Sisal: reinvención en tres tiempos
Este viaje es prueba de que el legado del sisal en Yucatán sobrevive, aunque ahora como motor de otros ámbitos vitales: la industria del turismo y la cultura.
POR: Mario Ballesteros \ FOTO: Fabian Martínez
Sisal se le dice a la fibra resistente que se obtiene de la Agave sisalana, comúnmente conocida como henequén verde. Endémica del sur de México, esta planta se extendió por toda la península de Yucatán; un cultivo ancestral, al que en maya yucateco se le llama ya’ax ki, domesticado en la época prehispánica.
Siglos después, el sisal propulsó la revolución industrial y el comercio transnacional en la región, pero con la introducción de fibras sintéticas al mercado prácticamente desapareció como cultivo y como industria. Sin embargo, el legado del sisal en Yucatán sobrevive, aunque como motor de otros ámbitos vitales: la industria del turismo y la cultura.
Redescubrir el puerto de Sisal
Sisal fue el puerto más importante de la península de Yucatán desde el siglo XVII hasta que el nuevo puerto de Progreso lo desbancó a finales del XIX. Se localiza en el municipio de Hunucmá, a unos 50 kilómetros al norte de Mérida. Algunos afirman que la fibra le dio nombre al puerto, otros que fue al revés. Lo que queda claro es que la historia de una y la del otro están intrínsecamente atadas. Hoy, Sisal es una localidad apacible, que se prepara para un nuevo boom: el turístico.
Al pasear por las calles somnolientas del pueblo, sus playas ventosas y su antiguo y pintoresco muelle, donde pasa la tarde pescando un puñado de locales, nadie diría que Sisal está por “explotar”. Pero, después de aventurarnos a explorar sus manglares y cenotes, o descansar en una exquisita piscina y probar una margarita deliciosa con un toque de Xcabetún en el bar escondido detrás de la celosía del exclusivo hotel Club de Patos, lo único que sorprende es que no haya sucedido ya.
Chablé: de antigua hacienda a paradigma de lujo y wellness
Cuando a finales de 2016 abrió sus puertas Chablé Yucatán, se convirtió casi de forma instantánea en un hito, un auténtico cambio de paradigma en la oferta de hospitalidad en México. En la península hay muchas antiguas haciendas henequeneras reconvertidas en hoteles, pero ninguna se compara con Chablé. Ubicado en el pequeño poblado de Chocholá, a menos de 30 minutos del aeropuerto de Mérida, Chablé es un wellness resort que ocupa 270 hectáreas de selva y los restos de una antigua hacienda henequenera del siglo XVIII.
Sus 40 habitaciones son casitas independientes y completamente privadas, repartidas por toda la propiedad, cada una con su propia hamaca, piscina y regadera doble que se abren por completo al exterior, resguardadas detrás de la densa vegetación tropical. Todos los espacios del hotel están cuidadosamente diseñados, con materiales y artesanías locales, y piezas contemporáneas elegantes pero sutiles. Cada detalle suma: el paisajismo impecable, los avistamientos sorpresivos de coatíes e iguanas tomando el sol, el servicio atento y discreto, el despertar cada mañana con café y fruta fresca que se dejan a la puerta de la habitación, la oferta diversa de actividades personalizadas —desde una clase de cocina tradicional con pib yucateco hasta una meditación vespertina con luciérnagas—, la experiencia inigualable del spa con su carta de tratamientos holísticos y rituales de sanación de inspiración maya, su espectacular piscina petrificada y su propio cenote.
El otro gran atractivo de Chablé es su restaurante Ixi’im, ganador del Prix Versailles al mejor diseño de restaurante, el cual ocupa el antiguo almacén de sisal y la sala de máquinas de la hacienda, y que alberga la colección de destilados de agave más grande de México, así como una de sus cocinas más propositivas, con un concepto culinario desarrollado por el chef Jorge Vallejo, de Quintonil, y conducida bajo el timón audaz del chef Luis Ronzón. En resumen, todo lo que hace grande a Yucatán en una propiedad singular.
Rediseño sustentable
En los antiguos informes coloniales del siglo XVIII ya se resaltaba, entre los productos notables de la región de Yucatán, a las hamacas de fibra de sisal urdidas a mano en el poblado de Chemax. En el siglo XIX, la agroindustria del sisal se volcó a la extracción y producción masivas para elaborar cuerdas, costales, hilos para embalaje y sacos de toda índole para el naciente sector de la exportación moderna. Hoy, algunos de los diseñadores contemporáneos más propositivos de México están rescatando el uso del sisal, pero a una escala pequeña, con un enfoque en la sustentabilidad.
Desde 2018, Fernando Laposse ha trabajado con la técnica de desfibrado de sisal para crear una colección de piezas de mobiliario que son a la vez vanguardistas y responsables con el medioambiente. El Design District de Miami lo comisionó en 2019 para crear una instalación en un espacio público, un playground con simpáticos perezosos y brillantes hamacas de sisal teñidas con grana cochinilla. Estas piezas fueron elaboradas en colaboración con Angela Damman, quien desde 2012 trabaja en Yucatán para rescatar técnicas ancestrales de tejido con fibras naturales e incorporarlas a sus objetos únicos y seductores: hamacas, bolsos, accesorios para el hogar. Cada uno de estos proyectos contribuye a rediseñar y reimaginar el legado de esta industria, dejando atrás su carácter extractivo y de explotación, con lo que se desarrollan alternativas responsables para pensar en un lujo sustentable.
¿Te gustó esta nota? Suscríbete a nuestro newsletter aquí para tener acceso a todo el contenido de Travesías.
Mario Ballesteros es curador y editor.
Fabian Martínez es diseñador y fotógrafo. Su trabajo destaca por un estilo elegante, simple y en ocasiones melancólico.
Especiales del mundo
Travesías Recomienda
También podría interesarte.