Era lunes y mi misión del día era visitar la fábrica de A. Lange & Söhne, una de las casas relojeras alemanas más reconocidas del mundo. Mis expectativas eran muy altas, ya que admiro esta marca desde hace mucho. Cada año, durante el Salón de Alta Relojería de Ginebra, la presentación de sus lanzamientos es espectacular, desde la decoración del espacio de exposición hasta la muestra de sus nuevos modelos.
Llegamos a Glashütte, como a cuarenta minutos de Dresden, una pequeña ciudad que se dedica a la relojería. La manufactura cuenta con varios edificios donde se realizan los diferentes procesos para producir estas obras espectaculares.
Aquí mismo se producen todas las piezas, no hay ninguna que se compre a otro proveedor. Eso significa que cada tornillo, cada espiral, cada caja, cada carátula se hace ahí mismo. Esto es bastante impresionante si se toma en cuenta que una gran complicación –el grado máximo de complejidad en una pieza de alta relojería– puede tener más de ochocientas partes. Algunas partes se hacen en máquinas especializadas en producciones muy chiquitas, que después los relojeros perfeccionan. Hay otras piezas que se hacen completamente a mano. Todos los detalles son importantísimos, así que cada una de las partes, casi microscópicas, es pulida, decorada y cuidada con una precisión impecable.
Esta manufactura solamente crea relojes en oro y platino, y produce muy pocas piezas al año. Cada reloj se ensambla dos veces, la primera vez para comprobar que todo funciona perfectamente, y la segunda para cuidar cada uno de los detalles.
Lange tiene una escuela de relojería dedicada a preservar la tradición y a encontrar nuevos talentos. Los estudios duran tres años, en los cuales al final el relojero tiene la capacidad de armar un movimiento, una pieza que puede guardar como un tesoro. Posteriormente, al integrarse al equipo, empieza a trabajar por los procesos más sencillos, hasta que, después de mucha dedicación, llega a ser un Maestro Relojero, los especialistas en crear grandes complicaciones.
En la manufactura de Lange es particularmente impresionante observar dos generaciones de relojeros: gente que lleva toda la vida trabajando en producir relojes, de edad más avanzada, y relojeros muy jóvenes que ya están armando complicaciones. Esto se debe a que durante la Segunda Guerra hubo un tiempo en que las manufacturas de Dresden dejaron de crear talentos en relojería.
Detrás de la manufactura
Ferdinand A. Lange, el creador de la manufactura, empezó sus estudios de relojería en Suiza y Francia en 1837. En 1845, creó el reloj de la Semper Opera House en Dresden, un reloj que se colocó cerca del escenario durante la Ópera para que la gente pudiera ver el tiempo sin perder atención a lo que ocurría sobre el escenario. Este gran reloj se convirtió en inspiración para uno de muñeca, una pieza que se convertiría en ícono de la manufactura.
A. Lange & Söhne se creó oficialmente en 1845, y en 1868 Richard Lange, hijo del fundador, comenzó a dirigir la empresa. Es ahí cuando la manufactura se convirtió en experta del desarrollo de complicaciones de alta relojería. En el último día de la Segunda Guerra Mundial en 1948, la manufactura fue bombardeada y pocos años después expropiada por el régimen comunista. La familia Lange emigró a Alemania Occidental, con lo que perdieron el control de la empresa. En 1990, al tiempo de la reunificación alemana, uno de los bisnietos, Walter Lange –quien era Maestro Relojero en la manufactura– decide regresar a revivir la marca. En 1994 se hizo un gran evento de relanzamiento en el Palacio Real de Dresden, que además tiene una exposición de los tesoros de la Familia Real, ya que varias salas funcionan como la bóveda real. Algunos años después la compró el grupo Richemont, pero W. Lange continúa al pendiente de la empresa. Cada vez que llega a la manufactura, saluda a cada trabajador por su nombre. Quizás de los datos más impresionantes de esta historia, es que esta manufactura volvió a ser de las mejores del mundo después de lanzar su primera colección nueva en 1994 –hace relativamente poco tiempo– y ha creado más de 49 movimientos propios. A. Lange & Söhne es una empresa que dedica muchos recursos a investigación y desarrollo para lograr mecanismos cada vez más precisos.
Al finalizar la visita, entramos a un salón donde se encuentra una exposición de las piezas históricas y de todas las piezas nuevas, agrupadas en cinco familias distintas. Toda la imagen de la marca es de tonalidades grises, y los cajones de cada vitrina los crea la fábrica de cerámica Meissen, que también se encuentra en la región. Todas las boutiques del mundo (doce en total) presentan las piezas de la misma manera, para que la experiencia Lange sea la misma. Los precios de las piezas van desde quince mil hasta millones de euros: son piezas de arte, de alta relojería que tienen un gran valor para los conocedores y para los coleccionistas, de un diseño sobrio, elegante, atemporal y con una precisión inigualable. Una precisión que sólo en Alemania se podría lograr.