Road trip por Zimbabwe
Una ruta a través de un sorprendente y seguro Zimbabwe.
POR: Redacción Travesías
Seguramente han escuchado esos lugares comunes sobre la gente y los países. Como la hospitalidad kiwi, el humor inglés, la precisión suiza o la bonne vie française. Algunos son muy ciertos; otros son casi como una broma. El cliché de Zimbabwe dice: los más amigables de África. Y cuando llegamos al aeropuerto de Harare no puedo evitar empezar a pensar que es cierto. Grandes sonrisas, buena vibra y un auténtico “bienvenidos a Zimbabwe, qué gusto verlos y que estén aquí”. A diferencia de otros aeropuertos africanos, destartalados o complicados con las llegadas, ésta es una experiencia agradable. Desde el aeropuerto hasta nuestro hotel, el recién renovado y cómodo Meikles Hotel, sólo experimentamos amabilidad y sonrisas. Sabemos lo que ha pasado en este país recientemente y cómo ha afectado a su gente.
Es increíble ver lo optimista que es todo el mundo y cómo ese sentimiento de “nuevo y brillante futuro” se percibe en el aire. Harare parece genial desde la habitación de nuestro hotel (hay que reservar el 1010 si uno quiere esta vista) con las jacarandas floreciendo, música zim en el aire y un despejado cielo azul que anuncia el verano en este lado del mundo. Durante el día vamos a un evento de prensa sobre turismo en Zimbabwe y me alegra escuchar que el foco está puesto también en el turismo doméstico, y en cómo el gobierno y la industria hotelera buscan que los zimbabuenses viajen dentro de su propio país, para ver cosas que jamás han visto y que entiendan lo bueno que es su país y lo que lo hace tan hermoso.
Todos bienvenidos
Temprano, a la mañana siguiente, un Toyota Hilux resplandeciente y casi nuevo nos espera enfrente del hotel Meikles. “Estarán fuera de la ciudad en nada. No hay mucho tráfico en Harare —o en Zimbabwe en general— y es muy fácil manejar de un lado a otro” nos dice Gwen Wawn, un zimbabuense blanco que desde hace décadas montó su empresa de tours. Gwen está feliz y emocionado de que estemos aquí. “Lo necesitamos, realmente queremos eso. La prensa de viajes y los escritores son más que bienvenidos aquí porque después de todo lo malo y algunas veces negativo que se ha publicado durante los últimos años, estamos listos para una cobertura de prensa positiva y genuina.”
Antes de adentrarnos en la naturaleza, Gwen nos compra una bolsa de nectarinas frescas de un vendedor callejero. Le cuenta quiénes somos y por qué estamos aquí en su querido país. Él nos mira con curiosidad y luego asiente con la cabeza. “Sí, entiendo”, dice. “Es bueno que los extranjeros vengan y vean que tenemos un hermoso país y que la gente es amigable.” Gwen le paga y nos despedimos. Los no zimbabuenses nos advirtieron mucho de los bloqueos y retenes policiacos que encontraríamos en nuestro camino. Los zimbabuenses, en cambio, prometieron que no tendríamos problemas.
Sólo íbamos a necesitar un triángulo de emergencia, ditto jackets y un extintor para auto en buen estado. Así que cuando vemos el primer retén policial en la distancia estamos muy curiosos, ¿nos detendrán o no? Cuando los oficiales ven que somos extranjeros nos sonríen con una cara amigable. Un cargado camión que venía detrás, con seis camas y ocho colchones, no tuvo la misma suerte.
Bendecidos por un profeta
En el camino hacia los parques naturales y safaris lodges hacemos una parada para pasar la noche en las tierras altas de este, en el Inn on Rupurara, a 1 700 metros de altura. Si te gusta el estilo tradicional colonial de “¿desearía una taza de té, señor, con un toque de azúcar?”, entonces tienes que venir aquí. El Inn on Rupurara es de hecho encantador, pequeño y acogedor, con pesadas ventanas de acero y brillantes pisos de madera oscura.
Atractivas flores africanas iluminan el interior y los hermosos ceniceros de cobre son tan sólidos y pesados que no existe el riesgo de quererlos llevar como souvenir. Es un tranquilo rincón celestial del mundo. Los únicos sonidos son exóticos, producidos por brillantes y coloridos pájaros que revolotean alrededor de la exuberante vegetación. Me puedo imaginar a mí misma aquí, por una o dos semanas, para relajarme, disfrutar las vistas y beber muchas tazas de té. Está claro que la razón principal de venir aquí es sacarse de encima el jet lag y disfrutar un poco de paz antes de adentrarse en los safaris, donde los días suelen ser largos e intensos.
Es bueno estar sin preocupaciones y descansado antes del viaje por carretera. Porque, después de todo, hay que tomarse el roadtrip por Zimbabwe como algo serio. No hay que correr de A a B sino tomarse el tiempo. Cuando el agente de viajes o el gps dice que te tomará tres horas, cuenta dos extra. ¿Por qué? Bueno, porque es África y todo es diferente, lleno de colores y hermoso, además, en esta parte del mundo todo se mueve ligeramente más lento.
Durante nuestro recorrido pasamos por pequeños pueblos con tienditas y carnicerías donde nos surtíamos de carne seca de kudu y bebíamos chillonas fantas en botellas como de otra época, ese tipo de bebidas que fueron prohibidas hace tiempo en otros continentes. Y no hay que olvidar la Stoney Ginger Beer, burbujas y deliciosas especies en un refresco que tiene el poder de rejuvenecer a cualquier agotado viajero.
Como nosotros, hay que parar cada tanto a tomar fotos del paisaje: la tierra roja que se va convirtiendo en campos verdes, árboles baobab que contrastan con el fondo de las montañas. Especialmente los sábados y los domingos uno descubre a la gente vestida de blanco, sentada debajo de gigantescos árboles, rezando. Si eres curioso, intenta hacer una parada como nosotros. Esta misa o encuentro de la gente del pueblo es un derivado de la iglesia católica pero con el apóstol Juan como líder. Conseguimos permiso del profeta para tomar algunas fotos y hasta recibimos una bendición.
La ciudad de la reina Saba
Después de la parada santa, continuamos hacía Chiredzi, cerca de la frontera con Mozambique y Sudáfrica. Imaginen campos de caña de azúcar, destartaladas gasolineras y caóticos cruces de trenes (mejor mirar a la izquierda y a la derecha antes de cruzar). Pero primero, otro pequeño lodge está en nuestro itinerario, para partir el largo camino en dos y aprovechar al máximo el viaje. Éste es el tercer Inn en el que nos quedamos en Zimbabwe: Norma Jeane’s Lake View Resort, que ofrece, sí, vistas al lago Mutirikwe.
Este pequeño y encantador resort se encuentra a diez minutos del Great Zimbabwe National Monument, un sitio Patrimonio de la Humanidad de la unesco y uno de los sitios arqueológicos más importantes de África. A las seis de la mañana, más o menos, el sol se cuela por las ventanas de nuestra sencilla habitación y nos despierta. Justo a tiempo para conducir a las ruinas y ser los primeros visitantes de la antigua capital de la Reina de Saba (según los portugueses).
Mi guía dice que éste es el segundo sitio arqueológico más importante del continente, pues el primero lo ocupan las pirámides de Egipto. Mientras que esas últimas están generalmente atiborradas de turistas, uno puede tener el Great Zimbabwe para uno solo. Caminamos por la Gran Cerca, un grandísimo edificio con estrechos corredores elípticos, y no vemos a nadie más, ni siquiera a la reina de Saba. A la distancia puedo escuchar las campanas del ganado. ¿Quién necesita una podadora cuando se puede hacer al estilo natural?
Dinero en grande para buenas causas
De esta maravilla arqueológica nos toma sólo un par de horas manejar hasta el lodge más lujoso de Zimbabwe. Singita Pamushana en la Reserva Natural Malilangwe es el lodge de lujo número uno en Zimbabwe, que pertenece a un millonario norteamericano con una pasión por África.
El lodge es un clásico favorito de los que quieren experimentar el safari africano pero con confort y estilo. Nos refrescamos en nuestro baño con vistas a la naturaleza, nos sumergimos en nuestra alberca privada, y dormimos en una cama de dosel mientras el fuego cruje. Es cierto, la vida puede ser fácil y suntuosa en una reserva natural privada en el increíble Zimbabwe. El concepto de alto lujo / bajo impacto se aplica a la perfección y no es sólo una cuestión de look.
El lodge ofrece excelente servicio, buena comida, buenos game drives con guías y una lista infinita de vino (incluidos en la tarifa). Singita Pamushana es la prueba de que con mucho dinero pueden hacerse cosas grandes. Por ejemplo, a los rinocerontes que viven cerca del lodge los vemos durante el drive en la tarde. El rinoceronte bebé parece un cachorro, su mamá no. En el parque hay también elefantes, leones, leopardos, pequeños y atléticos saltarocas, impalas, kudus, elands, antílopes acuáticos y los rarísimos perros salvajes.
Los rinocerontes fueron reintroducidos aquí hace un tiempo, traídos de Sudáfrica con un precio elevado. Ahora están fuertemente custodiados para protegerlos de los cazadores que usan hasta helicópteros para rastrearlos y matarlos. Un cuerno vale alrededor de 350 mil dólares. Aunque los estudios científicos demuestran que el polvo del cuerno no tiene ningún efecto sobre el cuerpo humano, es como comerse una uña y pensar que uno se va a sentir mejor después. Mientras que los rinocerontes de la Reserva de Malilangwe están protegidos, casi 700 murieron el año pasado en Sudáfrica: les arrancan las caras. El inocente bebé rinoceronte que tuvimos la suerte de ver hoy tiene apenas unos meses, probablemente no sepa que podría ser la última generación de su especie en este planeta gobernado por la ignorancia.
El próximo Obama
“¡Cuando crezca, quiero ser contador!”, anuncia una niña. Estamos visitando uno de los proyectos de escuelas del Malilangwe Trust. La chica ya completó un internado en Singita Pamushana. No se trata realmente de un trabajo, sino de un acceso privilegiado detrás del escenario para ver qué tipos de trabajo hay disponibles y quién hace qué, desde el chef en la cocina hasta quiénes llevan los números o quiénes trabajan con la fauna.
No solamente se cuida a los animales en el parque, las comunidades que viven alrededor de la reserva también se benefician del fideicomiso. Cada día, casi 20 mil niños reciben comida en forma de porridge, alrededor de 30 toneladas al mes. Hasta que cumplen siete años, el porridge se sirve en los pueblos. Después, tienen que ir a la escuela para recibir su comida, justo como en ésta que estamos visitando. Algunos de los niños llevan uniformes azules, otros no. Un uniforme cuesta diez dólares y para muchas familias eso es demasiado caro. Uno de los niños pequeños viene a saludar y me dice en muy buen inglés que quiere ser abogado. No hay ninguna duda en sus ojos chispeantes. Estoy segura de que puede hacerlo, sólo necesita una oportunidad. Yendo a esta escuela, aprendiendo y tal vez, gracias al fideicomiso, podrá dejar este pueblo y conseguir cosas grandes. Quién sabe, podría ser el próximo Obama.
El salvador de Zimbabwe
Esto no es Arizona, Utah, ni las rocas rojas de Australia. Estos son los acantilados de arena Chilojo en el Parque Nacional Gonarezhou. Miramos el impresionante paisaje cerca de la frontera con Mozambique. A lo largo del arenoso río, abajo, los elefantes marchan en una línea recta para beber del brillante río. Hace calor, seco y árido, en esta tierras lowveld del planeta. Nos encontramos con Clive Stockil, dueño de Chilo Gorge Lodge, y un personaje bien conocido en Zimbabwe y más allá.
En los ochenta, él fue una de las primeras personas que comenzaron a hacer algo acerca de la caza de rinocerontes. Junto con esto, estuvo también muy involucrado en el desarrollo de proyectos en la región. Algunos lo llaman visionario. Ahora está muy ocupado porque hace unas semanas recibió el premio Lifetime Achievement de la Tusk Trust Conservation, entregado por su patrón, el príncipe Guillermo. De los 50 nominados de todos los países de África, Clive ganó el premio y 50 mil euros para apoyar su trabajo.
Cuando conocemos a Clive, en su querido Parque Nacional Gonarezhou, parece más como un boy scout rudo que como una persona que hace apenas unas semanas estaba vestido de saco y corbata dándole la mano al príncipe. De shorts, un sombrero de paja, un par de binoculares de Swarovski Optik colgados al cuello y con una cuidada barba, Clive tiene una mirada intensa. También tiene una manera más bien fuerte de apretar la mano al saludar. No muy aficionado a la plática, Clive acelera a quinta velocidad cuando se trata de proteger la naturaleza.
Arma de destrucción masiva
Este conservacionista habla del Parque Nacional Gonarezhou como un enamorado. “No se conoce tanto como otros parques de Zimbabwe pero eso es lo que lo hace tan interesante. Esto es realmente salvaje. Casi nunca se ve otro vehículo, los animales no están acostumbrados a ver 4×4 así que hay que hacer un verdadero esfuerzo para encontrarlos.” Tanto en el parque como en Savé Valley Conservancy, Clive está trabajando duro para reintroducir rinocerontes, elefantes y perros salvajes.
Otros parques nacionales de Zimbabwe transportan a los rinocerontes a sus concesiones privadas porque ahí tienen una mayor oportunidad de sobrevivir. Clive nos explica cómo se caza a los rinocerontes y elefantes hoy: con aparatos de alta tecnología, armas silenciosas, helicópteros, coches veloces y hasta veneno. “Le inyectan veneno a las frutas para que los animales mueran sin esfuerzo o simplemente, ponen veneno en los ojos de agua.” Clive lo llama un arma de destrucción masiva.
No sólo porque cientos de elefantes mueren así, sino porque también los buitres y los otros animales que se comen los restos resultan intoxicados. Clive está por volar a Inglaterra para dar un discurso en la famosa National Geographic Society de Londres. Él se mantiene modesto, y a pesar de su apretada agenda, todavía tiene tiempo para el Chilo Gorge Lodge (sin cobrar extra) donde lleva a los huéspdes al parque y explicarles sus proyectos. Es un experto en aves y conoce cada hueco y cada recoveco del enorme parque, hasta el detalle más pequeño. Una buena noticia para los que quieran pasar el día con esta leyenda, sólo que tomen en cuenta, su apretón de manos no es apto para pusilánimes.
El hotel de los Picapiedra
¿Alguna vez han oído hablar de los zonkeys? Son cebras que se pusieron demasiado cómodas con burros, y dicen que es posible verlos cerca del Camp Amalinda cerca del Parque Nacional Matopos. A pesar de las mansas cebras que se aparecen por el lounge y toman el sol junto a la alberca, los animales no son la única razón para visitar esta área. Camp Amalinda está enclavado entre unas impresionantes rocas de granito, casi desapareciendo entre ellas.
Ninguna habitación es igual. Se siente un poco como Los Picapiedra, con las paredes hechas de gigantescas rocas, una regadera que sale de la piedra y ventanas pequeñitas que mantienen el calor fuera. Éste es un camp bien administrado donde uno llega a relajarse y descansar junto a la alberca (los safaris pueden ser agotadores), disfrutar buena comida, meditar junto a la fogata de noche y conocer a otros viajeros interesantes a la hora de la cena, en una inmensa mesa comunal. Temprano, nuestro guía Paul Hubbard nos lleva a un recorrido con dos guardabosques. No tardamos mucho en parar y bajarnos del 4×4. Algo se mueve entre los arbustos: un rinoceronte blanco, descansando bajo la sombra de un árbol, refugiándose del sol. Porque Paul tiene tan buenos contactos con los guardabosques del parque, nos permiten experimentar un safari a pie, de otra manera, olvídenlo.
Caminando con los rinos
Poder caminar entre la maleza junto a los rinocerontes no es algo que pase todos los días. Hacen falta buenos guías. Nos aventuramos a través del pasto menos crecido, sobre el suelo arenoso y los arbustos para poder alcanzarlos. Es necesario estar completamente callados y evitar pisar alguna cosa que haga ruido. Nuestros guías revisan la dirección del viento y están atentos a la manera en la que se comportan los animales. Hacen sutiles chiflidos para calmar a los animales y para que sepan que no los estamos amenazando. Paramos y observamos a estas impresionantes criaturas.
Afortunadamente existen guardabosques como Welcome y su colega para protegerlos. Con todo y nuestro encuentro cercano con los rinocerontes, nos dicen que las actividades del camp no se centran solamente en los animales ni en encontrar al “big five”. Paul, el experto en naturaleza, pero también guía cultural e histórico, ofrece también tours privados muy diferentes. Ir con Paul a una excursión de un día es un poco como ir al teatro. El hombre sabe cómo contar sus historias, extendiendo lo brazos con cada gesto, con gran entusiasmo y una risa que se puede escuchar en todo Matopos Hills. Te llevará a ver increíbles pinturas rupestres escondidas en cuevas, obra de los ancestros de los bosquimanos.
Visitarás la tumba de Cecil John Rhodes desde donde se puede disfrutar de una gran vista panorámica del parque. Es posible visitar comunidades, escuelas, iglesias, y Paul podrá explicarte de qué trata el proyecto de la cerca alrededor del Paque Matopos. Es un gran trabajo que busca dejar a los animales dentro y al resto, fuera. Paul está detrás del Rhodes Matopos Project y se asegurará de que el parque esté completamente bardeado antes del verano de 2014. Tal ambición e idealismo imparable es lo que necesita esta parte de África.
De la ciudad a “the bush”
Después de varios días en plena naturaleza, es tiempo de vibra citadina. En los viejos tiempos, las mujeres no tenían permitido entrar por la puerta principal de nuestro hotel, el Bulawayo Club. Pero la emancipación cambió también a la África colonial y el hotel está ahora abierto a las mujeres. Bulawayo es una agradable ciudad pequeña, una excelente parada entre el Parque Nacional de Matopos y el Parque Nacional de Hwange.
El hotel colonial es también una escala relajante. Nos dan la habitación número uno, una gran suite con acceso a la terraza en el último piso. Es un buen punto de partida para seguir el recorrido al norte, a Hwange, un gigantesco trozo de tierra salvaje cerca de la frontera con Botswana. Hasta ahora no nos hemos quedado en ningún camp de carpas, así que estamos felices de que nuestra próxima parada sea Davison Camp.
No se trata de dormir en pequeñas tiendas con espacio limitado: Davidson Camp, operado por Wilderness Safaris, tiene nueve cómodas tiendas con amplias camas y baño completo. Si uno tiene suerte, los animales pasean fuera de las casitas durante la noche. Elefantes, búfalos, leones, leopardos, ¿peligroso? No, no en realidad, siempre que uno no salga a fumar un cigarro en medio de la noche en la terraza. Para aquellos que no se emocionen con la idea de pasar varias horas sentados, dos veces al día, en una 4×4, la opción de quedarse en el camp y disfrutar la vistas del ojo de agua a la distancia no es un mal plan. Todo tipo de animales van a tomar agua fresca y algunos se acercan bastante al camp. Sólo mirarlos da sed. Por suerte, siempre hay una cerveza Zambesi esperando en el refrigerador.
Paraíso del guepardo
Un día le pedimos a nuestro guía que nos llevara a ver gatos, mejor que sean grandes leones, viejos, machos. “Llévanos con el rey”, casi le rogamos. La mañana siguiente, temprano, salimos siguiendo huellas en la húmeda tierra del Hwange National Park. A pesar de nuestras esperanzas de seguir a un león, las huellas nos conducen a una vegetación densa. Pero Mike nos ha prometido gatos y cambia la ruta hacia a una de sus áreas favoritas de Davison Camp. “Este lugar atrae a los felinos porque tiene agua fresca y muchos espacios abiertos para cazar,” nos explica. En minutos, Mike localiza a un gigantesco guepardo macho bebiendo agua.
Con el estómago lleno, el animal se recuesta boca abajo para beber, beber y beber. Luego se levanta y pasa junto al vehículo con cara de “no podría importarme menos” y se tira bajo la sombra de un árbol. “Está descansando, digiriendo, pero todavía muy alerta de los predadores, como el león y la hiena,” nos explica Mike. Nos quedamos un rato mirando y fotografiando al animal, también cuando se levanta y marca su territorio y trepa una rama para revisar su arena. No conseguimos a nuestro Rey León pero sí a un guepardo. Prueba sólida de que Mike conoce a sus felinos y a su país.
El esplendor de las Cataratas Victoria
Según la mayoría de los zimbabuenses, las Cataratas Victoria deberían de visitarse desde su lado y no desde Zambia. Nosotros pensamos que las mejores vistas se consiguen desde un helicóptero, durante un recorrido escénico de 15 minutos bastante accesible en precio. ¿Sabías que el doctor Livingstone nombró las cataratas en honor a la reina Victoria? ¿Sabías que cada minuto caen 500 millones de litros de agua por las caídas? Bueno, suficientes datos: sólo hace falta visitar esta maravilla de la naturaleza para quedar perplejo. Finalizamos nuestro viaje en la grande dame de la nostalgia colonial, el Victoria Falls Hotel.
El hotel acaba de ser remodelado, lo que quiere decir que ahora uno puede dormir en habitaciones frescas y aún sentir el aire colonial. Incluso si uno no puede o no quiere quedarse aquí (la habitación cuesta alrededor de 300 dólares la noche) hay que visitar la terraza y sus espectaculares vistas de las cataratas, con brisa y truenos. Es un buen lugar para reflexionar y pensar en el increíble road trip, para ver y sentir que Zimbabwe está más que listo para un futuro brillante. t