La ruta del desierto
De Los Ángeles a Las Vegas se puede hacer un road trip por el desierto de Mojave. Es California en su versión más auténtica.
POR: Redacción Travesías
Coachella Valley
Era pleno verano. Era el desierto. Visto con cierta lejanía no era el mejor momento para hacer el viaje. Pero ya estábamos ahí. Dos horas y poco más en una carretera amplia y ruidosa. Atrás habíamos dejado la brisa del Pacífico que mantiene siempre fresca a Los Ángeles.
No fue sino hasta que abandonamos el refugio del aire acondicionado del coche que caímos en la cuenta de dónde nos habíamos metido. Bastó abrir una puerta para que el aire entrara seco y caliente, fulminante, con sus nada despreciables 43 grados sobre nosotros. Parecía casi como si hubiésemos metido el cuerpo entero dentro de un horno o un sauna. En ese instante nos pareció insoportable. Nos refugiamos en el lobby del hotel, como esperando a que sucediera un milagro. Buena manera de empezar unas vacaciones.
Palm Springs fue el gran destino del invierno californiano durante todo el siglo pasado y con el paso del tiempo ha mantenido cierto espíritu retro que lo convierte en algo más que simples campos de golf y polo para retirados. De hecho, lo que más llama la atención de esta ciudad perdida en medio del desierto es justamente la arquitectura que quedó de aquellos tiempos. Hoy, durante la temporada de invierno muchos viajeros llegan a refugiarse aquí, por el buen clima y los espacios recreativos. Claro, durante el verano, la popularidad baja bastante y es sólo en los fines de semana que Palm Spring ve sus calles llenas.
En nuestro caso llegamos un jueves y la tranquilidad era absoluta. Después del primer susto, y de instalarnos en un cuarto bien helado, nos aventuramos al calor de la alberca. En realidad, una vez dentro, la cosa fue bastante soportable mientras los aspersores refrescaban el ambiente. Cerveza en mano, y con el cuerpo en remojo la situación no fue tan terrible, tomando color y moviéndose lo menos posible.
Joshua Tree
Pero Palm Springs fue sólo el punto de partida, finalmente no veníamos a jugar golf ni polo. A la mañana siguiente salimos hacia nuestro primer destino de exploración: el Joshua Tree National Park. Apenas una media hora o cuarenta minutos, subiendo por la autopista 62, que nos conduce al último pueblo antes del inicio del desierto al natural. En Yucca Valley los viajeros desayunan, compran litros y litros de agua y llenan bien los tanques de gasolina. En el pueblo se encuentra la estación de los rangers, la cual marca el inicio del parque. Todo el mundo para aquí para ir al baño, hacerse de un buen mapa y pedir recomendaciones, porque en el parque no hay agua corriente, ni gasolina ni comida. El ambiente es de expectación, y es que hay algo en esa idea de adentrarse en un desierto que causa una emoción nerviosa.
Todo preparado y mapa en mano elegimos la entrada de Joshua Tree Village, justo en la intersección de la 62 con Park Boulevard. La avenida se extiende unos cinco kilómetros antes de entrar de manera oficial al parque y a lado y lado de la calle, en pleno desierto, encontramos una serie de casas que parecen salidas de una película de ciencia ficción. ¿Quién querría vivir aquí?, ¿quién soporta estas temperaturas?, ¿no es demasiado extraño vivir en el medio de la nada? Llegamos a la entrada oficial, una caseta de rangers verifica que los visitantes hayan pagado la entrada del auto.
Al poco tiempo empiezan a aparecer sobre el camino los famosos árboles que le dan su nombre a este parque. Los hay pequeños y grandes, algunos grandísimos y entre ellos, gigantescas piedras que parecen colocadas ahí a propósito, a manera de decoración. Los Joshua Tree son árboles de la familia de las agaváceas que crecen casi exclusivamente en el desierto de Mojave. Se ven como árboles pero también recuerdan a un cactus. Dependiendo de la edad pueden ser más altos, y hay algunos que llegan casi a los 13 metros. Eso quiere decir que hace más de 200 años que están aquí.
Hay varias paradas marcadas a lo largo de nuestro mapa y nos decidimos por la más lejana, Keys View, sobre la cadena montañosa que se llama Little San Bernardino. Desde el mirador se puede observar el valle donde descansa Palm Springs, con sus campos verdes y justo ahí también, el paso de la falla de San Andrés. Cada año la placa americana se desplaza hacia el oeste sobre la placa del Pacífico y las fallas, como ésta, son la evidencia de ese movimiento. Desde aquí se puede ver claramente como la tierra está abierta, como si alguien la hubiera rebanado con un cuchillo. Además del paisaje, nos acompañan unas abejas que a los pocos minutos comienzan a causarnos pánico. Justo junto al coche un enjambre nos espera. Regresar se convierte en una hazaña.
Seguimos a Barker Dam donde paramos para realizar una pequeña caminata. El calor alcanza los 45 grados. Y el camino marca apenas 1.3 millas, apenas dos kilómetros y conduce a la presa que los vaqueros construyeron aquí con agua de los manantiales. Nos echamos a andar pensando que es un juego de niños. Incluso nos topamos con una familia completa de cinco que se está preparando bajo un enorme Joshua Tree, los niños blancos de tanto protector solar. Diez minutos más tarde los ánimos ya habían decaído y cinco después anhelábamos el regreso al coche. En menos de 15 minutos agotamos toda el agua que traíamos con nosotros. Debajo de un árbol hacemos una pausa. Resulta increíble pensar que haya quien puede recorrer estos caminos con naturalidad. A nuestro alrededor el paisaje hacía pensar más en un planeta lejano que en la Tierra. Volvimos como si hubiésemos ido a descubrir otro mundo sin mucho éxito.
En la última parada decidimos caminar menos y explorar desde afuera el jardín de cactus cholla. Delante de nosotros se extiende el parque nacional en su parte menos visitada y todo a nuestro alrededor son estos cactus bajitos que parecen haber encontrado un buen lugar en el medio de este desierto. Salimos del parque por el Oasis Visitor Center. Cansancio, hambre, sed y un sentimiento que hoy en día es difícil de encontrar en otro lado, el de haber descubierto algo distinto. Volvemos a Palms Springs con un cansancio profundo, y no caminamos más que algunos minutos. Definitivamente, el desierto no es cosa de niños.
Mojave
Pero faltaba el gran desierto. Después de una noche de descanso y de un desayuno tempranero, salimos para cruzar completo el desierto de Mojave y llegar a nuestro destino final, ya en Nevada: Las Vegas. Esta vez nos preparamos mejor. Más agua y más comida, sólo por si acaso, pues la experiencia del día anterior nos había demostrado una cosa, que el desierto gana siempre y muy rápido.
El punto de entrada es también por la autopista 62 pero aquí, a diferencia del parque de Joshua Tree, el centro de visitantes no está fuera sino dentro, justo en medio del desierto. Con un mapa que habíamos conseguido la noche anterior hacemos nuestra última parada en una gasolinera en Twentynine Palms, que según nos indican es el último punto para abastecerse. Tanque lleno. Botes de agua para hidratar a un ejército. Tomamos una calle, literalmente pues no podríamos llamarla carretera y empezamos la aventura.
Hay algo en toda esta experiencia que hace recordar la fuerza de la naturaleza y la humildad que hay que tener ante ella. Por eso manejamos con precaución, sin subir la velocidad, con el aire acondicionado en lo más bajo, soportando el calor con buena cara pues aquí nadie quiere quedarse varado. El camino es estrecho, una vía de ida y otra de vuelta. Casi no encontramos tráfico. Al principio hay algunas casas, luego empiezan a espaciarse y de pronto dejan de aparecer. Durante casi 80 kilómetros seguimos así. Con el paisaje cada vez más árido. Hasta que llegamos a Amboy, el último punto que indica el mapa antes de entrar al desierto. Y en Amboy nos topamos con un pueblo fantasma. Alguna vez hubo una gasolinera. Alguna vez hubo un motel. Tal vez en las ruinas de todo esto quede algún ser humano, pero en el momento que pasamos por ahí lo encontramos absolutamente desierto. Continuamos unos 20 minutos antes de entrar propiamente al parque nacional, al cruzar la autopista 40.
El paisaje en Mojave es impresionante. El tamaño de los valles infinito. La vegetación mínima. Las huellas del hombre casi inexistentes. La carretera se extiende delante, una línea recta interminable que se pierde en el horizonte. Tenemos marcadas en nuestro mapa dos paradas específicas. Kelso es la primera, justo al borde las famosas dunas que llevan el mismo nombre. Aquí se encuentra el centro de visitantes, con un pequeño museo de sitio, baños y una cafetería. Es lo más cercano a la civilización que encontraremos en todo nuestro recorrido. Paramos no porque haga falta sino porque en condiciones así uno siente que no se puede desaprovechar. Estiramos las piernas, sentimos el calor y seguimos, nos queda mucho camino por delante.
Lo que sigue son casi 100 kilómetros de la más absoluta soledad. Nunca recorrí un camino tan solitario, donde la naturaleza, mínima, lo es absolutamente todo. El segundo punto en nuestro mapa, Cima, aparece como una señal de tráfico y dos construcciones abandonadas. Se supone que aquí hay un teléfono pero no paramos a investigar, menos mal no nos hace falta pues la señal del celular funciona intermitente. Tomamos el último tramo de carretera, Morning Star Mine Road que nos llevará al cruce con la autopista 15. Y así, sin más, dejamos atrás el desierto, o más bien, la soledad, porque el desierto continúa.
Apenas nos unimos al tráfico de la autopista cuando de pronto aparece ante nosotros una construcción gigantesca, es un casino. Primm. Llegamos a Nevada. Y así, de la nada, se rompe el encanto. Carl’s Jr., Starbucks, un outlet. Estados Unidos de nuevo. Dan ganas de volver al desierto. Sesenta kilómetros a cuatro carriles nos dejan en Las Vegas en poco menos de 40 minutos. Entramos al Bellagio con la cabeza baja. Están bien las luces pero nos gustaba la soledad del desierto.
GUÍA PRÁCTICA
DÓNDE DORMIR
The Saguaro
1800 East Palm Canyon Drive
Palm Springs
T. +1 (760) 323 1711
www.thesaguaro.com
Viceroy Palm Springs
415 South Belardo Road
Palm Springs
T. +1 (760) 320 4117
www.viceroyhotelsandresorts.com
Ace Hotel Palm Springs
701 E. Palm Canyon Dr.
Palm Springs
T. +1 (760) 325 9900
www.acehotel.com/palmsprings
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