Cuando sale el tema de coches deportivos de lujo lo primero que viene a la mente es un Ferrari, sinónimo de diseño, potencia, tecnología de vanguardia en todas sus formas y, desde luego, de alto precio. Muy pocos habitantes del planeta pueden comprar un Ferrari, aunque muchos sueñen con tenerlo.
Por lo menos todos pueden “vivir su sueño”, como dice el letrero de bienvenida en el museo de la Ferrari en Maranello, a unos cuantos kilómetros de Módena.
Reservamos una visita guiada a través de su sitio web y resultó estupenda. Nuestra guía era muy entendida y nos explicó brevemente la historia de la famosísima Scuderia Ferrari. Su fundador, Enzo Ferrari, quiso ser piloto de carreras desde que su padre lo llevó por primera vez a una carrera en Módena cuando era niño.
A los 21 años, después de la Primera Guerra Mundial, en que murieron su padre y su hermano, compró un Alfa Romeo que usó para competir y, aunque no ganó, llamó la atención de esa empresa que lo contrató para trabajar con ellos. Años después, con la experiencia adquirida, abrió la Scuderia que lo hizo famoso.
La visita incluye muchos autos Fórmula 1 y nuestra guía nos explicaba de qué año era cada uno y quién lo piloteaba. Al final, conocimos el salón donde tienen los coches de lujo. Los Ferrari se hacen sobre pedido y todos los compradores personalizan su vehículo.
Unos 600 clientes cada año visitan la provincia de Maranello para escoger los detalles de su auto de lujo. Sólo por la personalización se generan alrededor de 200 millones de euros anuales de ingreso a la fábrica y puede costar incluso más que el coche, como el de un jeque árabe que pidió su Ferrari todo en platino.
La exclusividad es una de las prioridades de Ferrari. Hacer un coche lleva tres semanas y, aunque puede parecer algo muy lento, desde que se empezaron a fabricar estos autos, la compañía ha cuidado muy bien su reputación de ingeniería deportiva artesanal, por lo que cada pieza se hace individualmente.
La edición de cada modelo es limitada, cuando mucho a 2 mil anuales y hay una larga lista de espera para comprarlos. Terminando la visita tomamos el tour de autobús a la pista de pruebas de Fiorano y a la fábrica de la Ferrari.
Hay que reservar con tiempo pues sólo hay dos o tres tours al día. De vuelta al museo fuimos al simulador donde los visitantes pueden vivir la experiencia de manejar un Ferrari monoplaza en la pista de Monza, programado para pilotos masculinos. Una “carrera” de siete minutos cuesta 25 euros.
No es apta para cardiacos, pues los que los que se animan a hacerlo sudan la gota gorda. Quienes quieran llevar un recuerdito de Ferrari, pueden pasar por la tienda a comprar una camisa, cachucha o llavero que, aunque bastante caros, están al alcance de muchos mortales.