Tijuana para foodies
Entre pequeños restaurantes, originales food trucks y proyectos cuyo encanto reside en el misterio y la discreción, Tijuana no para de encontrar formas para seducir a nuestros estómagos.
POR: Fernanda López Díaz \ FOTO: Mark Powell
El amor entra por el estómago; éste es el mejor cliché para explicar Tijuana. Hoy, esta ciudad bajacaliforniana ha dejado atrás su imagen de paraíso del vicio y atrae a los viajeros gracias a un movimiento gastronómico emergente que no le pide nada a la escena culinaria de otras regiones del país.
Al llegar a Tijuana, lo primero que hay que hacer —sobre todo en verano— es combatir el calor con una cerveza. Baja California es la capital de la cerveza artesanal en México, así que la variedad es siempre abundante y jamás aburrida. La parada obligada es la Cervecería Tijuana, pionera en la ciudad. Aquí hay un tap room donde se pueden probar seis etiquetas: Bufadora, Bravucona, Xolos, Morena Light y Güera; para acompañarlas, el lugar ofrece una selección de botanas que incluye nachos, chips de camote, hamburguesas y tacos. Además, los visitantes pueden tomar un tour por la cervecería, misma que produce bebidas que se exportan a China, Japón y Estados Unidos.
Tijuana presume el título de “capital mexicana de los food trucks”, y reúne algunas de sus mejores propuestas en Telefónica Gastro Park, un terreno baldío junto a la antigua compañía de teléfonos Telnor. Gigantescos hot dogs artesanales por aquí, tacos coreanos por allá… aquí hay de todo y para todos. Sin embargo, ninguna experiencia Gastro Park está completa sin unos huevos Carmelita —una bomba exquisita hecha con tres capas de tostada, frijoles y quesillo con un huevo al gusto encima— en La Carmelita o una tostada de atún en Otto’s Grill.
Moviéndonos hacia la avenida Emilio Carranza está Nórtico Bar, un speakeasy que rinde homenaje a la era de la prohibición con muros repletos de fotografías de Al Capone y de la Tijuana de los años veinte. El chef Ruffo Ibarra y el mixólogo Fernando Villalobos crearon una carta que incluye clásicos como el Clover Club (ginebra, sirope de grosella, limón y clara de huevo), y reinvenciones como El Zaragoza, un old fashioned hecho con mezcal, Ancho Reyes, jarabe, bitters y un ligero toque de fosfato. Cada mes, la barra tiene un bartender invitado (David Tye y Stephen Kurpinsky son algunos de los nombres que han pasado por aquí).
Para cerrar el día, hay que darse a la tarea de conseguir reservación en el secreto mejor guardado por los foodies de Tijuana: The Kitchen Studio. Creado por el fotógrafo Josué Castro, este proyecto consiste en una serie de cenas pop-up en donde el arte y la cocina experimental se unen. Javier Plascencia, Sabina Bandera y Claudia Sandoval son algunos de los chefs que se han sumado a la iniciativa, al igual que varios enólogos y cerveceros locales ansiosos de mostrar sus productos a los asistentes cada primer y tercer miércoles del mes.
Entre pequeños restaurantes, originales food trucks y proyectos cuyo encanto reside en el misterio y la discreción, la ciudad no para de encontrar formas para seducir a nuestros estómagos. Cada vez más, Tijuana makes us happy.
Especiales del mundo
Travesías Recomienda
También podría interesarte.