1. Acaponeta
Un pequeño pueblito donde además de pasear, comprar quesos artesanales en el mercado y presenciar alguna procesión religiosa, deben explorarse sus encantos naturales, como el río Acaponeta, y, a unos cuantos kilómetros al sur, el lago Chumbeño, que además de ser una región de pesca, también permite ver flamencos y garzas volando entre los manglares. Hay que rentar una lancha y dar una vuelta incluso hasta la laguna y estero de Agua Brava, que desemboca en el mar.
2. Mexcaltitán
Para llegar a esta pequeña isla hay que dejar el coche en el embarcadero y de ahí tomar una lancha que atraviesa la calma laguna que la rodea. Este paseo, más que de vistas espectaculares, es de historia (algunos códices indican que fue de aquí que salieron las tribus chichimecas en busca de Tenochtitlán) y gastronomía. Hay que comer muchos camarones, ya sea en tortillas, caldos o cocteles en cualquiera de los únicos dos restaurantes de la isla.
3. San Blas
Este puerto histórico, que en el siglo xviii albergaba buques de guerra —y en alguna ocasión llegó a recibir la Nao de China—, hoy es una de las cunas del surf en el país. La playa de Matanchén ha ganado fama por sus larguísimas olas y el buen ambiente que generan los surfers. Las ruinas de La Contaduría son otro favorito de la ciudad (desde arriba hay una buena vista panorámica), así como el pan de plátano de Juan Bananas, que se vende en puestitos de la playa, un clásico buscado por locales y visitantes.
4. Chacala
Un buen punto para quedarse unos días en la playa. Aquí se pueden liberar tortugas marinas, salir en lancha a avistar ballenas, surfear o, simplemente, comer mariscos y descansar de forma pacífica, ya que es una de las playas menos concurridas de la costa. Pero no hay que temer al aburrimiento; se encuentra cerca de Sayulita, San Pancho, Punta de Mita y de las islas Marietas, así que actividades sobran por hacer en este punto final de nuestra ruta nayarita.