una malteada de vainilla (la favorita de muchos).

¿Dónde comerlo?

En Chiandoni, pedir para llevar es perderse la mitad de la experiencia. La recomendación es pasar una tarde de domingo platicando en el local.

Joe Gelato

Foto: cortesía Joe Gelato.

Para quienes se toman el gelato en serio, ésta es una de las mejores opciones en la ciudad. El chef José Luis Cervantes —que por lo general está detrás de la barra— se graduó de L’Università del Gelato di Carpigiani, una de las instituciones más prestigiosas en cuanto a este postre corresponde. José Luis define este lugar como una “gelateria italiana 100 % natural con toques mexicanos”, por lo que es común encontrar sabores como el de toronja con mezcal o el de mole.

¿Qué pedir?

El menú cambia todos los días, con excepción del gelato de aceite de oliva y el de cacao, que son la especialidad de la casa.

¿Dónde comerlo?

El local es muy pequeño, por lo que es mejor pedir el gelato para llevar y caminar por las arboladas calles de la colonia Juárez.

Helados Cometa

Foto: cortesía Helados Cometa.

Si bien al pensar en helado es común transportarnos a Italia, en Helados Cometa las creaciones son de estilo francés con ingredientes mexicanos. No usan colorantes ni saborizantes artificiales, y les gusta trabajar con pequeños productores para garantizar la calidad de la materia prima. Julia Ortiz Monasterio, la chef, hizo una especialización en heladería en Córcega, así que hasta el comensal más quisquilloso puede estar seguro de que está en las mejores manos.

¿Qué pedir?

Para no repetir el barquillo, hay que pedir los pasteles o vacherins. Son una combinación de dos sabores de helado y un merengue crujiente.

¿Dónde comerlo?

La experiencia en el local es buena, pero no supera la de caminar las dos cuadras que lo separan de la plaza Río de Janeiro y comer el helado en la fuente central del parque.

 
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