Librería y galería, el único –ía que se quitó de encima fue el de su antigua vocación: una carnicería. Hoy sirve salazones, hamburguesas y embutidos sobre las planchas de azulejo donde antes destazaban reses. Cuenta con una agenda mensual de eventos culturales y una colección de libros-objeto y fanzines alrededor de toda la tienda.
Construido en 1957, es uno de los ejemplos de arquitectura modernista más sobresalientes de toda Valencia. Al interior encontrarás un mercado convencional, así que la sugerencia es ir directo al puesto de Agrolife, que vende frutas y verduras de su huerta. Las otras menciones honoríficas son Russafaté —tés y dulces— y Habitación 177 —vajillas y utensilios de cocina, ilustraciones, postales y art toys.
Es la tienda de antigüedades que todo barrio gentrificado en el mundo debe tener; sin embargo, no se ha ganado un lugar en el afecto de los vecinos por ello, sino por las colectas que organiza en beneficio de negocios empujados a la quiebra por el alza de las rentas en Russafa. También organiza subastas lúdicas, conciertos y clases de tango.
De estilo ecléctico (estanterías de cartón reciclado, sillones viejos y pupitres adaptados como mesas), es popular gracias a su identidad de café-librería-restaurante-todo-lo-demás. Aquí lo mismo dan cursos para niños que charlas sobre huertos urbanos o talleres de cabaret. De miércoles a domingo pregunta por el menú del día, que pone especial énfasis en recetas vegetarianas elaboradas con productos del Mercat de Russafa.
Llegas, te sientas en la barra, pides una cerveza, eliges la lata que más se te antoje y listo: a tapear. Éste es el concepto de un local especializado en conservas portuguesas y nada más. Dependiendo de la latita que hayas elegido abrir, a tu plato llegarán arenques, truchas ahumadas y más.