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Río de Janeiro, la ciudad del mañana

Sede de varios eventos, se está preparando para recibir a los miles de invitados.

POR: Redacción Travesías

En la misma medida en que asciende como nueva potencia económica y atrae las miradas y las inversiones extranjeras, Brasil se reafirma como destino turístico y ve crecer exponencialmente el número de visitantes. Mientras las ciudades medianas y grandes se preparan para recibir los juegos de la Copa del Mundo de la fifa (2014), que se llevará a cabo por todo el país, Río de Janeiro ocupa el segundo lugar en la clasificación de ciudades con mayor inversión del país. Escenario de eventos importantes como Río+20 (la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible) este año, la Copa del Mundo de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016, la ciudad vive un momento de remodelación que tiene como objetivo adaptarse al flujo turístico interno y externo, abriendo nuevos espacios para las artes, los nuevos negocios y el turismo. Si bien es cierto que las transformaciones a mayor escala como La Villa Olímpica, el estadio Maracaná y el replanteamiento de la región portuaria apenas empiezan a salir del papel, los numerosos edificios aislados con telas protectoras y los terrenos cercados señalan un tiempo de cambios. Y mientras que el centro se vuelca en la restauración y enriquecimiento de su patrimonio arquitectónico tradicional, en la región de São Conrado-Barra da Tijuca, donde será construida la Villa Olímpica, proliferan nuevas estructuras con referencias arquitectónicas diversas.

La zona de Lapa

Construidos en 1750 como un acueducto, los Arcos de Lapa conectan el centro de Río de Janeiro con el Morro Santa Teresa y son uno de los principales marcos arquitectónicos de la era colonial. Inspirados en la arquitectura de los acueductos romanos, se prolongan por 270 metros, con arcos dobles de aproximadamente 64 metros de altura.

Los viernes y sábados suspenden el paso de vehículos y abren espacios para los puestos de comercio ambulante que comparten el lugar con músicos y artistas callejeros que se presentan entre los transeúntes. En la actualidad, son muchas las personas que circulan los fines de semana entre los más de 120 establecimientos comerciales instalados en las calles paralelas y perpendiculares a los Arcos. Sin embargo, no siempre fue así. Antes de su reciente ocupación por bares, restaurantes, cervecerías, bailes populares y salones nocturnos y de espectáculos, Lapa tuvo periodos de oscuridad.

Hace 10 años, la noche de Lapa estaba fuera del alcance para la mayoría de los moradores de la Zona Sur. Conocida como la “cuna de la bohemia carioca”, la región sufrió un movimiento de esclerosis común a las regiones centrales de muchas grandes ciudades: en periodos de carencia de flujo financiero para las áreas con mayor potencial de expansión, la escasez prolongada de recursos da por resultado una degradación.

Ejemplos de esto son las regiones centrales de São Paulo durante los años setenta y ochenta, cuando los negocios se transfirieron a los polos emergentes y la región del Edificio Copan de Niemeyer se convirtió en foco de tráfico, miseria y prostitución. En el caso de Río de Janeiro, el desplazamiento del centro, donde se encontraban las actividades administrativas del Estado, se asocia con la transferencia de la capital del país, en 1960, a la recién inaugurada Brasilia, el proyecto modernista brasileño más ambicioso.

La ocupación de los edificios por inquilinos irregulares y el abandono de las calles prevalecieron por casi tres décadas. Durante ese periodo, glamour y bohemia sólo podían encontrarse en la Zona Sur del bossa nova. Lapa albergaba a la clandestinidad, la violencia y la suciedad.

Felizmente, todo cambia y, a partir del final de los años setenta, la región de los Arcos volvió a ser el blanco de diversas políticas de reurbanización discontinuadas hasta ese momento. Los acuerdos entre comerciantes y artistas buscaban restablecer la identidad de la comunidad cultural del barrio, que culminaría con el encuentro de la tradición culinaria y de la música con ritmos y cocinas internacionales y contemporáneos: hoy en Lapa conviven la samba, la salsa o el rock; los bocadillos de bacalao y los rollos de sushi; azulejos portugueses y anuncios luminosos de neón.

El desmantelamiento del Morro de Santo Antônio, uno de los primeros enclaves residenciales de Río de Janeiro, hizo que los edificios con fachada de cristal se irguiesen entre las mansiones de estilo neoclásico de la calle Lavradio. Durante el día, el comercio de muebles y objetos antiguos es la principal actividad de esa calle, que recibe, el primer sábado de cada mes, la feria de antigüedades Rio Antigo.

Coleccionistas y comerciantes exponen muebles, tapetes, cuadros, candelabros y ofrecen servicios de restauración. Pero si llevarte un buró de madera fina en el maletero estuviera totalmente fuera de tus planes, la música en vivo y la comida hacen de la feria una ocasión para fiesta y apreciación de la historia del arte decorativo de Río de Janeiro. Por la noche, bocadillos, cachaça y cerveza abundan en los bares, entre los cuales destaca el Rio Scenarium, cruza de bar con tienda de antigüedades en un caserón del siglo xix, donde los muebles y objetos de decoración están a la venta, y tienen una programación diaria de música en vivo.

Abajo de los Arcos se encuentran el Circo Voador y la Fundição Progresso, dos salas de espectáculos vecinas de estilo contrastante y objetivo similar: traer a Lapa presentaciones musicales que atraigan visitantes de toda la ciudad.

El primero, celebrado por Caetano Veloso en su canción “Lapa”, es una moderna estructura de hierro y lona instalada en la región desde 1982. Cerrado y clausurado durante los noventa, volvió a funcionar en 2004 con atracciones de corte internacional, para alegría general. El segundo es una antigua e inactiva fundición con hornos y cofres contigua al Circo, que estaba por ser demolida en 1987 y que sólo sobrevivió gracias a la intervención del equipo del Circo Voador y del arquitecto y urbanista Lúcio Costa. Hoy, con la fachada restaurada y el interior remodelado, la casa es uno de los lugares más visitados de Lapa por sus instalaciones y grandes atracciones musicales.

No hay duda de que la revitalización de áreas centrales degradadas como Lapa puede ser lucrativa para la ciudad mediante la intensificación de la circulación económica, el fortalecimiento del comercio y del turismo y la creación de empleos. Si antes las esquinas oscuras, la prostitución y la posibilidad de violencia apartaban a consumidores y turistas, hoy Lapa puede considerarse una especie de vitrina de la música brasileña. E, irónicamente, el recuerdo de su época negra y los resquicios de actividades prohibidas sólo contribuyen a reforzar el valor simbólico de bohemia y holgazanería, figuras del imaginario carioca tan ampliamente empleadas en las divulgaciones turísticas.

La zona portuaria

La Plaza Mauá, en la Zona Portuaria, es un lugar de contradicciones. Si el romanticismo de la vista del muelle suena como inspiración, el recuerdo del tráfico de esclavos y de las torturas militares que ocurrieron en la región hace que algunos quieran salir corriendo de ahí. Y desde que se ocultó la vista del muelle con la construcción de la avenida Perimetral “un tramo elevado de 5.5 kilómetros de extensión que contornea la costa entre el Aeropuerto Santos Dumont hasta más allá de la Ciudad de la Samba”, los atractivos disminuyeron un poco.

En 1950, la región del puerto era uno de los principales carteles que promocionaban Río de Janeiro. Era donde atracaban los navíos de cruceros internacionales y, con ellos, turistas de alto poder adquisitivo. La Plaza Mauá, a la orilla del mar, era en aquel entonces el área más cosmopolita de la ciudad. Se ofrecía a los extranjeros comida, bebida y entretenimiento para adultos, con toda la discreción y facilidad que el dinero pudiese comprar.

Con la construcción de la nueva vía en los años sesenta y la prolongada ocupación industrial que siguió, el área se redujo a un “lugar de paso”. La vida nocturna no terminó, pero se desarrolló sólo en sus aspectos más bajos. A pesar de la decadencia local, los anuncios luminosos continuaron encendidos. Quedaban el frenesí de la prostitución, el tráfico de drogas y otras actividades ilegales en sus formas más acentuadas, que difícilmente se conciliaban con cualquier nostalgia glamurosa.

Con la idea de ser una de sus áreas potencialmente más valiosas, restringida sólo a aquellos que se arriesgaban a que les robaran la cartera, se empezaron a elaborar planes de revitalización. Hace más de 20 años se comenzó a contemplar la demolición del elevado para recuperar la relación urbanística del centro con la costa marítima.

En 2011, el área delimitada por las avenidas Presidente Vargas, Rodrigues Alves, Rio Branco y Francisco Bicalho se transformó en un inmenso almacén de obras. La dificultad para circular por las calzadas, entre franjas cercadas y equipos contratados, fue la confirmación de que la entonces área de abyección se transformaría luego en uno de los espacios más codiciados de la ciudad —el “Porto Maravilha”—, prometido para 2015.

Inspirado en la reestructuración portuaria de la ciudad de Bilbao, el complejo del “Porto Maravilha” promete aumentar el área verde, la capacidad de flujo de tránsito, la población, la calidad del aire, la calidad de los servicios públicos y, principalmente, la transformación de la región en una referencia para la ciudad. En el muelle Mauá, la construcción del Museo del Mañana espera recuperar el estatus de tarjeta postal. Un nuevo espacio que celebra la historia de la ciencia y de los recursos naturales del país, baluartes del ideal de sostenibilidad socioambiental asociada al progreso económico.

El proyecto firmado por el arquitecto español Santiago Calatrava se presenta en un video disponible en YouTube, y muestra un moderno y largo edificio blanco suspendido sobre un espejo de agua. Visto desde arriba, el edificio parecerá un lujoso yate atracado en el muelle, pues el arquitecto recurrió a la inspiración de las formas fluidas de la naturaleza. Por dentro, en lugar de reliquias, el Museo del Mañana quiere exhibir el potencial de un futuro brasileño en el que prevalezca la armonía de la naturaleza con la ingeniería de punta. Hasta que llegue ese mañana, el museo se propone como un espacio para “pensar y discutir el papel futuro del hombre y su relación con el planeta”.

En la otra punta del puerto, queda el edificio Dom João VI, motivo de indignación de la población por las condiciones de abandono en que se encontraba. Con su fachada restaurada e interiores modificados, este palacete del estilo clásico de la década de 1910, recibirá el mar (Museo de Arte de Río), proyecto que también ocupará la estructura vecina, un edificio que ya alojó sectores de la policía federal y cuyo estilo modernista contrasta con el del palacio.

La unión de los dos, con pasarelas de vidrio y un techo ondulado, es uno de los ejemplos más ilustrativos de lo que se pretende con la revitalización: la convivencia armoniosa entre iconos arquitectónicos del pasado y las estructuras leves y de alta tecnología de un futuro que ya se incorpora al presente. El complejo formado por los dos museos y su relación con el puerto deben colocar a la región entre la celebrada lista de proyectos de revitalización portuaria que cuenta con las Docklands de Londres, el proyecto de Bilbao y la región de Puerto Madero en Buenos Aires.

Vecino al puerto, el Morro da Conceição fue uno de los primeros espacios en ser ocupados por la colonización y será uno de los protagonistas de la revitalización. A diferencia de lo que sucedió con otros morros originales, como el de Santo Antônio, en la región de la calle Lavradio, en el Morro da Conceição se preservará su estructura residencial.

Cubierta por los altos edificios de la Plaza Mauá, la villa nace al pie de una fortaleza militar para extenderse por la colina donde los descendientes de esclavos prófugos y familias de clase obrera se instalaron a lo largo de los siglos. Con casitas apretadas que se apoyan entre sí, la villa humedece los ojos y da calidez al corazón, evocando los acogedores barrios portugueses antiguos, como el de Almada en Lisboa, y la nostalgia de un estilo de vida peatonal reprimido por la cacofonía del centro metropolitano.

Con la tradición de la samba instaurada por la presencia de esclavos y perpetuada por maestros como Pixinguinha, João da Baiana, Candeia, Noel, Cartola y Nélson Cavaquinho, la región atrae a músicos y turistas que se reúnen en el monumento de la Pedra do Sal en los días de rueda de samba. Según la oficina de arquitectura responsable, el Museo de Arte de Río debe funcionar como una “escalera” que ligue a la plaza con el morro. Y si el proyecto se mantiene fiel, la construcción de un teleférico debe ahorrar la caminata infame. Mientras tanto, para llegar al morro es preciso subir la ladera bordeando el muro de la fortaleza hasta llegar a la Plaza Mayor Valô. Ahí comienza también la calle Jogo da Bola, que tiene una densa ocupación de talleres y residencias de artistas atraídos por la gracia y los bajos precios que caracterizaban a la región antes de que la revitalización del centro “y la inevitable plusvalía ligada a eso” despuntaran en el horizonte.

Marina da Glória

La Marina da Glória está localizada en el Parque do Flamengo, área demolida que sufrió una de las mayores intervenciones paisajísticas de la historia de Río de Janeiro, la formación de la explanada del Flamengo. La necesidad de adaptación de la marina para recibir las pruebas de vela durante la Olimpiada de 2016 fue la causa de una reciente discusión urbanística acalorada.

La región del Flamengo, que se extiende del Aeropuerto Santos Dumont al comienzo de la playa de Botafogo, fue sucesivamente rellenada con tierra durante el siglo xx con los despojos del desmantelamiento de los morros de la región. Ahí se concentran iconos arquitectónicos como el Museo de Arte Moderno (mam), el Monumento aos Mortos da Segunda Guerra Mundial, elMonumento a Estácio de Sá, además de la marina misma y del Parque do Flamengo.

El proyecto paisajista de Roberto Burle Marx, inaugurado en 1964 y demolido al año siguiente, es considerado patrimonio histórico, y por no permitir alteraciones que se desviaran del proyecto original, se dificultaron las intervenciones que se pretendían en torno a la Marina. En 2006, en la víspera de ser sede de los Juegos Panamericanos, Río de Janeiro se movilizó contra el proyecto de reestructuración que sustituiría áreas destinadas a la construcción de invernaderos y jardines por edificios de interés comercial, como centros de convenciones. La acción fue vetada por el iphan (Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional) y, del proyecto, sólo quedaron unas columnas sueltas.

Eike Batista, el empresario brasileño enlistado por Forbes como uno de los más ricos del mundo, detenta gran parte de las concesiones públicas para la reestructuración del espacio urbano de la ciudad y arrendó el área en 2008. En su afán de revitalizar para emprender, pretendió transformar la Marina en un “complejo de turismo marítimo” proyectado por el arquitecto (y ex candidato a la vicepresidencia del país) Indio da Costa.

La propuesta contemplaba la creación de millares de lugares de estacionamiento, así como una edificación en forma de vela de 15 metros de altura. La posibilidad de que el edificio impidiese la vista del Morro Cara de Cão, en Urca, y la intensificación del flujo de peatones sobre el pasto lograron que el iphan vetara el absurdo proyecto de la Marina.

Más intervenciones del tipo de las que se están dando en la región portuaria no son de consecuencias suaves, y sus efectos acostumbran propagarse por las regiones vecinas, de manera visible o no. Atravesar el Flamengo es una de las experiencias más sobresalientes de la ciudad. Del lado de la costa, se avista el Pan de Azúcar, del otro el Outeiro da Glória, donde la arquitectura del siglo xviii de la iglesia se encuentra con las rampas proyectadas por Lúcio Costa —que llamó a la obra “milagro” de la implantación de la arquitectura brasileña moderna en diálogo con las tradiciones locales y el paisaje natural.

Como reverberación del movimiento en la zona portuaria, el encanto de la Glória está tanto en su aire decadente como en la plausibilidad de un mañana revitalizado para el cual el Hotel Glória es un punto estratégico.

Los hoteles

En 1922, Brasil conmemoraba el centenario de su independencia, celebrando los avances de la economía y la emancipada vida artística e intelectual de su élite modernista. Río de Janeiro se preparaba para presentar sus ideales políticos, económicos y culturales a las autoridades del país y del mundo. Entonces se construyeron los hoteles Glória y Copacabana Palace, edificios de concreto armado de dimensiones colosales para la época. Ambos fueron proyectados por el francés Joseph Gire, buscando la inspiración en la arquitectura de la Riviera francesa, están revestidos con materiales de lujo y hasta la fecha se mantienen como iconos de distinción y buen gusto.

Si la ciudad carecía de construcciones que simbolizaran los ideales modernistas relacionados con la arquitectura y el urbanismo “grandes edificios de estilo internacional, dominio de nuevos materiales y técnicas de construcción que pudieran sustentar la expansión urbana e industrial sin perturbar el movimiento de transeúntes”, también existía la apremiante cuestión de que la infraestructura turística de Río de Janeiro fuera insuficiente en cantidad y calidad para el nuevo flujo de visitantes.

La pregunta tiene eco en el momento actual de expansión, con previsión de ampliar significativamente el número de llegadas de extranjeros con la conferencia ambiental Río+20, la Copa del Mundo y la Olimpiada. Según la investigación divulgada recientemente por el ibge (Instituto Brasileño de Geografía y Estadística), Río de Janeiro necesitará el triple de la capacidad hotelera que tiene hoy para albergar los grandes eventos.

En ese contexto, los terrenos de los alrededores de las instalaciones olímpicas, como Barra da Tijuca y la depresión del barrio de Botafogo, revelan un nuevo potencial de negocios para inversionistas nacionales y extranjeros del sector, mientras que las antiguas en decadencia, como los hoteles Glória, Nacional y Das Paineiras, vuelven a ser el centro de atención.

Así, desde que se anunció su compra por el grupo EBX de Eike Batista, el Hotel Glória volvió a ser noticia. En el proceso de restauración, se preservará la fachada demolida del hotel. No se puede decir lo mismo de su interior, ya que además de los huéspedes, el espacio también acomodará la administración de EBX y probablemente resurgirá modernizada en versión de lujo. En este proceso, buena parte de la tapicería, candelabros y objetos de arte que decoraban los interiores se vendieron, no sin alguna indignación de la población.

Proyecto de Oscar Niemeyer y paisajismo de Burle Marx, el Hotel Nacional es una torre cilíndrica de 30 pisos con teatro y centro de convenciones. Inaugurado en 1972, cuando ya se preveía la expansión de la ciudad en dirección a Barra da Tijuca, el hotel fue declarado patrimonio histórico en 1988 y se mantuvo cerrado durante los últimos 16 años debido a problemas jurídicos. En 2009, el edificio fue subastado y su reapertura está prevista para 2014.

El Parque Nacional da Tijuca es uno de los puntos más visitados de la ciudad. La reserva de vegetación nativa y las tres cascadas son, sin duda, parte de la atracción. Pero nada que se compare con el atractivo turístico del Cristo Redentor. Para acceder a las escaleras que llevan al pie del monumento, es preciso subir por el camino principal del parque hasta las ruinas del Hotel das Paineiras. En 1884, el hotel fue inaugurado por el emperador Pedro II junto con un trecho de vía férrea del Corcovado. El establecimiento debió ser equipado con la comodidad y el patrón internacional de los buenos hoteles de la época.

Con una vista privilegiada, el hotel de finales del siglo xix entró glorioso al siguiente siglo, hospedando a presidentes y jugadores de futbol, disputando con el Copacabana Palace el lugar de hotel más importante de la ciudad. Abandonado hace 25 años, sus obras de restauración prometen transformar la región en un complejo con vista al mar, comercio, restaurantes y una estación de transferencia para el Corcovado.

Barra da Tijuca

Separada de Río de Janeiro por la geografía de morros, Barra da Tijuca fue ocupada tardíamente. Con vista a la necesidad de expansión de la ciudad y la escasez de espacio en la Zona Sur, se encomendó a Lúcio Costa, autor del plan piloto de Brasilia, un proyecto urbanístico en modelos semejantes para Barra da Tijuca.

El proyecto contemplaba la racionalización del espacio, atribuyendo funciones específicas a cada zona y procurando evitar la organización en cuadras y la construcción de edificios frente a la costa que caracterizan Ipanema y Copacabana. En adhesión al proyecto modernista que ve en la arquitectura un elemento esencial para la transformación social, Lúcio Costa pretendía democratizar el acceso a la playa.

Lo que el urbanista no previó fue que la ocupación de Barra da Tijuca se daría conforme a las tendencias del mercado inmobiliario, precisamente lo contrario a la democratización pretendida. El primer momento de ocupación de la Barra se caracteriza por la aparición de condominios residenciales privados, seguida por el auge de hoteles-apartamento en los años ochenta, y de edificios con sistema informático para las home-office en los años noventa. Lo que ahora se ve en Barra da Tijuca es una imitación típica de lo posmoderno.

En el Barra World Shopping, autodenominado el “primer centro comercial temático del mundo”, reproducciones de arquitectura y de monumentos de todo el mundo conviven con el mejor estilo Disneylandia, con derecho a miniaturas de la Torre Eiffel y la de Pisa. En el centro comercial Downtown, construido con la perspectiva del “nuevo urbanismo” americano, se admira una réplica de la Estatua de la Libertad.

En contraste con la región central de la ciudad, que se enfoca en proyectos de restauración y valorización de la arquitectura tradicional, en Barra da Tijuca proliferan los condominios “estilo Miami”, “estilo Nueva York” y “estilo neoclásico”. Academias de gimnasia y tiendas de mascotas también abundan en la región, que se convirtió en reducto de actores de la televisora Globo, jugadores de futbol y de una clase media alta que buscó la diferenciación por sus hábitos de consumo internacionalizados, como los nombres “American Mall, Hard Rock Café, Bayside, Wonderful Ocean Suites, Barra Space Center, Sunshine Drive” y placas en inglés que tienen la función de señalizar.

El área que será la sede de la Villa Olímpica, donde se realizará la mayor parte de las pruebas, también concentra una mayor cantidad de nuevas empresas inmobiliarias involucradas en megaeventos deportivos y el marketing urbano en general.

En el cruce de las avenidas Ayrton Senna y Das Américas, se planeó la construcción de un complejo musical que serviría de sede para la Orquesta Sinfónica Brasileña. Proyectado por el francés Christian de Portzamparc, responsable de otros proyectos arquitectónicos involucrados con la música, el complejo preveía espacios para conciertos, proyectos educativos, mediateca y sala para música popular y de cámara.

Los cuatro niveles de lozas apoyadas en paredes inclinadas y columnas dan por resultado una construcción asimétrica y con aberturas, con grandes espacios abiertos que permiten la iluminación natural y flexibilidad para reordenamientos. Controversias sucesivas, que implican presupuesto y gastos públicos, atrasaron la inauguración del espacio y, por fin, se decidió que la Cidade da Musica también contendría un polo audiovisual, con salas de cine, espacio para exposiciones y restaurante. Su inauguración está prevista para este año.

Desde el centro de la ciudad, el acceso a la región de Barra da Tijuca por transporte público es complicado y tardado. Pero eso debe cambiar en breve. Con la construcción de la Villa Olímpica, la región recibirá nuevas estaciones del metro y ampliación de la entrada con más carriles de circulación. Mientras esto no sucede, Barra da Tijuca continúa siendo un lugar cuya distancia del centro es una opción que se toma en cuenta por el fácil acceso a la playa, las compras y el patrón internacionalizado de los servicios.

Si la muerte precoz de la utopía modernista tardía que motivó el alejamiento de Lúcio Costa de la Superintendencia de Desarrollo de Barra Tijuca causa pesar a los entusiastas de la historia de la arquitectura, eso se debe a la propia suerte de las ciudades planeadas y a la relajación de la legislación original por las presiones del capital de riesgo. En palabras del propio arquitecto, ese proyecto “nació como un bello hijo muy elogiado y siempre querido. Después creció y se fue por el mundo”.

No es fácil “acicalar” una ciudad para recibir al mundo entero. Sin embargo, Río de Janeiro asumió el reto. Está en manos del gobierno, sus arquitectos y el pueblo carioca hacerlo posible: volverla una ciudad segura y cómoda para recibir, alojar, darle de comer y cosas que ver y hacer a los millones de viajeros que arribarán a la ciudad desde este año. Bienvenidos a Río de Janeiro, la ciudad maravillosa que nunca deja de sambar.

 
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